Ciencia, periodismo y política

Queer

En el reciente Congreso Federal del PSOE se ha decidido quitar la Q del acrónimo LGTBIQ (lesbianas, gais, trans, bisexuales, intersexuales y queer). También ha quedado fuera del Comité Ejecutivo Ana Redondo, ministra de Igualdad y seguidora de la ideología de Irene Montero and his/her friends. Al margen del significado político de este gesto, separarse de Podemos, hay un profundo cambio ideológico que amerita ser analizado.

 Las feministas clásicas, triunfantes en este debate en el seno socialista, admiten dos sexos biológicos (hombre, mujer) con la posibilidad de un género cis (hombre o mujer que se siente tal) o trans (hombre que se siente mujer o lo contrario). El deseo sexual para cualquiera de los cis o trans puede ser homosexual, heterosexual o bisexual. La ciencia y la medicina admiten este esquema que a nivel político solo es cuestionado por la derecha extrema, al margen de que se estén cometiendo abusos con los cambios de género aprovechando una norma absurdamente permisiva. Esto no debe desdibujar la realidad, hay personas que se sienten sinceramente trans. Mi convivencia con una genetista clínica durante cuarenta años me ha dado una visión práctica de este hecho clínico.

La teoría Queer cuestiona esta supuesta estabilidad de las relaciones entre sexo biológico, género y deseo sexual, rechazando el binarismo hombre-mujer, cis-trans o heterosexual -homosexual. Este ‘genderfucking’ es una pretendida herramienta para combatir un orden impuesto por un sistema heteropatriarcal y heteronormativo consecuencia de una sociedad capitalista y liberal. Esto suena a disparate ideológico y bien está que el PSOE haya abjurado de él.