El siglo XX asistió al fracaso del estatismo totalitario y al triunfo de la democracia liberal tal como la conocemos hoy. Algunos países como Estados Unidos, Irlanda, Suiza, Taiwán o Nueva Zelanda optaron por el capitalismo liberal mientras que otros, como la mayoría de las democracias europeas, se decantaron por un sistema mixto como la socialdemocracia. En el primer grupo, el estado tiene un peso mucho menor e interviene menos en la economía, hay por lo tanto más libertad económica que en el segundo, donde sucede todo lo contrario.
Hasta principios del siglo XXI, el estado del bienestar europeo, aún siendo grande, todavía no se había convertido en el leviatán que es hoy en día. Actualmente en muchos países el estado consume cerca de la mitad del PIB anual, y en varios roza el 60%. Sabemos a ciencia cierta que el gigantismo estatal produce la expulsión paulatina del sector privado, de donde se deriva el empobrecimiento socioeconómico. Es el caso de España, y de la mayoría de los países del sur de Europa, incluyendo a Francia.
Las evidencias son claras. Entre el 2018 y el 2023, el gasto público de España aumentó 5 pp hasta el 47% del PIB. Durante este período nuestra posición en el ranking mundial de PIB per cápita cayó del puesto 32 al 37 y nos alejamos 4 puntos porcentuales de la renta media de la UE.
Nuestros políticos han olvidado que Suecia ya recorrió este camino a lo largo de la segunda mitad del siglo pasado, alcanzado su estado un 70% del PIB, todo ello con muy malos resultados macro y microeconómicos. Tanto es así que han reducido el peso del sector público 25 puntos porcentuales, optando por favorecer la libertad económica, con gran éxito.
Este tipo de libertad no solo favorece la prosperidad de la mayoría, además fomenta la libertad política, lo que lleva a una mayor calidad democrática. Los países donde no hay libertad económica son pobres y además no tienen democracia, es el caso de Cuba, de Corea del Norte, la antigua URSS, Venezuela, Irán, Afganistán, China, etc.… Esta última es un caso interesante porque está saliendo de la pobreza gracias a que ha adoptado parcialmente el capitalismo y la libertad económica. Hay países que tienen escasa libertad económica y tienen democracia, aunque esta suele ser de baja calidad, y además son pobres. Es el caso de Argentina bajo el peronismo, Brasil, México, etc.
Las socialdemocracias del sur de Europa se sitúan en una posición intermedia en el ranking de libertad económica, de manera que también están en una posición regular en materia de desarrollo económico y calidad democrática. En cuanto a las democracias del norte de Europa, estas gozan de bastante más libertad y es por esto por lo que nos superan ampliamente en términos de renta y calidad institucional.
Hay por lo tanto una correlación positiva bastante elevada entre libertad económica de un lado y prosperidad y calidad democrática de otro. Sin embargo, la correlación entre libertad económica y el tamaño y el grado de intervencionismo del estado es notablemente negativa .
En conclusión, las evidencias demuestran que, si queremos elevar el nivel de vida de las clases medias y bajas, es imperativo ascender al top 10 del ranking mundial de libertad económica. Para lograr esto es necesario reducir notablemente tanto el peso como el grado de intervencionismo del estado en la economía. Además, de esta manera, mejoraremos la calidad de nuestras instituciones democráticas, lo que redundará también en el fortalecimiento de nuestros derechos políticos.
Creo firmemente que hay que introducir en nuestro ordenamiento jurídico límites al poder de los políticos para que el estado no se convierta en un amo en vez de en un servidor. No es por casualidad que la UE tiene graves problemas desde que aceptó que los gobiernos dejaran de respetar los criterios de Maastricht.
Algunos de los límites que nos pueden ayudar a embridar el poder del estado son:
- Limitar el gasto público al 40% del PIB
- Prohibir el déficit público cuando la economía esté en expansión
- Obligatoriedad de generar un superávit primario de al menos el 150% de los intereses de la deuda pública en fases de expansión
- Limitar la deuda pública a un máximo del 75% del PIB en tiempos de crisis, siendo el objetivo a alcanzar en fases de bonanza del 60% (Maastricht)
- Limitar la presión fiscal al 33% del PIB
- Limitar el esfuerzo fiscal de los ciudadanos al 33% de sus ingresos
- Limitar los gastos de personal del sector público al 8% del PIB
- Limitar el intervencionismo regulatorio
Desde la época de los siete sabios de Grecia, quizá por medio de Quilón de Esparta, sabemos que nada en exceso es beneficioso, ni para el cuerpo humano, ni para el cuerpo social.
El estatismo extremo siempre fracasa, ya sea en su formulación totalitaria, autoritaria, o socialdemócrata. No solo no genera prosperidad, sino que daña la esencia de la democracia. Urge por lo tanto moderar la avaricia de los políticos.