El uso del automóvil por mandatarios y personalidades se produjo desde el mismo instante de su invención, dado que les permitía un contacto más directo con los ciudadanos. Claro que esa cercanía implicó una exposición pública mucho más arriesgada, al facilitar a sus enemigos atentar contra ellos. Al repasar todos estos actos violentos, podemos trazar también la secuencia de los vehículos más representativos de cada época, pues el poder siempre ha viajado de la mejor manera posible.
El primer gran crimen con un coche por el medio se produjo en Sarajevo el 28 de junio de 1914, al disparar el joven bosnio Gavrilo Princip contra el fastuoso Gräf & Stift 28/32 PS Double Phaeton de 5,8 litros y 32 CV en el que viajaban el archiduque Franz Ferdinand -heredero del imperio austro-húngaro- y su esposa, quienes murieron acribillados. La tensión diplomática generada en días posteriores, llevó al inicio de la I Guerra Mundial. Hoy día se puede visitar en la capital bosnia tanto el lugar de los hechos como el inaudito monumento en memoria del asesino. A su vez, en el Museo de Historia Militar de Viena se expone el coche y la ropa del archiduque, mientras que una de las balas disparadas se halla en el castillo Konopiste de la República Checa. La marca Gräf & Stift ya es historia desde 2001, cuando cesó en la fabricación de autobuses, rama de la automoción a la que derivó sus actividades tras abandonar la producción de coches en los albores de la II Guerra Mundial.
También bajo el fuego de una ráfaga de tiros murió el 20 de julio de 1923, junto con cuatro de sus acompañantes, Pancho Villa, emblema de la revolución mejicana. En su caso iba conduciendo un moderno Dodge 1919, de 4 cilindros, 25 CV y con frenos solo a las ruedas delanteras. Fue uno de los últimos modelos fabricados por los hermanos Dodge antes de su fallecimiento, y cuyas características técnicas eran las de un coche de gama alta en la época, en la que fue muy popular. Actualmente se encuentra expuesto en el Museo Casa de Villa de Chihuahua, tras dudarse durante años de su originalidad.
Las históricas disputas territoriales balcánicas llevaron el 9 de octubre de 1934 a que Alejandro I de Yugoslavia fuera abatido en Marsella por un pistolero búlgaro, suceso que tiene el dudoso honor de haber sido uno de los primeros asesinatos grabado en directo. Junto con él murieron dos civiles y el ministro de asuntos exteriores francés Louis Barthou, cuando circulaban en un De Dion-Bouton Limousine, uno de los últimos modelos producidos por el fabricante francés antes de su cierre. La disposición de los automóviles de esa época, con largos estribos laterales, permitió al tirador encaramarse al vehículo y disparar a poca distancia de sus víctimas.
El magnicidio más famoso fue el de John F. Kennedy en Dallas, el 22 de noviembre de 1963, cuando saludaba a sus compatriotas desde la fila trasera de un Lincoln Continental X-100 descapotable. Como consecuencia de ello, se modificaron las normas de seguridad en los vehículos presidenciales americanos, que pasaron a ser cerrados. En cuanto al blindaje, se transformó la percepción de su necesidad, más asociado hasta entonces a los usos militares, reforzándose severamente en los siguientes Lincoln (marca de lujo de Ford).
Esta siguió siendo proveedora de la Casa Blanca, honor que luego compartió con Cadillac (marca premium del consorcio General Motors), fabricante del actual coche presidencial, conocido como “La Bestia”, y no es para menos: 9 toneladas de peso en 5’5 metros de longitud, blindado frente a ataques de armas químicas, granadas antitanque o misiles tipo Stinger, con puertas como las del Boeing 747, y dotado de ametralladoras y cañones de gas. Está valorado en cerca de 2.000.000 $ e incluso alberga un refrigerador con muestras de sangre del mismo tipo que la del presidente, por si precisa una transfusión. Sus características mecánicas son reservadas, si bien se especula con que está equipado con un motor V8 biturbo.
Otra de las famosas marcas americanas de General Motors es Chevrolet, cuyo modelo Bel Air simbolizaba la bonanza americana de los años cincuenta, con sus llamativos colores pastel, profusión de cromados, dimensiones colosales y, en definitiva, la exaltación del american way of life. Ocupando las plazas traseras de uno pintado en azul claro, modelo 1957, encontró la muerte, el 30 de mayo de 1961, el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. La escena del atentado era una buena muestra del parque móvil yanqui de la época, con los conspiradores persiguiendo en un Ford Mercury, un Chevrolet Biscayne y un Oldsmobile al Bel Air conducido por el chófer Zacarías de la Cruz, como narra de manera minuciosa Mario Vargas Llosa en su magnífica novela La Fiesta del Chivo.
Mejor suerte que todos ellos tuvo el General Charles De Gaulle, contra quien atentaron sin éxito hasta en 20 ocasiones durante su mandato como presidente de la República de Francia. En dos de ellas sobrevivió a los ataques cuando viajaba en su Citroën DS (el popular Tiburón). Primero el 8 de septiembre de 1961, cuando una bombona explosiva estalló a su paso, y posteriormente, el 22 de agosto de 1962, cuando su coche fue perforado por una lluvia de 187 disparos en París y milagrosamente logró huir, con los 4 neumáticos reventados. Esto supuso una fabulosa publicidad para Citroën y las bondades de la suspensión hidroneumática de su DS, mientras los hechos le dieron pie a Frederick Forsyth para su novela El Día del Chacal. Llevada al cine por Fred Zinnermann en 1973, creó la leyenda del personaje protagonista, cuando su apodo fue atribuido al terrorista venezolano Ilich Ramírez.
