En mi infancia y mi juventud, tuve la oportunidad de practicar varios deportes: el fútbol (donde según dictaminó el capitán de mi Instituto, José Ramón Rubio Ginés, que era mayor que el resto de alumnos, y hacía las veces de portero y de capitán, era el segundo jugador más destacado, el primero era Salvador Durá González, que era indiscutible, y tenía la ilusión de jugar en el Atlético de Madrid). Yo era defensa izquierdo, ambidiestro y peleón. También formaba parte del equipo infantil de baloncesto, en natación participé en los campeonatos de Castilla como infantil, en la recién inaugurada piscina de la Casa de Campo, y en dos años consecutivos fui tercero en 100 y doscientos metros braza. En balonmano, sorprendentemente, fui subcampeón de España juvenil en 1953, cuando había empezado a jugar unas semanas antes.
Pero el tenis no entraba en mis cálculos, por la sencilla razón de que era entonces un deporte reservado a las clases pudientes, y, salvo en el caso del Club Apóstol Santiago, y el Club El Viso, eran inasequibles, como Puerta de Hierro, el Club de Campo, el Club Velázquez, hasta que a Santiago Bernabéu se le ocurrió la brillante idea de crear la Ciudad Deportiva del Real Madrid, pero eso ya entrada la década de los sesenta.
El tenis fue mi deporte preferido durante muchos años, hasta que por problemas físicos tuve que sustituirlo por el golf, en el que aguanté hasta hace un año, cuando siendo un anciano venerable tuve que decir adiós a la actividad deportiva.
Mi entusiasmo por el tenis me ha permitido tener muchas anécdotas en la memoria, como practicante y federativo, porque participé en la organización de dos Campeonatos absolutos de España, en 1979 y 1980, en la Ciudad Deportiva del Real Madrid, y fui una temporada directivo de la Federación Centro de Tenis, con Jesús Govantes como Presidente.
He pensado que podría ser interesante, y hasta divertido, mientras no me falle la memoria, contar mis recuerdos tenísticos, pero antes me voy a permitir resumir lo que fue la llegada del tenis a Madrid, y su evolución durante más de un siglo. Debo comenzar como terminaban los antiguos sainetes, es decir, pidiendo perdón por mis muchas faltas, porque no soy precisamente un erudito en estos temas, sino un entusiasta de este deporte.
El tenis, como el fútbol y otros deportes, nos llegó de Inglaterra. Los primeros partidos se jugaron en unas pistas en el Retiro madrileño, en 1903. Los tenistas ingleses en la capital crearon el Club Inglés, y en 1906 se fundó el Madrid Lawn Tenis.
Los vascos que estudiaban en la capital crearon una sucursal de su club bilbaíno, el Athletic Club, y del Retiro se pasó a dos pistas en la calle de O´Donnel, que fueron creciendo hasta llegar a 18. Allí destacaron enseguida dos grandes jugadores, con nivel internacional: Manuel Gomar, Conde de Gomar y Manuel Alonso, al que se unió su hermano José María. Mientras, en Barcelona destacaban Enrique “Buby” Maier y Eduardo Flaquer. Tuve la oportunidad de conocer y entrevistar a Manolo Alonso y a Buby Maier, y más adelante tendré ocasión de contar sus recuerdos, experiencias y consejos.
En mi época de estudiante de Bachillerato, que yo recuerde se jugaba al tenis en los siguientes Clubes: Puerta de Hierro, Club de Campo, y Club Velázquez, además del Club Apóstol Santiago y el Club el Viso, encajonado en ese barrio. El emplazamiento de los dos primeros se ha mantenido hasta hoy. El Club Velázquez se situaba en la confluencia de esa calle con María de Molina. Allí empezó, como recogepelotas, el gran Manolo Santana. Y allí asistí a dos campeonatos del Centro de tenis de mesa, en los que participó mi hermano Guillermo, llegando esas dos veces a semifinales. Entonces el mejor jugador, se llamaba Rueda, seguido de Miñana, que era médico radiólogo. Cuando se vendieron esos terrenos para albergar la sede de Iberia, los socios del Velázquez buscaron un lugar para continuar jugando, y lo encontraron el la Alameda de Osuna, donde crearon el Club Alameda, en el que jugaría en mis comienzos, con unas pistas de tierra que frenaban la velocidad de la bola, por lo que yo, que jugaba mejor cuanto más lenta fuera la pista, estaba encantado.
De mi relación con Manolo Alonso y Buby Maier me ocuparé en el próximo capítulo.