Orbayada

¡Pío! ¡Pío! ¡Que yo no he sido!

Esta es la historia de un ministro. Un ministro alto y resultón. Un ministro que tiene más de seis años, y le gusta mucho el circo. Me imagino que, como en el cuento, merendaba bocadillos de jamón y le encantaban los pasteles de merengue o quizá, como es mayor, solo le gusta lo verde. Es igual, podríamos seguir diciendo muchas cosas de él... casi todo menos SU NOMBRE porque ya no importa, va a ser recordado como el ministro de Cultura español que declinó la invitación de Francia para asistir a la reapertura de la catedral Notre Dame de París, dejando a España sin representación institucional el 7 de diciembre de 2024.

Él solo no tuvo la culpa. Otro ministro bajito, orondo y satisfecho, tendría que haber previsto su ausencia, pero algo falló. Nadie sabe si fue descoordinación o error. El hecho es que fue una desdicha y a la inauguración fueron muchos jefes de Estado y altos cargos, pero de España rien de rien. Ni siquiera fue Rey Felipe VI, descendiente de San Luis y homónimo del Rey que la consagró, Felipe VI de Valois. Hay quienes opinan que no debemos rasgarnos las vestiduras, total a día de hoy sigue habiendo dudas de quién colocó su primera piedra, el obispo Maurice de Sully o el papa Alejandro III ¿Qué importa si Napoleón Bonaparte se coronó en ella emperador? O ¿si se casaron Napoleón III y Eugenia de Montijo? ¿Ni que sus campanas repicaban el día de la Liberación de París? No importa nada. Es historia pasada.

Los cantos que habitan Moncloa dicen que el presidente francés, Emmanuel Macron, invitó solo a jefes de Estado, pero no al presidente del gobierno español. En Zarzuela rechazan hacer declaraciones: “No tenemos nada que decir". Los coros insisten: la invitación fue nominal e intransferible y no acudió casi ningún jefe de Gobierno europeo y tampoco el papa Francisco. Lo cierto es que además de ciento cincuenta obispos de todo el mundo, asistieron a la ceremonia, entre muchos otros, Sergio Mattarella y la primera ministra italiana Giorgia Meloni, el presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier y su canciller Olaf Scholz, el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula Von der Leyen, los reyes belgas Felipe y Matilde, el príncipe Guillermo, la primera dama estadounidense, Donald Trump y decenas de jefes de Estado y de Gobierno. Sánchez no.

Los ministros esconden las palmas de las manos como niños. Tienen desazón y entonan el pío, pío, que yo no he sido. No me miréis a mí, me invitó mi colega francesa, pero tenía un compromiso previo e ineludible con la cultura: tuve que ir al Circo. Ni a mí, dice el ministro orondo y satisfecho, no es mi responsabilidad. Nadie nos avisó, ¿que según la Ley de Acción Exterior tienen que hacerlo? Esa no es mía, es de un gobierno anterior ¿Qué la Constitución dice que los actos del Rey tienen que ser refrendados por el presidente del Gobierno o por los ministros competentes? ¿En qué artículo lo pone? ¿Está seguro? ¿El ministro de jornada…? Zarzuela no nos avisó de que lo esperaban. 

La Casa calla y aguanta el chaparrón.

Pío, pío, me excusé, dice el Verde, pero hubiera sido muy recomendable que alguien asistiera en representación del gobierno, pero claro la política exterior de España la marcan el presidente y el ministro de Exteriores, bastante tengo yo con lo mío y los de Sumar. Pío, pío, inquiere exteriores, ya me dirás cómo se pueden tomar decisiones de política exterior si no informas. Pío, pío, el embajador de España en París hace mutis por el foro, no le vaya a caer la culpa a él. 

Ya está, ya se sabe de quién es la culpa, ni del gobierno, ni de Sumar ni de exteriores ni del PSOE. La culpa la tiene él ¿Quién? El Rey. A fin de cuentas, era el único con ineludibles compromisos familiares. Bueno, el único, único, no.

Pío, pío, menudo sin sabor. Miren ustedes, dice el ministro garboso, esto no da para más, ir al circo es parte de mi formación y aclara: ¿Acaso no saben que me muevo en el alambre con los veinte partiditos que agrupa Sumar? Tampoco es para ponerse así, dice el ministro bajito, se me ocurre que nos vayamos de peregrinación a León para ver la catedral gemela de Notre Dame, la de Santa María de la Regla y que se vengan los reyes también. Ni lo sueñes, dice el ministro gentil, yo contigo no voy. El orfeón de Moncloa canturrea por lo bajines: el presidente no va. Desde Zarzuela los miran atónitos… 

Ya lo dijo Romanones “Joder qué tropa”.