
Último día en Ngozi, ya estoy a punto de dejar el país, y entonces recuerdo cada uno de los momentos vividos.
La previa cuando empecé a programar este viaje, pensarlo en mi cabeza, organizarlo, planificarlo, coordinar pasajes, solicitar vacaciones del trabajo para poder ir como voluntaria a otro lugar, dejar a mis hijos al cuidado de su papá (que también se tome vacaciones de su trabajo), la preparación de las maletas donde llevaba las donaciones, la tensión y nerviosismo durante el viaje, la preparación de salud personal (medicación por mi enfermedad crónica, tratamiento antimalaria, vacunas, etc), y la llegada de todo el material en buenas condiciones.
Comenzar con las clases en la universidad, conocer personalmente a los estudiantes, planificar la salida a las escuelas, y preparar el material.
Además, realizar atención a los niños, que incluyó actividades de educación a la salud a 400 niños de 6 y 7 años, sus maestras y padres, la derivación de pacientes al servicio de odontología del hospital para poder ser tratados, y la planificación del “Programa Piloto de Salud Bucal Comunitaria para niños de 1º grado” que tendrá una duración de 24 meses con controles y atención cada 6 meses de los 400 niños de 1º grado de la escuela elemental Ngozi I.
Me detengo a pensar por un instante que en menos de 20 días hemos logrado todo esto, y parece mucho, y a la vez poco, pero hoy es momento de pensar en los resultados parciales y me encuentro feliz por el trabajo logrado.
En este momento de reflexión y cierre de este viaje, quiero aprovechar para transmitir que ir de misión es una experiencia única, y si bien nunca es fácil tomar la decisión de dejar la vida diaria, los compromisos (sobre todo en el caso de mujeres que somos madres), el momento ideal no existe, a veces, muchas veces, tenemos que seguir nuestra voz interior e ir en busca de nuestros sueños con constancia, planificación, y una red social que contenga.
Para mi, trabajar en cooperación internacional es alcanzar un sueño, y si bien por ahora lo hago eventualmente como voluntaria, estoy en la búsqueda activa de hacer de esto mi forma de vida.
Hoy emprendo la vuelta a casa con el corazón contento, y si bien la situación de Burundi y de tantos otros lugares del mundo sigue siendo muy complicada, al menos ahora dejo semillas en mis ex alumnos, para que sean ellos los que sigan trabajando en la mejora de la condiciones de vida de su país, yo los seguiré ayudando en la distancia.
Quiero agradecer especialmente a todos mis compañeros de Smom (SMOM progetti sviluppo odontoiatrici sanitari internazionali), Gael Hitimana y Chiara Cattaneo a Pino, su presidente, por confiar en mí y en mis ideas siempre, y a los demás cooperantes que fui conociendo durante este viaje, y que cada uno está aportando desde su conocimiento, y lugar su granito de arena al mundo: Elisa de la ONG Amahoro (Associazione Amahoro | Amahoro Associazione di Volontariato - Friuli Venezia Giulia), Mauranne y Laura.
Les comparto una imagen del último día en la escuela con todos mis alumnos y también les deseo a todos los lectores una muy feliz Navidad y que la pasen acompañados de sus seres queridos, familia y amigos. (Levantemos una copa por los que están lejos físicamente pero muy cerca en el corazón).
Firmado:
Una cooperante