Platón consideró que el gobierno debe ser ejercido por los mejores. Sin embargo, en los escenarios democráticos también se puede escoger entre aspirantes con opción, candidatos por vocación y postulantes con interés en la elección.
Lo importante de quien encarna la candidatura es el conocimiento, claridad de las funciones y saber lo que debe hacer, aunque no pocas veces el apetito de enriquecimiento se disfraza en una inclinación social inexistente, donde la meta es conseguir dinero rápidamente.
Como no es necesario estudios en ciencia política, muchos llegan sin preparación, y con práctica se hacen maestros. En otras ocasiones, se necesita a personas que sirvan a los intereses de otros para gobernar en cuerpo ajeno. Muñecos y títeres con vida gracias a electores del mismo nombre, que son comodines de quienes dicen ser dueños del electorado y se reparten la torta burocrática y presupuestal que es la forma de cobrar el favor político, pensando siempre en su beneficio y no necesariamente en quienes ayudaron con el voto.
Finalmente, el triunfo marca egocentrismos y destellos con votantes que los endiosan, mientras desarrollan estrategias publicitarias donde los engrandecen, pero nulos en el foro y ajenos en grandilocuencia sufren mudez en los asuntos importantes que les corresponde. Aun así, algunos resultan con las vidas del gato, y en cada periodo electoral, resucitan entre abrumadoras evidencias de laxitud moral y la mínima capacidad que arropa su cadáver político.
Como la política no es para hipersensibles morales, su mecánica contribuye al desencanto ciudadano, porque para ellos vale deglutir las verdades y tener espacio para lo superfluo e intrascendente. Valen más las marrullas que las ideas, risibles actitudes y expresiones populistas vistas por algunos con orgullo terminan en su propia vergüenza. Al no existir liderazgos que iluminen y con opacas jefaturas, aparece la desilusión y apatía que no resiste las mentes radicales de vagas convicciones. Prima la mentira, engaño, trampa y el atajo. Los sueños se anclan, ondea el facilismo, la ética se desecha, y el ejemplo se aleja de la ruta social.
Con su mutismo en el debate de importantes decisiones, lo que están atentos es a meter las manos, y el hecho ni siquiera queda registrado en la memoria colectiva, donde permanecen con la imagen virgen, decorosa y alabada de promeseros que entierran las esperanzas del pueblo.
Pero entonces, ¿Qué perfil debe tener el gobernante? En síntesis, el rasgo general encaja en las variables de afirmaciones y negaciones del saber y el dudar, con una clasificación que no es extraña en ningún lugar:
Los que saben y dudan de lo que saben;
Los que todo lo saben y ni siquiera dudan de lo que saben;
Los que casi no saben y tampoco dudan de lo que saben;
Y, los que poco saben y dudan de lo que casi saben.
Al paso que vamos y todo lo que nos espera, antes que la inteligencia artificial conduzca totalmente nuestro mundo ¿sirven las ideas o el manejo de la información?