La mirada de Ulisas

Pongamos en evidencia las injusticias y demos importancia a la legitimidad

LA MIRADA DE ULISAS se centra en un hecho que parece ejemplar. Nunca mis ojos han observado a una armada, bien guerrera y dispuesta a erradicar al enemigo, que le otorgue tanto cuidado y esmero a proteger a los civiles del bando adverso. Una contradicción que le mostrará al mundo hasta qué punto el ejército israelí pone en práctica los conceptos de hacer una guerra lo más “limpia” o “moral” posible (sabiendo que las guerras ninguna puede existir sin sangre derramada ni muertes colaterales). Toda declaración de guerra acarrea las consecuencias de lo bélico, sin excepción. Trae dolor y desastre. Víctimas y desolación. Pero también, hay que cuestionarse quién o quienes inician la ofensiva y pretenden  no atenerse a las consecuencias de su propia barbarie y salvajismo, pocas veces registrados en la Historia de la humanidad. Los victimarios se escudan bajo mentiras y arbitrariedades. Se hacen víctimas de su propio invento. Además, con el agravante de haber realizado, con orgullo y vanagloriándose ellos mismos: los terroristas de Hamás, vídeos que evidencian los actos cometidos con alevosía y maldad sin límites. Circulan ya esas imágenes que ponen los pelos de punta y el corazón bien arrugado. Ni siquiera el sadismo más extremo ha mencionado tales transgresiones ni violaciones. Y es de resaltar la gran pregunta ¿quién en un conflicto armado? lanza advertencias de evacuación y llama por teléfono a las personas de la población civil del bando contrario para protegerlos y dejarlos con vida. Tampoco sé de muchas guerras donde la ayuda humanitaria entre a granel en el campo antagonista. Con el agravante que son los terroristas del gobierno quienes se abastecen dejando a su pueblo a la deriva. Y todo ello, con una mera intención malévola: desacreditar al Estado de Israel, la única democracia en la región, frente al mundo haciéndolo pasar por un país asesino de niños y de mujeres inocentes. Mi mirada que ha trajinado por la Historia y ha viajado por diversas latitudes jamás ha visto semejante despliegue de resguardo, justamente para tratar de evitar la muerte de civiles. ¿Acaso Rusia hace lo mismo con Ucrania? ¿O se ha comprobado esta práctica o manera de obrar? en otras crisis belicosas. Estamos frente a un fenómeno humanitario y de valores esenciales jamás visto. Y vale la pena sacarlo a la luz para demostrar hasta qué punto los principios de la Torah o de Los Libros Sagrados germinan también en zonas de batalla. Son los valores que se defienden aún en momentos tan oscuros para el planeta, que ya no da más de tanta violencia y desacomodos. Hay que concientizarse para ver dónde se crean estos focos de terror, que intentan dominar el mundo con otras primicias ajenas a las sociedades occidentales, que tanto han luchado por defender los derechos humanos. Incluyen las ventajas a las mujeres que otrora estaban en perjuicio a los homosexuales tan vilmente perseguidos. Ambas condiciones siguen estando regidas por la misma suerte en países autoritarios y dictatoriales. Bien conocidas y denunciadas por sus horrores en pleno siglo XXI.

Hay que abrir el ojo para avisar y avistar lo que le puede suceder a la Tierra, si no le ponemos coto a una avalancha de valores diferentes a los nuestros. Desplome que se avecina como una hecatombe. Se anuncia con sangre y con un dios que permite las matanzas gratuitas o con el sentido de abolir otras civilizaciones. Basta ver que el mundo se enceguece frente a esta realidad, que se denuncia con paso firme y pisando duro. ¿Hasta cuándo? la dejaremos intentar tomar lugar de modo tan impune y cerrando los ojos a una verdad de a puño. Escrita con leyes ajenas a la evolución de la Humanidad. Estamento sagrado que debemos proteger con las ideas más claras y denunciando las atrocidades. Poniendo en evidencia las injusticias y dándole importancia a la Legitimidad, que nos ocupa para precipitar un anhelado mundo altruismo y sin bajezas. Basta despertar y abrir bien los ojos, como intento hacerlo yo desde la mirada de Ulisas, que mora en mi campo visual: un campo sin fanatismos ni vergüenzas.

Más en Opinión