Cuando era niño me pasaba las horas mirando tebeos, particularmente ‘Hazañas bélicas’, hasta que un día descubrí en la biblioteca familiar un libro de Sven Hassel de la editorial Plaza & Janés. Descubrí el placer de la lectura gracias a este escritor danés y a Mario Lacruz, el director de esta editorial cuya existencia, naturalmente, desconocía. La carrera profesional de Lacruz fue mucho más allá, llegando a dirigir Argos Vergara y Seix Barral, ésta desde 1983 a 1998. “El mundo editorial actúa como una especie de vacuna contra el afán de escribir o, al menos, de publicar". Esta frase suya me llamó mucho la atención, pues tras su fallecimiento en 2000 se descubrió un armario repleto de obra suya que fue publicado póstumamente por su hijo, el también editor Max Lacruz.
Tropecé con Max no hace mucho a través de Arcadi Espada. Me impresionó su categoría de ‘hombre educado’, en forma y en fondo, algo tan escaso en estos tiempos. Por cierto que lo descubrí comiendo, que es la mejor forma de conocer a alguien. Me habló de su editorial, ‘El Funambulista’, que había creado por tradición familiar. Revisando su fondo de publicaciones confirmé mi primera impresión; alguien que edita un libro de Pascal Quignard o una traducción al catalán de Javier Marías, no necesita otros timbres de honor. Max es catalán, claro, como algunos de los grandes amigos que hice viviendo durante ocho años en Barcelona, esa ciudad traidora. Ahora se cumplen 20 años desde que fundó ‘El Funambulista’ y lo celebra el próximo jueves 7 de noviembre a las 7 de la tarde en la ‘Cafrebería ad Hoc’, un local con una magia muy especial. Un acto sobrio, como corresponde a una persona con elegancia moral, donde se presentará además el último libro que ha publicado. No podemos faltar.