Un gallego en la galaxia

La ilusión de paz

Para muchos de nosotros los sucesos del 7 de octubre del 2023 marcaron un antes y un después. Habíamos estado dormidos, perdidos y distraídos en nuestra propia cotidianeidad. Nos habíamos olvidado por completo de la situación de los palestinos en los territorios ocupados que, bien mirado, incluyen al propio Israel. Y de repente los presos rompen el cerco del campo de concentración más grande del mundo y atacan a sus carceleros, replegándose con sus rehenes a los túneles de Gaza. Todo el mundo se horroriza y se apresura a apoyar el derecho de autodefensa israelí, dando así carta blanca a una represalia militar modelada en el precedente bíblico de Amalec. Pero ese día nos abrió los ojos y conforme nos fuimos concienciando de la situación, comprendimos que las injusticias contra el pueblo palestino duraban más de un siglo, remontándose a la época colonial. La creación del estado de Israel sobre los cimientos etnocéntricos del sionismo siguió el patrón colonialista de los imperialistas que lo apoyaron. Los palestinos no tenían ni voz ni voto. Cuando se alzaron contra la ocupación forzosa, los británicos se los cargaron. Pero cuando los israelíes desataron su campaña de terror contra los palestinos, los británicos se cruzaron de brazos, permitiendo que los terroristas judíos llevasen a cabo su limpieza étnica, dinamitando sus aldeas para borrarlas del mapa e impedir su retorno. 

A partir de ese momento, los crímenes cometidos por Israel contra los palestinos se multiplicaron. A pesar de una larga serie de resoluciones de la ONU condenando tales abusos, una vez se aseguró el apoyo incondicional de los EUA, Israel pasó olímpicamente de dichas resoluciones y siguió violando los derechos del pueblo palestino con plena impunidad. Y es evidente que ése mismo apoyo incondicional de los EUA, expresado abiertamente en su repetido veto de las resoluciones de alto el fuego del Consejo de Seguridad, es lo que le ha permitido a Israel cometer este genocidio. Homo homini lupus est. Los lobos organizados se mofan del perro guardián de la ONU, un perro viejo, desdentado, que se empeña en controlar a esa manada de depredadores con sermones sobre los derechos humanos. La ley internacional ha sido una tapadera para las empresas despiadadas de la codicia colonialista. Los dueños del mundo las blanden para justificar sus invasiones y golpes de estado, tras los cuales imperan sus intereses materialistas y su actitud sanguinaria hacia los pueblos oprimidos. Lobos cínicos.

Uno se cansa de repetir semejantes obviedades, pero al parecer una gran mayoría, adaptada a la cultura panera y circense, no quiere darse por enterada. Pero esta concienciación se hace más urgente y necesaria justo ahora cuando se habla de un alto al fuego, del cese de las hostilidades e incluso de un acuerdo de paz. Lo único que se ha firmado es una tregua para facilitar la devolución de los últimos rehenes y permitir la entrada de la ayuda humanitaria. Pero los veinte puntos de la propuesta de Trump no abordan ni las causas del conflicto ni las consecuencias jurídicas del genocidio. Esta propuesta es una ilusión de paz. Ilusión en su doble sentido de aspiración y mentira. A todos nos hace ilusión la paz, pero sabemos que los lobos están forzando a las ovejas a firmar su vuelta al redil bajo la supervisión de una junta capitaneada por el propio Trump y su virrey en Oriente Medio Tony Blair, ambos criminales de guerra. No habrá paz mientras los victimarios sigan rigiendo los destinos de sus víctimas. Nos están contando cuentos para que volvamos a dormirnos. Pero ya nos lo puso claro Santa Teresa: 

“No hay que temer, no durmáis, 
pues que no hay paz en la tierra,
aventuremos la vida.”