Uno de los grandes sambenitos que en ocasiones nos acechan van impresos en nosotros y no podemos apartarlos a un lado, hagamos lo que hagamos. Y como “los ojos son el espejo del alma”, y no suelo decir las cosas “a ojo de buen cubero”, ya que me gusta meditar concienzudamente lo que voy a decir. Y lo digo así porque escuché la semana pasada una conversación en una cafetería de Aluche, en la que una señora hablaba con sus amigas y, de repente apareció el candidato Óscar López en la pantalla del televisor, y fue cuando aquella señora lo dijo tan alto y tan claro que lo escuchamos casi todos los que estábamos en el local: “Óscar López tiene ojos de perdedor”. Y poco después, cuando había conseguido entrar en su conversación y le pregunté que por qué había dicho eso, me dijo, sin titubear, que solamente tenía que fijarme en el modo en que miraba el político que quiere conquistar ahora el gobierno de Madrid y desbancar a la presidenta Díaz Ayuso. Y yo le respondí ¿De qué modo miran los perdedores? Y ella de modo repentino me dijo en voz más alta: con su mirada indefinida y recelosa, o “como la viuda rica, que con un ojo llora y con el otro replica”. Y se quedó tan ancha.
¡Puede ser! No me había fijado hasta esos extremos. No había pensado que Óscar López tuviera ojos de perdedor. Pero, en realidad ya había perdido en las elecciones de Castilla y León, donde nunca consiguió gobernar y al final, después de muchos amagos, tuvo que irse por patas. La vida es así. Los perdedores no deben gobernarnos aunque sus primos de Zumosol (en este caso su amigo Pedro) se empeñen y los nombren ministros de lo que sea… Porque lo grande y poderoso de los políticos importantes no es que los nombre nadie. Lo bueno y realmente importante es que ganen en las elecciones en las que todos votamos y decidimos.
Los ojos de los perdedores nunca son ojos vivos. No lo digo ni porque use gafas ni por nada parecido, pues incluso los enfermos muy enfermos pueden tener en ocasiones ojos perspicaces y certeros. Ojos de franqueza. Pues siempre había oído ese antiguo refrán ya en desuso que dice que “el ojo de la loca jamás se equivoca”. Ojo: la loca no deja de ser una enferma mental y lo que he escrito no es más que un refrán castellano muy antiguo… Y no olvido tampoco las cosas que observo y los autores que leo, que algunos han dejado escritas cosas realmente importantes en torno a estos asuntos. Pero recuerdo que Óscar López no dijo nada de lo que piensa hacer cuando gobierne en Madrid. Yo diría que no ha tenido buen ojo para decirlo y lo único que hizo fue agredir, insultar y casi amenazar a la presidenta Isabel Díaz Ayuso que ganó las elecciones porque los madrileños votaron por su candidatura. Y claro, diciendo solamente esas cosas no se sabe qué es lo que piensa hacer si llega a gobernar. Ya que para discernir en este artículo tendríamos que preguntarle al propio Óscar López. Que si tuviera ocasión hablaría con el político cara a cara, es decir a cuatro ojos o de tú a tú ¿Saben qué les digo? Que unos días después volví a fijarme en el modo en el en el que hablaba el candidato y me pareció que con la boca decía una cosa y con los ojos otra muy distinta. Y es que los ojos hablan por nosotros.