“Que no se escape la Paz”, es el título de una de las obras del pintor Fernando Prieto (A Coruña, 1947), que se exponen en este mes de diciembre y hasta el próximo enero en el Museo Americano de la Diáspora Cubana de Miami, agrupadas bajo el título “Liberty, Hunger and Desperation”. Todas ellas en su sentido, sintonizan con los principios de la institución que potencia en sus programaciones aquellas trayectorias que han puesto por bandera la defensa de los derechos humanos, la paz y la libertad. Entre las recientes exposiciones del museo destacan las dedicadas a los pintores cubanos Baruj Salinas (La Habana, 1935) y Ramón Unzueta (La Habana, 1962- Santa Cruz de Tenerife, 2012).
Y siguiendo en la línea de fidelidad a sus orígenes y en la confianza de la capacidad transmisora del arte para sensibilizar conciencias y dar visibilidad a todas aquellas poéticas que en el campo de la plástica se dirigen a un público universal, desde el museo han considerado oportuna y conveniente la relación de la pintura de Prieto con los argumentos establecidos en torno a esos ideales. El artista los viene desarrollando ininterrumpidamente aplicados a las temáticas de una buena parte de sus creaciones; en ellas vuelca sus reflexiones en torno a la justicia, la paz, la libertad o el amor, mostrando esas inquietudes por medio de un lenguaje integrado en el contexto de un realismo tan personal como identificable. En ese extenso campo ha encontrado su lugar en el mundo, también en la afirmación de aquellas convicciones que le mueven y le llevan a plasmarlas en los lienzos.
El artista tiene en su haber una sólida formación sustentada en el conocimiento de los grandes maestros de la pintura universal, ya sean clásicos o contemporáneos, entre los que sobresalen Velázquez, Zurbarán, Magritte o Dalí; un valioso bagaje que ha dejado honda huella en su ánimo, sin que ello impida que su obra brote con total identidad.
Más allá de lo que es objetivamente visible en su pintura, cobran presencia en sus lienzos las emociones, territorio intangible del que fluyen razones para la creación; en la mirada interior y en la introspección encuentra el pintor suficientes argumentos que de algún modo llegan a relacionarse con ciertos aspectos del surrealismo histórico; en su pintura se manifiestan los sueños, las invenciones alteradas y materializadas en imágenes presentadas en primer término que suscitan preguntas e interrogantes; objetos de gran plasticidad: frutas, despojadas de cualquier elemento accesorio, prendas de vestir, o seres humanos, en parte revelados, se insertan en un lugar indefinido en el que pierden su condición original y se manifiestan más allá de su naturaleza para convertirse en figuras oníricas ajenas a su inicial situación. Nada le impide al pintor traspasar los umbrales de lo real para provocar ese juego misterioso y hacer en algunos casos uso de metáforas y símbolos.
Quienes se acerquen a su obra podrán captar su capacidad para establecer un renovado clasicismo; el color de tonalidades brillantes alcanza la total superficie y los fondos, claros u oscuros son nítidos territorios, en los que se produce la acción de los seres animados o inanimados. Además una suerte de ruptura físicamente visible --elemento de cambio--, acostumbra a estar presente en las creaciones de Prieto, anticipando los imperiosos deseos de mostrar en primer término la primigenia causa que dará sentido a cada obra. En su pintura subyace, en todo momento, un importante aspecto autobiográfico y el pintor así lo afirma cuando dice que al ver su obra se pueden adivinar sus motivaciones. Está en lo cierto; en ella se perciben incógnitas, inquietudes, deseos y también evidencias, exhortaciones o advertencias que alcanzan el máximo sentido en una buena parte de las obras seleccionadas para esta exposición. Destacamos algunas de ellas: “Destruyendo la obra”, “ Aflicción”, “El último abrazo”. “Paz y libertad“, “Quiero vivir”, “Ansia de libertad“. Y como parte de su esencia y condición, los títulos refrendan y cierran los argumentos escogidos.
