En corto y por derecho

Misericordia

Hace unas semanas me apunté a una ruta ‘por el Madrid de Manolete’. Me citaron en la iglesia de San Sebastián de la calle Atocha donde recibí como obsequio de bienvenida un frasquito de ‘arena sagrada’ proveniente del ruedo de las Ventas del Espíritu Santo. Enfilamos la calle de San Sebastián hacia la Plaza de Santa Ana, con una primera parada en el Antiguo Hotel Victoria, donde gustaba el maestro vestirse de corto. En este breve trayecto ya perdí el hilo, pues llegando a  Huertas me llamó la atención la otra puerta de la iglesia, donde se desarrolla una parte relevante de ‘Misericordia’, la fantástica novela de Galdós. Fue al ver la floristería que hay en la esquina, antiguo cementerio, donde empieza la plaza del Ángel, cuando se puso en marcha el desvencijado cine de la memoria. 

Cruzando la verja de esta puerta norte de la iglesia, se accedía a un pasadizo donde los ‘pobres de  solemnidad’ se situaban ordenados jerárquicamente esperando la entrada y salida de los fieles parroquianos. Había dos pobres encargados de que el orden y la devoción prevalecieran. Uno era el cojo y manco Eliseo Martín, que además tenía el privilegio de vender ‘La semana católica’; la otra era Casiana, conocida como la ‘caporala’, con gran metimiento en la sacristía y acceso directo al párroco, don Senén, para tratar los temas de su incumbencia. Por debajo de ellos había una docena de verdaderos pobres pues se decía que en realidad Eliseo y Casiana tenían posibles gracias a su posición, incluso que esta tenía casa en los Cuatro Caminos donde criaba un cerdo. 

Entre los subalternos se encontraba Benina, la verdadera protagonista de la novela y su pareja sentimental, el ciego Almudena, Mordejai en su tierra, Jose María de la Almudena tras recibir las aguas bautismales, hebreo oriundo de la morería, casi negro. Las desventuras de la pareja alcanzan cotas de miseria y misericordia insólitas, casi incomprensibles. Merece la pena enfrascarse en la lectura de esta obra cumbre galdosiana para llegar a entenderlo. En 1977 Alfredo Mañas hizo una adaptación para el teatro que luego TVE llevó al cine con un  resultado mediocre, a pesar de los esfuerzos de José Bódalo para interpretar a un poco creíble Almudena.