El próximo miércoles 19 se presenta en la librería Antonio Machado la reedición de ‘Las pirañas’, la novela maldita que escribió Miguel Sánchez-Ostiz hace 32 años. Digo maldita por la indignación que produjo su publicación en la ‘negra provincia’, al verse las pirañas pamplonicas mal mentadas y peor retratadas. Mi amigo Miguel ha publicado más de setenta títulos desde entonces, se dice pronto, pero como los grandes siempre ha escrito el mismo libro, de voz tronada e inmisericorde que le hace reconocible leyendo una docena de líneas.
Para describir la literatura de Sánchez – Ostiz es inevitable recurrir a Louis-Ferdinand Céline , autor al que él admira tanto y cuyo sello aparece en toda su obra. Miguel, que es medio francés por matrimonio con la maravillosa Dominique, escribe en otro idioma y en otra época, pero las reminiscencias del estilo celiniano permanecen incólumes. Los que conozcan la obra del escritor parisino se preguntarán cómo es posible imitar a alguien tan inimitable, la única respuesta que se me ocurre es que lean ‘Las pirañas’.
Con esta somera descripción ya se puede colegir que Miguel no es un escritor ‘popular’, la lectura de esta obra exige un cierto esfuerzo intelectual ante una torrencial prosa que hace pocas concesiones, que incomoda al lector por el crudo retrato de nuestra sociedad, en este caso centrada en los años 80 pero que desgraciadamente sigue vigente, si no más, en la actualidad. Su magistral manejo del idioma lo coloca a veces en la categoría de ‘intraducible’, como ocurre con el propio Céline, cuya lectura en francés nos abre una dimensión desconocida. La adocenada libresca actual, monocorde y previsible, necesita de la reedición de novelas como esta que nos retrotrae a un tiempo perdido, el de los gigantes de la literatura.