En las coplas de José Bergamín lo primero que nos sorprende es el efecto de la brevedad. En un ensayo sobre el poeta y filósofo madrileño, Joel Caraso hablaba de “una rapidez, fulminante, instantánea, sorpresiva y reveladora.” Podemos decir que, en estas coplas, el poeta deja en el aire una pincelada de eternidad, de la manera más efímera, con muy pocas palabras. Como apunta Caraso, se trata de una revelación luminosa, que se logra merced a “los máximos efectos poéticos en virtud de los mínimos recursos expresivos;” es decir que, con una rigurosa economía, Bergamín consigue expresar en sus coplas una sabiduría esencial, concentrada en tres o cuatro versos. En este sentido Caraso apuntaba que la copla del poeta madrileño puede “hacer audible, sobrecogedor, maravilloso, el silencio.” Porque los versos breves consiguen dibujar ese silencio que nos deja la muerte. De ahí que Caraso compare a la copla de Bergamín con un quiebro, que en el toreo se hace con la capa, y en la copla con un cambio de ritmo. Es decir que cuando el toro pasa, también pasa la muerte, y eso es lo que queda en el aire, la muerte, un audible silencio, aquello que la música, el verso y el toreo nos dejan. Porque a fin de cuentas eso es lo que queda después de la vida. Bergamín en su música callada se refiere al “ahí queda eso del toreo, como del baile y el cante flamencos.”
Y justamente en la siguiente copla el poeta dibuja el ahí queda eso de la palabra:
La verdad de las palabras
no es verdad por lo que dicen:
es verdad por lo que callan.
Podemos pensar que en el toreo y en la poesía lo que queda es una muerte que dice la verdad.
En la siguiente seguiriya, el agua nos habla no con su sonido sino -en una suerte de sinestesia-, con su transparencia, cuando canta más bajito:
Cuando el agua aquieta
su corriente clara
es cuando nos dice con su transparencia
todo lo que calla.
De esta misma manera el cantaor detiene su ímpetu y nos canta por lo bajini, casi rozando el silencio, en la máxima pureza del cante, casi tornando transparente al aire.
En la siguiente soleá de tres versos el agua también sabe cantar por lo bajini:
Si cantas, canta bajito,
como el agua del arroyo
que va corriendo entre guijos.
Estos tres versos alegorizan la depuración poética en su sentido más tradicional (que no necesariamente popular), el verso es como el guijo, una piedra que el arroyo va puliendo, decantando, hasta que la piedra canta.
En esta soleá de tres versos las piedras cantan con su silencio:
Lo que dicen las estrellas
lo escuchan para guardarlo
en su silencio las piedras.
La verdad de la palabra está en su esencia efímera, en su pasar pasajero, porque la verdad de la palabra está en su silencio:
Cuando un viento las trae
y otro las lleva
es cuando las palabras
son verdaderas.
Son verdaderas
porque son luminosas
y volanderas.
Como un dibujo en el aire, como la escultura que el agua traza sobre la piedra, con la transparencia del arroyo, la copla de José Bergamín nos deja el alma desnuda, porque sus versos van buscando el silencio, así como el torero roza la muerte, como el cantaor busca el precipicio, así como el verso necesita morir en un instante.
Como la flor de la hierba
que se sopla y que se va
es la palabra huidera.
(Canto rodado, p. 84)