Joaquín Balaguer fue presidente de la República Dominicana en siete ocasiones, constituyendo tres de ellas el último periodo interrumpido desde 1986 al 1996. Pero ya en 1986, cuando compareció a los comicios, el pueblo dominicano tenía claro sus graves problemas de visión. No obstante la mayoría de los votos de los dominicanos bajo la consigna de que “no iba al Palacio Nacional a ensartar agujas”. En ese momento asumió la primera magistratura del Estado: octogenario y ciego.
En una visita a la República Dominicana de la Miss Universo 1989, la holandesa Angela Visser, quien fue considerada la mujer más bella escogida hasta ese momento en la historia de ese certamen, visitó al entonces presidente del país, Joaquín Balaguer.

Cuando llegó a las escalinatas del Palacio Nacional, lo primero que preguntó es que si era cierto que el presidente era ciego. Que por favor le indicaran cómo manejarse porque nunca había estado en una situación similar.
Pero, ¡oh sorpresa!, cuando la señorita entró al despacho del presidente, él la miró a los ojos y le dice: “Qué precioso vestido usted tiene, del color del sol, para alumbrarnos con su belleza”. Al hacer esta afirmación todos los que estábamos presentes nos quedamos atónitos, ya que no entendíamos cómo había visto a la beldad. La misma joven no salía del asombro y se quedaba mirándonos. Ella llevaba puesto un vestido amarillo intenso con unas florecitas azul marino, dando un contraste hermosísimo. Tal cual decía el presidente la Miss Universo irradiaba una belleza inusitada. Al salir estaba desconcertada, no entendía nada… Le dije: Your beauty have light to his eyes. You made a blind man see. (“Su belleza les dio luz a sus ojos. Hizo ver a un ciego”).
En la tarde de ese día visité a mi oftalmólogo, el Dr. Arnaldo Espaillat Cabral, para un cambio de espejuelos, y, cuando terminó de auscultarme, le relaté lo que había pasado en la mañana con la Miss Universo.
Entonces el galeno me explicó que todo indicaba que Balaguer tenía una "visión tubular", que aunque experimentaba una pérdida total de la visión periférica, podía tener un poco de visión central, que le permitía distinguir colores fuertes y formas de cosas que tuviera delante. Era como “mirar a través de un tubo”.
Meses después uno de mis compañeros de protocolo me dijo: “Hoy yo te voy a demostrar que el viejito ve”. Yo, muy preocupado, sabiendo que era capaz de cualquier travesura, le dije: “Cuidado con lo que vas a hacer”. Al cabo de unos minutos nos llamaron para que fuéramos al despacho porque iban a llegar unas visitas y cuando se paró al lado del presidente el funcionario le sacó la lengua.
Parece que el presidente advirtió que era un movimiento extraño y le preguntó: “Fulano, ¿qué usted hace?” Cuando ese muchacho escuchó eso salió corriendo y se dio un golpe con la punta de uno de los escritorios, quedándose cojo durante muchos días.
Yo también salí estupefacto por la situación que se había dado. No lo podía creer. Luego me preguntaron qué había ocurrido cuando estábamos adentro, yo no dije ni una palabra, solo que el compañero se sintió mal y salió corriendo, porque entendía que tenía que proteger al amigo y si decía algo lo iban a cancelar.
Días después el compañero me dijo: “Tú ves, Miguelito, te lo probé: no es ciego nada. Él sí ve”.