Prisma Internacional

Genocidio en Gaza

Un fantasma recorre el mundo, jaleado por los políticos más ignorantes, los analistas de salón, los propagandistas de Hamás y los periodistas a sueldo de los medios más furibundamente antisemitas: el fantasma del genocidio en Gaza.

En Gaza no hay, no ha habido, ni habrá, ningún genocidio, por mucho que el diario El País siga tratando de demostrarlo diariamente sin ningún argumento ni fundamento científico ni jurídico porque un genocidio es cuando, según reza el diccionario de la Real Academia de España, se realiza el exterminio sistemático de un grupo humano por motivos de raza, etnia, religión o nacionalidad. Eso no está ocurriendo en Gaza, donde se está desarrollando una gran acción antiterrorista, por cierto, bien exitosa y que ya ha descabezado a Hamás.

En primer lugar, antes de entrar al trapo con la cuestión, conviene clarificar las cosas y situarlas en su justo contexto. La guerra de Gaza, entre Israel y el grupo terrorista Hamás, la comenzaron los palestinos de este enclave el día 7 de octubre de 2023 cuando centenares de ellos atacaron por tierra, mar y aire al Estado hebreo, pero sobre todo atacando objetivos civiles indefensos, como granjas, fiestas, viviendas, propiedades privadas, negocios y objetivos no militares desarmados y con pocos riesgos para los terroristas. 

Hamás sabía que ese mismo día comenzaría una guerra con Israel, sacrificando y exponiendo a su pueblo a las consecuencias que padecen hoy, y al secuestrar a 250 rehenes judíos, muchos de los cuales han sido asesinados, torturados previamente, tratados inhumanamente y sometidos a tratos deleznables, que el conflicto entraría en una espiral de inciertos resultados e impredecibles consecuencias. En segundo lugar, los datos que nos ofrecen nuestros medios de comunicación a diario, como ocurre en nuestro país y en otros, son absolutamente incomprobables y probablemente falsos. Son los datos de una organización terrorista, Hamás, que controla todos los movimientos en Gaza, y nunca han sido contrastados por ninguna otra fuente u organización internacional. Los cincuenta y cinco mil muertos que asegura Hamás que se han producido en estos seiscientos días de combate no son creíbles, ni verificables, ni se ajustan con toda seguridad a la realidad.

Y, en tercer y último lugar, Hamás tuvo la oportunidad hace tiempo de haber detenido la maquinaría militar israelí si hubiera entregado a los rehenes y buscado un acuerdo con el Estado hebreo a través de Qatar y Egipto, los dos países árabes que llevan mediando en esta guerra desde el comienzo del conflicto y que le ofrecieron al grupo terrorista una salida negociada que nunca aceptaron. Ni siquiera los Estados Unidos ya al mando de Donald Trump, con todos los canales de comunicación abiertos con el grupo terrorista, ha conseguido que los dirigentes de Hamás entraran en razón y liberaran a los rehenes,  para así facilitar una tregua con Israel y bajarle intensidad al conflicto. Prefirieron que siguieran muriendo los civiles, incluidos los judíos en manos de Hamás y las víctimas de los bombardeos hutíes, a un acuerdo con sus sempiternos enemigos, a los que esperan un día arrojar al mar para exterminarlos de una vez por todas. 

El problema reside en que Hamás, con la ayuda de muchos gobiernos occidentales, a la cabeza de los que se encuentran España, Noruega, Irlanda, Brasil, Colombia y Chile, está ganando la guerra propagandística y lo sabe. Cada día que pasa, con esas escenas manipuladas y preparadas para engatusar a estúpidos y desinformados, el deterioro de la imagen de Israel en el mundo aumenta y la causa judía pierde partidarios, aumentando el antisemitismo. También alimenta las dudas que embargan acerca de la legitimidad y la justicia de la guerra emprendida por Israel. Hamás tiene todo el tiempo del mundo, no le importan ni sus civiles ni sus niños, por muchos que en Occidente los izquierdosos lloran con sus lágrimas de cocodrilo por los mismos, sino que lo realmente le importa es que la guerra se extienda en el tiempo, aumentando el desprestigio de Israel en la escena internacional, los Estados Unidos se impliquen en el conflicto y los europeos, con la Unión Europea (UE) al frente, vuelvan a la vieja (y fracasada) fórmula de los “dos Estados” para volver al punto de partida inicial, es decir, con Gaza en sus manos y el grupo terrorista con su operatividad al máximo.

Sin embargo, en el camino han quedado las 1250 víctimas del ataque de Hamás, los 250 rehenes destrozados -algunos asesinados, otros lastimados de por vida- y una sociedad torturada, abatida y herida quizá para siempre, y  también un reguero de destrucción material, física y humana casi interminable. Aparte de las miles de víctimas, hay otro daño colateral muy difícil de cuantificar: la confianza entre judíos y palestinos se ha roto para siempre, será muy difícil volver a recuperarla y que ambas partes se vuelvan a sentar en una mesa para negociar su futuro como si nada, ese es quizá el mayor daño que ha causado Hamás con su ataque del 7 de octubre. 

Conozco muchos judíos que siempre estuvieron preocupados por la suerte de los palestinos, por sus anhelos, sus sufrimientos y sus padecimientos diarios, pero que ahora reflejar esos sentimientos les costaría y serían tratados como traidores entre los suyos. En Gaza, se lo aseguro y no se engañen, no ha habido ningún genocidio, sino algo mucho peor que todo lo que puede significar en sí mismo eso: la destrucción de todos los puentes entre ambos pueblos quizá para siempre. Y eso, amigos míos, es irrecuperable. Hamás lo sabía, por eso atacó con todas sus fuerzas a Israel ese día y logró sus objetivos finalmente.