Dies irae

La placa tiene patitas

Resulta que los Colectivos de la Memoria, apoyados por Sumar, han solicitado al gobierno de Sánchez que ponga una placa en el edificio de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, en la Puerta del Sol. Dicha placa recordaría que allí estuvo ubicada la Dirección General de Seguridad, en tiempos de Franco. Fue, en el argumento de los proponentes, un centro de detenciones y torturas, cuya infausta memoria debe ser perpetuada para resarcimiento de las víctimas y ejemplo de generaciones futuras. Ni que decir tiene que el gobierno ha secundado con entusiasmo la iniciativa.

Desde la Comunidad de Madrid, sin embargo, recuerdan que ese edificio data del año 1768, que ha presenciado múltiples aconteceres históricos (como el levantamiento del 2 de mayo de 1808 o la proclamación de la II república de 1931) y que su asignación a centro de detenciones es una parte muy exigua de su historia (35 años frente a 247) A mayor mosqueo, como nada que provenga del gobierno tiene la finalidad que parece sino otra u otras mucho más intrincadas, en la Comunidad de Madrid se malician que la colocación de dicha placa tiene por objeto identificar a Isabel Díaz Ayuso con las torturas franquistas. Tras ser hija de un “especulador”, hermana de un “intermediario corrupto” y pareja de un “delincuente confeso”, bien podría añadírsele gobernar desde un centro franquista de torturas. Ya se sabe… “similis similem quaerit” que es algo así como “la cabra tira al monte” o “cada oveja con su pareja”. 

Y es que dados los denodados esfuerzos por marcar a fuego a la señora Díaz Ayuso y las nulas facilidades que ofrece la susodicha para ser marcada, esto del edificio es una añagaza más: si acepta, se le identificará con la represión; y si no acepta se pondrá en evidencia que se resiste a ser relacionada con lo que, ciertamente, es su origen político: el franquismo torturador.

Resulta, sin embargo, que los Colectivos de la Memoria carecen de ella o la tienen desviada. Porque bien cerca de esa Puerta del Sol se encuentra un edificio que está pidiendo a gritos su placa. Además es un edificio de relumbrón, de nombre sonoro, perfectamente apto para un memorial no ya de la represión o la tortura (porque muertos, lo que se dice muertos, en Sol, no se recuerdan) sino de la tortura fina, de final macabro, en asesinato.

Debemos remontarnos al año 1921. Doña Emilia Pardo Bazán acababa de morir. Pero dejó un hijo, Jaime Quiroga Pardo Bazán, nacido en 1876. Que casó con Manuela Esteban – Collantes. Y le dieron un nieto. Aunque bien pequeñito, apenas 4 años, pudo conocer a su nieto. 

Esta familia vivía en Madrid. Y en 1936, cuando Franco se sublevó y el gobierno de la República armó a obreros y milicianos, padre e hijo fueron detenidos, llevados al centro del que hablamos, torturados y asesinados. No solo ellos, naturalmente. Decenas, cientos de madrileños fueron arbitrariamente detenidos y despachados sin juicio. Cualquier activista de la UGT o de la FAI podía descerrajarte cuatro tiros en cualquier esquina sin que le pasara absolutamente nada. Pero yo tengo un sobrino de 18 años…es casi un niño. Matar a un chico de 18 años no es peor que matar a su padre pero es más repugnante.

Tengo escrito en este Diario de Madrid que dos antepasados míos, Javier y Álvaro, más la novia del primero (de 19,18 y 17 años) fueron asesinados también y los tengo enterrados en el cementerio. En el libro de Joaquín Leguina y Rubén Burén (“Os salvaré la vida”) son citados (pág.277) en la vista del juicio que sentó en el banquillo a Melchor  Rodríguez, en 1940. Son mal citados, como los “hermanos Gómez Amezúa” cuando eran los hermanos “González de Amezúa”. Pero sobre Melchor Rodríguez quiero escribir en otro momento. Merece glosa aparte.

Así que dentro del período que abarcan los memorialistas de la Memoria Histórica tenemos un edificio que supera en horrores, con creces, al de la Puerta del Sol. En sus tres años de existencia vio muchos más crímenes, violencia y miseria que la Casa de Correos en sus 35. 

Como la placa que quieren poner en la Casa de Correos tiene patitas y es fiel defensora de la memoria, sabe perfectamente las cosas que jamás deberían repetirse y ha hecho un balance. ¿Me quedo en Sol o me voy a la calle de Alcalá, ahí mismo, a tiro de piedra? Y ha decidido irse a la calle de Alcalá, concretamente al número 42. Al Círculo de Bellas Artes, esquina con Marqués de Casa Riera. Un edificio espléndido de Antonio Palacios, el constructor de Madrid. Hogar de la cultura, sede teatral, con una magnífica terraza desde la que se ve la ciudad en todo su esplendor. Declarado Bien de Interés Cultural. Y más recientemente, dentro del Paisaje de la Luz, Patrimonio de la Humanidad…

Así es la vida. Terminado de construir en 1926, con apenas diez años, en 1936 fue sede de la checa de Bellas Artes. No se molestaron ni en buscarle un nombre que disimulase. En sus sótanos se torturó y asesinó como en las demás. Los gritos de los condenados y la sangre de los ejecutados bañó las admirables piedras durante años. 

Respiradero Círculo de Bellas Artes
Respiradero Círculo de Bellas Artes

Este magnífico respiradero, creado por Palacios, sin duda permitió escuchar los lamentos que de sus sótanos brotaban, con la desesperación de la muerte escapándose por sus ranuras. Como en el régimen nazi, una estética depurada podía esconder una maldad inhumana. Ahí dejó la Pardo Bazán su linaje.

Como la placa tiene patitas ha decidido que las cosas que deben recordarse son las que aparecen ocultas, las que no se ven ni se recuerdan, las que cuesta incluso reconocer. Y se ha instalado en la fachada del Círculo de Bellas Artes bajo esta leyenda: “En este edificio tuvo su sede la checa de Bellas Artes, en la que muchos madrileños fueron torturados y asesinados por milicianos republicanos entre 1936 y 1939”. Por cierto, procede recordar que el Comisionado de la Memoria desistió en el año 2017 de poner ninguna placa en el Círculo de Bellas Artes porque “allí no se torturaba”. Lo de “checa”…como que estaba mal explicado.

Poco debe extrañarnos que Manuela Esteban – Collantes, la viuda y madre de los ejecutados, ya heredera del pazo de Meirás, regalase a Franco su biblioteca, al final de la guerra. Un grave error,  que los memorialistas y el alcalde de Sada habrán sabido subsanar, con la inapreciable aquiescencia de la Audiencia gallega. 

A lo que la placa se resiste es a adornar la puerta del Sol. Ella quiere ir a donde su presencia tenga algún sentido, no a formar parte del tedioso, vulgar y aburridísimo asedio del gobierno Sánchez a Isabel Díaz Ayuso.