Si hay un coche de representación célebre es el Rolls-Royce Phantom IV de la casa real británica. En uno de ellos viajaban la princesa Ana y su esposo, el 20 de marzo de 1974, cuando fueron interceptados a tiros por el modesto Ford Escort MK-I de Ian Ball, un desequilibrado que pretendía su secuestro para solicitar un rescate de 3.000.000 £. Fue detenido e ingresado en un centro psiquiátrico. Mientras, los heridos acabaron condecorados y el Rolls siguió transportando a los Windsor.
En el secuestro por las Brigadas Rojas en la primavera de 1978 de Aldo Moro, líder de la Democracia Cristiana y por dos veces primer ministro italiano, se emplearon todos los coches que mostraban el potencial de la industria automovilística transalpina de la época: el lujoso Fiat 130 berlina en el que viajaba cuando fue secuestrado, la rápida berlina deportiva Alfa Romeo Alfetta de su escolta o el utilitario Fiat 128 que interceptó su paso. Su cadáver apareció meses después en el maletero de un humilde Renault 4, en una desgarradora imagen que dio la vuelta al mundo.
En el segmento del lujo Mercedes es una de las marcas más apreciadas, por lo que el depuesto dictador nicaragüense Anastasio Somoza empleaba un 280 SE blanco del tipo W116, elegido en 1974 como coche del año en Europa. Fue atacado el 17 de septiembre de 1980 en su exilio de Asunción (Paraguay) por un comando sandinista, provisto de fusiles M-19 y hasta un lanzacohetes. Aunque el auto quedó completamente destruido y sus ocupantes carbonizados -al no estar blindado-, cuentan las crónicas que el motor siguió funcionando, lo que alimentó la leyenda de la proverbial robustez de las mecánicas alemanas, en otro ejercicio de publicidad gratuita.
Un atentado que ha sido una y mil veces reproducido en televisión es el intento de asesinato de Juan Pablo II, cuando fue disparado en la plaza de San Pedro por el extremista turco Mehmet Ali Agca, mientras saludaba puesto en pie a los fieles desde la parte trasera de un Fiat 1107 Nuova Campagnola. Tras el suceso, fue retirado con apenas un año de servicio en su misión de “Papamóvil”, hallándose actualmente expuesto en el Museo Vaticano. Dicho vehículo era la evolución del primer todo terreno fabricado por la casa turinesa, que estuvo en el mercado durante décadas.
La popularización de este tipo de vehículos se extendió a su empleo por los líderes mundiales, especialmente en países con deficiencias en infraestructuras. Benazzir Bhutto, ex-primera ministra de Pakistán y primera mujer en gobernar un estado musulmán, viajaba en la parte trasera de un Toyota Land Cruiser cuando una explosión acabó con su vida y la de decenas de personas el 27 de diciembre de 2007, en Islamabad.
España no ha sido ajena a este tipo de actos, más bien al contrario, siempre con Madrid como tétrico escenario. El presidente del consejo de ministros Eduardo Dato encontró la muerte el 8 de marzo de 1921, cuando fue tiroteado su Marmon 34 por tres anarquistas que iban en una moto Indian con sidecar, al paso por la Puerta de Alcalá. Hoy día puede contemplarse el coche en el Museo del Ejército de Toledo, un avanzado automóvil americano, propulsado por un motor de 6 cilindros y 34 CV, de peso contenido por el empleo de aluminio en muchos componentes.
También de origen americano era el Dodge 3700 GT utilizado por otro presidente de Gobierno, Luis Carrero Blanco. Una potente carga explosiva, colocada por los asesinos de ETA mediante un túnel en el subsuelo de la calle Claudio Coello, estalló a su paso, elevándolo por encima de las cinco plantas de uno de los edificios aledaños, cayendo a su patio interior. Aunque falleció junto con su chófer y su escolta, el Dodge aguantó el brutal impacto mucho mejor de lo que cabría esperar en un automóvil sin blindaje, como se aprecia actualmente al observarlo, en el Parque y Centro de Mantenimiento de Vehículos Rueda nº 1 de Torrejón de Ardoz, al que fue retirado tras estar expuesto en el Museo del Ejército en su anterior sede madrileña. Para apreciar la magnitud del suceso, imprescindible la película Operación Ogro, de Gillo Pontecorvo.
La importancia de un blindaje se constató por José María Aznar el 19 de abril de 1995, un año antes de alcanzar la presidencia del Gobierno. Un coche-bomba estalló en las confluencias de las calles Arturo Soria y José Silva, al paso del Audi V8 del entonces líder de la oposición. Decenas de heridos, una mujer fallecida por el derrumbe de su casa y un escenario poco menos que de guerra fue la imagen que dejó el atentado, del que Aznar salió ileso. Al Audi se le perdió la pista hace 5 años cuando fue subastado, encontrándose en el mismo estado en que quedó tras la explosión, en la que resultaron salvadores los cristales de 15 mm y la manta antibombas de los bajos. De hecho, el coche pesaba una tonelada más que su versión comercial.