Cuando existe apatía, desgano o despreocupación ciudadana frente a la realidad, es como si el timonel del colectivo, no fuera importante para el avance de la embarcación en que navegamos todos. Es válido que ante el querer popular que se expresa en las urnas, se debe exigir a determinados gobiernos el respeto por el resultado democrático. Sin embargo, desde otra óptica, las campañas políticas se debaten entre indicadores de gestión inciertos o que no corresponden a la realidad, mientras que otros, plantean alternativas de cambio y expresiones críticas a los resultados que se presentan nuevamente al electorado.
Sin embargo, los discursos populistas son los que gustan al pueblo, ante los cuales la comunidad se adormece como por arte de magia. El pueblo sabe que es una farsa lo que se ofrece, y entonces resulta cierto lo que dijo Goebbels “una mentira que se repite mil veces se convierte en verdad”
Desde el punto de vista clínico, el efecto del discurso político presenta evidencias que no todas las funciones lingüísticas se procesan en el cerebro racional o neocórtex. Algunas parecen estar bajo el control de sistema emocional, o límbico, lo que explica que una simple sucesión de fonemas puede inducir a una reacción emotiva inmediata, sin importar su contenido semántico, igual que ocurre en los insultos verbales, el lenguaje obsceno y la retórica política.
Generalmente, el discurso político no pretende ser racional o invitar al análisis. Por el contrario, su intención es provocar una reacción primitiva, visceral, dirigida a ganar adeptos. La estrategia común consiste en exacerbar el orgullo patriótico o regional, apelando a símbolos y emblemas que despierten sentido de pertenencia e identidad con el grupo social. Esto explica que la retórica política sea profusa en alusiones a sentimientos gregarios, nacionalistas o regionales.
Con frecuencia el lenguaje retórico, además de hueco, es contradictorio. Un candidato en campaña sabe que siempre corre el peligro de ofender o lesionar los intereses de una parte del electorado con cualquiera de sus declaraciones, en especial si dice la verdad o revela lo que realmente piensa. Por esa razón el discurso político está obligado a ser genérico y ambiguo, y los políticos en su estrategia proselitista contestan sin arriesgar.
Definitivamente en política, el pueblo como el hombre es el único animal que se estrella dos veces con la misma piedra. Dirigencia, funcionarios y autoridades públicas en distintos lugares y escenarios que se hunden en el lodo de la corrupción o la ilegalidad, con el silencio de una sociedad que muchas veces no se inmuta.
El contexto histórico requiere que los valores de solidaridad, bien común, respeto por lo público, sean elementos de un modelo de gestión. Se debe trabajar en conceptos ignorados como el posicionamiento de la confianza ciudadana, los derechos de la comunidad, la participación popular en su real contenido político, y lograr aplicar criterios de transparencia en la inversión, responsabilidad en la gestión y fiscalización popular.