Tiempo de pensar

Lo que siempre estuvo ahí

Entre vivencias personales y debates globales, un prejuicio histórico amplificado por la era digital

Hace cinco años, en un gimnasio de Madrid, llevaba unos seis meses entrenando allí. Una mujer con la taquilla muy cerca de la mía me preguntó si yo era judía. Le respondí que no, y ella dijo con seguridad: -- Qué raro, yo nunca me equivoco.  A partir de ese momento, las mujeres que solían estar cerca dejaron de saludarme o hablarme. El ambiente se volvió tan incómodo que decidí cambiarme de lugar. Este episodio me recordó que ciertos prejuicios siempre han existido, incluso sin redes sociales para difundirlos. Hoy, sin embargo, la forma en que circula la información ha cambiado. En la era digital, cualquier palabra, imagen o gesto puede hacerse público en segundos. Lo que antes quedaba en un círculo reducido ahora se comparte, se comenta y se reinterpreta en tiempo real. Este fenómeno crea un efecto de amplificación: no sólo más personas ven el acto, sino que su alcance e impacto emocional se multiplican. Las redes sociales potencian este proceso mediante algoritmos que priorizan el contenido que genera reacciones. Un incidente ocurrido en una calle, un estadio o un campus puede volverse viral y llegar a cualquier parte del mundo en cuestión de minutos. Según estudios recientes, el contenido hostil hacia los judíos en TikTok aumentó un 900 % en 2021, y en YouTube, tras el 7 de octubre de 2023, los comentarios de ese tipo crecieron más de un 4.900 %. En Alemania, uno de cada cinco incidentes antisemitas registrados en 2023 ocurrió en línea.

Esta visibilidad tiene un doble efecto: por un lado, permite documentar y denunciar actos que antes quedaban ocultos; por otro, ofrece un altavoz a mensajes hostiles que encuentran eco en comunidades dispuestas a replicarlos.

En el terreno político, Israel suele ocupar un lugar central en debates y controversias. Fue creado con aval de la ONU en 1947 y es miembro pleno desde 1949. Sin embargo, algunas narrativas lo presentan exclusivamente como símbolo de poder o como aliado de bloques políticos determinados, lo que a veces deriva en interpretaciones que omiten parte del contexto o aplican estándares distintos a los que se usan para otros Estados.

El 7 de octubre de 2023, un ataque contra comunidades y un festival en Israel dejó alrededor de 1.200 personas muertas y más de 240 secuestradas. Las imágenes y testimonios circularon de inmediato, pero también lo hicieron lecturas muy distintas sobre lo ocurrido. Esa simultaneidad —el hecho y su reinterpretación global en tiempo real— es una característica propia de nuestro tiempo.

En este contexto, las redes sociales pueden convertir incidentes locales en símbolos globales y, en ese proceso, reforzar viejos prejuicios. La crítica a las políticas de un Estado es legítima y necesaria en democracia; convertirla en rechazo hacia toda una población o en negación de su existencia, no.

El prejuicio histórico contra los judíos no ha desaparecido. La diferencia es que ahora, en la era digital, cada acto y cada palabra pueden dar la vuelta al mundo en minutos, amplificando su eco mucho más allá del lugar y el momento en que ocurrieron. Siempre estuvo ahí, lo que sucedió, es que estaba dormido.