Tantas veces nos hallamos frente a un suceso trascendental o ante el hecho que se desvanece. Ya lo dijo Soren Kierkegaard “La vida sólo se puede entender hacia atrás, pero hay que vivirla hacia adelante” Sin embargo, todo puede terminar en el olvido que es la verdadera muerte.
Pensar, hablar y escribir mantienen vigente la memoria, en cuanto los pensamientos se diluyen entre recuerdos, en las expresiones de vida se deja alma y sentimiento, y los grafos nos permiten entender las huellas del camino que marcan la historia.
La memoria puede plantear reputaciones en el manejo de lo público, la burda idealización a quienes hacen guiños a la cultura del propio beneficio, el repaso a nombres de monaguillos y títeres en la pasarela del poder. Igualmente, el de dirigentes que eluden las acciones legales, y de líderes que enredan procesos en su contra, levantan sospechas infundadas contra operadores judiciales que aciertan en la búsqueda de la verdad, crean muros de impunidad y confirman que la justicia no es igual para todos.
Necesitamos leer memoria, imaginar un mejor mañana, pensar en el presente, imaginar las realidades del pasado, formular preguntas y atesorar respuestas con inteligencia crítica. Afortunadamente se insiste en recuperar la memoria para saber la verdad, porque causa asombro la pérdida de la vergüenza o que termine distraída con olvido.
Cuando se considera que es mejor la amnesia social, seguro pretenden enterrar la verdad, cuando lo que se necesita es de la memoria sin olvidar el inagotable caudal de falsedades, para replantear la historia como una forma de verdadera justicia social.
Hay historias de violencia que han dejado huellas en el cuerpo, pero también en el alma y en la memoria. Estos recuerdos nos muestran que la violencia no se entierra, ni se olvida, como tampoco el dolor, la agresión, la humillación, ni el ultraje. Lo importante, lejos de abrigar resentimientos, es no dejar de repasar la historia, desde la perspectiva que no se enfrenta el terror con más violencia porque en esa lógica perversa fue donde perdimos el rumbo. No son ni serán las armas las que nos liberen de la guerra, sino nuestra capacidad para hacernos cargo de los conflictos abordándolos desde lo fundamental, comprometiéndonos a hacer lo que sea necesario para impedir que todo horror vuelva a repetirse.
Ya lo dijo don Adolfo Alonso Aeres en su columna de opinión en este mismo diario <<¡Vivan los valientes! Los que se atreven a decir las cosas como son y los que se muestran ante los demás a pecho descubierto>> Y la memoria es una palabra que socialmente, más que rescatar, deberíamos implementar. Por eso, si a la memoria, a los ojos fiscalizadores, a la capacidad de pensamiento. Y no a la sociedad tapacorruptos y quienes practican la coprolalia.
¿Nos comprometemos en la construcción de un nuevo ciudadano o seguimos como estamos porque hoy nos conviene? Cada quien decide si al final, algunos hechos, quedan perdidos y olvidados entre miradas melancólicas de tristes recuerdos.