Sencillamente irresistibles

Calígula se ha reencarnado

A los zurdos, como llama Javier Milei presidente de la Nación Argentina a los de izquierdas, les encanta celebrar las muertes de los ancianos ¡Que buenas gentes! 

Y así, en tanto unos cuantos han salido con bengalas a las calles de París para brindar por el viaje al otro mundo de Jean Marie Lepen, ex presidente del Frente Nacional, en España, Don Pedro Calígula Sánchez junto con absolutamente toda su corte ministerial, apesebrada, aleccionada y de gran gala, se han apresurado a festejar que hace 50 años un señor llamado Francisco Franco murió en la cama el 20 de noviembre de 1975 en el Hospital de La Paz, de una parada cardiaca. 

Y fue enterrado y sepultado y resucitó.

Fue enterrado. 

A las 14.11 horas se oyó la losa encajarse en el sepulcro; en el Presbiterio, entre el Altar Mayor y el Coro de la Basílica del Valle de los Caídos 

Resucitó porque en 2019 fue desenterrado por Don Pedro Calígula Sánchez y vuelto a enterrar.

Ahora, en 2025 ha sido desenterrado nuevamente, resucitado otra vez en la memoria de quienes ya le habían olvidado y puesto de actualidad para quienes nunca le conocieron, para ser utilizado como pieza clave en lo de conservar el sillón de mandato de su maniaco sepulturero, un diagnosticado “loco por el poder”, capaz incluso de definir, y determinar y “ordenar” de forma imperativamente arbitrada, qué es y cuándo y cómo y quién administra y decide la libertad : “Yo soy la democracia, y la verdad y la vida y el que desentierra y el que establece la historia, y la censura y lo que haga falta”.

Yo soy quien manda, quien decide, quien ordena, quien profana enterramientos… Yo soy quien dicta (o sea, el dictador) 

Soy yo y yo y solamente yo y nadie más que yo como diría el bolero, o el romance de don Mendo, o definitivamente soy la reencarnación de Calígula, un emperador romano terrible, extravagante y ridículo. 

Joven, guapo y aparentemente capaz, comenzó su reinado razonablemente. Pero luego las cosas cambiaron. Su personalidad se hizo agria, lo que algunos historiadores achacan a una enfermedad grave, a la realidad de las cargas administrativas y políticas que suponía ser emperador. 

Inmaduro y poco preparado, sin formación ni habilidades políticas para mantener la confianza de nadie, Calígula empezó a flaquear.

Su estudioso, el historiador Barrett, lo compara más con un Joseph Stalin que con un Hitler trastornado. "Podía distinguir la realidad de la fantasía". 

Pero su realidad estaba impregnada de un ansia de poder total, que ejercía estratégicamente y a su antojo.

Un mandatario enfadado que se burlaba de sus enemigos en el Senado (bueno, en el Congreso)

¿Verdad que en efecto cada vez se hace más patente lo de la reencarnación?, es decir la creencia en que la esencia de las personas (alma o espíritu) empieza una nueva vida en un cuerpo o forma física diferente después de su muerte.

Si, se vuelve manifiesta en Don Sánchez, porque en aquel momento en el que el cortejo de la muerte dejó el ataúd en el fondo de la tumba, y la losa de 1.500 kilos de granito de Alpedrete con una cruz y la inscripción "Francisco Franco” sonó al encajarse en el sepulcro, el general enterrado, que como todos los seres humanos exigía descansar en paz, fue mancillado, desenterrado y utilizado por alguien a quien el respeto por los muertos resbala. 

Por un nuevo Calígula de voz y ademanes melifluos y fatos, reencarnado en un Sánchez cualquiera, dispuesto incluso a nombrar cónsul a su caballo preferido, Incitato.

¡Qué más da un ministro más o menos, si al final, presuntamente todos relinchan!