Bit a bit: historias de blockchain e inteligencia artificial

Lo que el Gobierno Español debe entender sobre la Inteligencia Artificial

El futuro de nuestros países depende de entender y construir IA. ¿Estamos listos para enfrentar la revolución tecnológica o vamos a quedarnos atrás? #InteligenciaArtificial #Tecnología #IA #AméricaLatina #Gobierno #RevoluciónTecnológica #FuturoDigital

Imagina un mundo donde la inteligencia artificial (IA) supera a cualquier humano en cualquier disciplina. No es ciencia ficción. Es la realidad que enfrentaremos en los próximos dos años. Pero aquí viene la gran pregunta: ¿están nuestros gobiernos preparados para enfrentar lo que se avecina? La respuesta, lamentablemente, es un rotundo no.

No se trata de advertir sobre robots asesinos o inteligencias artificiales que deciden destruirnos. No, la cuestión es mucho más simple y, a la vez, mucho más peligrosa: nuestros gobiernos no entienden cómo funciona la IA, y menos aún cómo construirla. Estamos hablando de una incapacidad que puede llevar a nuestros países a una posición de vulnerabilidad económica y de seguridad nacional sin precedentes.

La matemática detrás de la IA no es algo inalcanzable. Es álgebra lineal, cálculo vectorial, estructuras de datos. Conceptos que se enseñan en cualquier escuela o universidad que prepare ingenieros. Pero la infraestructura necesaria para hacer IA avanzada, esa sí es un lujo que muy pocos países pueden permitirse.

Hablemos claro: no basta con que Amazon o Microsoft instalen centros de datos en nuestros países. Creer que con eso ya podemos competir en el campo de la IA es un error garrafal. Porque la IA no se construye únicamente con edificios llenos de servidores; se construye con microchips avanzados que solo unos pocos países son capaces de fabricar.

Actualmente, la empresa holandesa ASML es la única capaz de construir las máquinas necesarias para producir estos microchips. Estados Unidos, China, Japón, ni siquiera Taiwán, tienen la tecnología para fabricarlas. Así de crítico es el asunto. Sin esas máquinas, la IA avanzada es simplemente imposible.

¿Te sorprende saber que la tecnología para producir estos chips está tan protegida que su exportación está regulada con el mismo nivel de restricciones que las armas nucleares? Así de importante es. Y mientras tanto, nuestros países siguen creyendo que pueden "comprar" IA como si fuera un producto de supermercado.

Si alguien quiere competir en la élite de la IA, necesita algo más que buenas intenciones. Necesita acceso a esos chips avanzados, infraestructura propia y, sobre todo, talento humano preparado para diseñar sistemas capaces de aprovechar al máximo esta tecnología.

Y aquí es donde empieza nuestro verdadero problema.

En España, por ejemplo, no contamos con centros de datos masivos capaces de entrenar modelos avanzados de IA. Ni siquiera podemos acceder a los chips más modernos en cantidades significativas, porque Estados Unidos controla su distribución de manera estricta. De hecho, empresas como OpenAI utilizan los chips más avanzados de Nvidia, los H100, para entrenar sus modelos más potentes. Y si un país quiere comprar esos chips, necesita un permiso especial del gobierno estadounidense. Un permiso que, en la práctica, es casi imposible de obtener.

El caso de China es paradigmático. Antes de que se impusieran las restricciones, lograron entrenar modelos avanzados utilizando chips H800, una versión anterior a los H100. Pero su acceso a esta tecnología está ahora tan restringido que solo pueden avanzar utilizando métodos alternativos o desarrollando sus propias tecnologías, algo en lo que están invirtiendo sumas astronómicas de dinero.

Ahora, volvamos a nuestra realidad. En la mayoría de nuestros países, la IA es utilizada principalmente para tareas triviales como resumir textos o redactar documentos simples. Pero esta tecnología es capaz de mucho más. Ya se utiliza para acelerar la programación de software, mejorar la logística de empresas y tomar decisiones complejas en cuestión de segundos. Y todo esto se logra gracias a la combinación de miles de chips trabajando juntos en centros de datos gigantescos.

¿Sabías que la inteligencia artificial ya está involucrada en prácticamente todos los empleos que usan computadoras? Aunque no lo veamos, está ahí, funcionando detrás de cada búsqueda en Google, cada recomendación en Netflix, cada traducción automática que hacemos. Y cada día es mejor en todo esto.

El problema es que, mientras nuestros países no inviertan en infraestructura propia y formación adecuada, estaremos condenados a depender de otros. Y esa dependencia tiene un precio muy alto.

Otro punto que debe quedar claro es que todo uso de IA es transparente para quienes poseen el centro de datos. Esto significa que cualquier decisión que se tome utilizando IA puede ser vista por quienes controlan el hardware. Si un país extranjero tiene acceso a esos datos, se vuelve un riesgo de seguridad nacional.

La única forma de evitar esto es teniendo centros de datos nacionales. Lo que algunos llaman “la nube” no es más que una colección de servidores físicos conectados a la red eléctrica y ubicados en un lugar físico dentro de un país. Y el acceso a esos recursos debería ser aprovechado por los ciudadanos que viven en ese país, no por intereses extranjeros.

Es cierto que iniciativas como el código abierto brindan una esperanza para democratizar el acceso a la IA. Pero aunque existan modelos libres como LLaMA de Meta o DeepSeek en China, nada de eso resuelve el problema de acceso a la infraestructura y al talento necesario para competir al más alto nivel.

Por último, está el tema de la educación. Necesitamos que nuestros países sean bilingües, no solo en lenguaje natural sino también en lenguaje matemático. Enseñar desde la primaria conceptos como matrices, álgebra lineal y cálculo diferencial es esencial si queremos que las futuras generaciones puedan construir, no solo consumir, inteligencia artificial.

En resumen, estamos ante un cambio de paradigma tan grande como el de la Revolución Industrial. Pero esta vez, la velocidad del cambio es abrumadora. Dos años. Ese es el plazo que tenemos antes de que la IA más avanzada supere a cualquier humano en cualquier disciplina. ¿Estamos preparados? ¿O vamos a quedarnos dormidos mientras otros construyen el futuro?