Crónicas de nuestro tiempo

La venganza de los infelices

Las personas felices, ni dan problemas, ni los buscan. Es más: A los obstáculos les buscan el lado positivo y los aspectos negativos los convierten en motivo de esfuerzo para mejorar el resultado final.

Todos hemos tenido oportunidad de conocer personas en nuestras comunidades de vecinos; en el trabajo, en las relaciones amistosas, en la familia, etc., individu@s que de una u otra forma han significado un obstáculo de maldad, impedimentos y deshonestidad, con sus actos, dictámenes, sentencias o gestos, obstaculizando propuestas, proyectos y soluciones, que buscando tres pies al gato en busca de hacer más daño que complacencia, nos han acallado con resoluciones y supuestas experiencias o leyes, que sin venir al caso y bajo una desfigurada o trabajada respuesta han servido para evitar llevar a cabo una buena idea, mejora o solución.

Son individu@s que en su afán de demostrar su conocimiento, sus temores y especialmente su oculto resentimiento, necesitan, evitar con argumentos disuasorios el justo fin de cualquier cosa que a su alcance se pueda realizar o negar, sin saber que con ello ponen de relieve la fama que se les atribuye como reflejo de su amargura, cuando no, odio o complejos, pero especialmente su incapacidad humana para cultivar una actitud conciliadora en la senda de mantener el sentido común.

Solo a quienes les resulta difícil explicar la emoción indescriptible de llevar la dicha a otras personas, saben que hacer feliz o devolver la paz, te compensa la gratitud en forma de alegría, regocijo y satisfacción; que no es otra cosa que aflorar la naturaleza humana de esa divinidad que constituye nuestra esencia.

Cuando escarbas un poco en la trayectoria pasada de estos personajes que niegan la tranquilidad a los suyos, mientras se deshacen en elogios y ayudas hacía quienes no reconocen la maldad que manifiestan, descubres situaciones que medio justifican su mal talante o infame conducta, y otras veces, descubres las razones incluso lamentables que nos permite entender el drama interno que sostienen como una losa est@s individu@s cuya finalidad de supervivencia  les obliga a no ser buen@s.

Por poner un ejemplo y sin acusar a nadie que pueda acercarse a esa figura de ficción; debe ser defraudante, haber sido presidente de Audiencias Territoriales, o magistrado del Tribunal Supremo, o Fiscal General del Estado, o presidente del Tribunal Constitucional, o doctor honoris causa, profesor y alumno, con un padre proveniente de la carrera fiscal (.!.) y encontrarte con un hijo por el que has luchado con entusiasmo para enlazarle con la brillante saga profesional que emana desde el abuelo, hasta el brillante padre (.!.) y en tan solo dos generaciones, el esfuerzo y la genética hundir la reputación ganada con el exito, cuando tras obligar al hijo a continuar la carrera de la judicatura en busca del prestigio de cuna, oficio y triunfo de sus antecesores, se te  convierte en un delincuente sumergido en las drogas, el alcohol, la prostitución, la violencia, los malos tratos a mujeres, y otras acciones punitivas, qué, a otro ciudadano le hubieran costado la cárcel, indemnizaciones y la ruina, pero que a ti, por ser quien eres, de forma más ilícita que legal te amañan el escándalo de tu vastago.

Evidentemente, este es un ejemplo hipotético producto de la imaginación, de un padre, cuya dolorosa carga, medio justifica la respuesta infame e injusta, sentenciando con instinto vengativo a un entorno conservador que con la mirada crítica le instiga, apremia y coacciona buscando ese hábito innato de justicia e imparcialidad cuya naturaleza genética deberia confluir en la rectitud neutral que en este caso se ha visto truncada por el fracaso como padre y la vergüenza de un hijo al que sin serlo le hubieras mandado a prisión por delincuente, antisocial y criminal.

Existen otros casos de maldad manifiesta como respuesta a esa infelicidad que nace de un entorno culpable. No basta con haber llegado a ser alguien muy importante en la vida o incluso en un País cualquiera, sí, poniendo otro ejemplo; naciste en un núcleo en el que tuviste que aguantar de familiares, amigos y compañeros, vejaciones a un familiar próximo al que siempre has querido, protegido y comprendido como homosexual lesbiana, género fluido o transgenero..., y para colmo, tienes una pareja encausad@ descendiente activ@ de un padre de dudosa  respetabilidad e indudable perversidad, cuyo modus vivendi deriva de actos encubiertos en turbia actividad.

Evidentemente también, eso conduce por el camino del resentimiento y el deseo de venganza sumergida en odio. Para quien padece tal remordimiento de animadversión, rebrota en el o ella, aquello que llamándolo instinto de "Resistencia" responde con desprecio destructivo a una parte de la sociedad a quién culpa, analiza y acusa de insensible y desafecta, haciéndoles todo el daño que día a día descubre.

Son solo dos ejemplos hipotéticos recogidos de la utopía, que nos pueden servir para entender mejor o peor, a quienes el daño les produce una especie de terapia reconfortante en un estado que en el pasado transcurrió de forma transitoria, pasando en el tiempo a convertirse en crónica, patología psicópata.

En resumen; cuando se es feliz, generoso con los tuyos, justo con los demás y pacificador o riguroso con los antisociales, lo haces aplicando el sentido más elemental de la sindéresis, sin dejarte llevar por complejos o resentimientos que como un virus se suele transmitir a ministrables, en países donde se dan comportamientos bizarros.

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