Antes que nada, espero que todos, y cada uno de los lectores hayan comenzado el año de la mejor manera posible: rodeados de familia, amigos y en paz.
Paso siguiente: la primera columna del año, y se me plantea el siguiente interrogante: ¿Qué escribo?, y mi mente se encuentra en blanco absoluto.
Por un lado, podría caer en el cliché de hablar de año nuevo, vida nueva, y todas las creencias, ocurrencias, dichos culturales sobre lo que esto significa, y creo, y supongo que ya habrán leído bastante al respecto en estos días, y no es mi idea aburrirlos.
Pero como esto es una columna de opinión (personal), puedo al menos compartir con ustedes lo que significa para mí este comienzo de año, y quizás algunos de los que están del otro lado se encuentren identificados, o compartan alguno de mis anhelos, objetivos, y/o metas.
El cierre de un ciclo llámese año, mudanza, dejar un trabajo, o cualquier cambio importante en la vida de una persona implica detenernos un momento a pensar, y analizar lo que se deja y a planificar/programar lo que vendrá.
Como los que me siguen deben saber soy emigrante argentina, de origen italiano, y me encuentro viviendo en España hace poco más de 3 años.
A mi mente en blanco empiezan a venir las ideas sobre lo que voy a escribir hoy: les voy a contar un poco de las sensaciones de una mujer, y mamá emigrante en este período de fiestas que terminan hoy con la llegada mágica de los reyes.
EL 24 de diciembre del 2021 llegamos con mis hijos a Zaragoza (bella ciudad donde vivimos en España durante poco más de un año), nos esperaba el papá que se había trasladado poco más de un mes antes para trabajar allí.
Llegar, encontrar un departamento prácticamente vació, haber armado una maleta por persona de máximo 23 kg, como indican las aerolíneas, poner en ellas todo: una vida, sueños, anhelos, ropa, y hasta un arbolito de navidad con un pesebre (Belén) para llevar con nosotros el espíritu de la navidad, y que hubiera un poco de ambiente al menos al momento de celebrar nuestra primera nochebuena en España solos los 4.
La previa a dejar Argentina fue durísima, mi hija Avril, que por aquel entonces tenía 13 años, lloraba por dejar a sus amigos, compañeros del cole, familia, y sobre todo sus abuelos (mis padres).
Tomás, de por entonces 6 años, no entendía mucho, eran como unas vacaciones diferentes, tiempo después de llegar a España me preguntaba cuándo volveríamos a Argentina, comenzaba a entender que no volvería a vivir allí.
En lo particular iba llena de ilusiones, miedos, y pensamientos sobre lo que vendría, jamás me lo hubiera imaginado, sabía que tenía por delante meses de gestiones administrativas, acompañar a la familia, ser por primera vez en mi vida nada más y nada menos que solo “ama de casa”, ayudar a mis hijos en la inserción escolar, y mi propia inserción laboral.
Por otro lado, descubrir la pesadilla de la homologación de mi título de odontóloga que se encuentra aún en el Ministerio de Universidades “a la espera”, tal y como mi vida profesional, desde mi llegada a este hermoso país.
Para ir cerrando la columna de hoy les voy a resumir que las fiestas son momentos de pasar tiempo en familia, las fiestas en Europa, y en España, donde vivimos me encantan, a diferencia de Argentina acá hace frío, lo que nos lleva a querer pasar más tiempo en casa, pero se extraña, la pucha que se extraña la madre patria en esta época.
Se extrañan: los abrazos de mis padres y hermanos, los abrazos de mis hijos con sus abuelos, los abrazos de amigos de toda la vida, las cenas, almuerzos, “juntadas de fin de año” de todos los grupos de los que uno participa, del colegio de los chicos, de los diferentes trabajos por los que pasé y donde siempre alguien quedó en la vida, de amigos de la primaria, de la secundaria, de la Facultad, las chicas de la Maestría, y de la vida misma. A todos y cada uno de ellos a los que haré llegar esta columna les deseo el mejor de los años y les digo que les extraño con locura.
Además, agradecer por todas esas nuevas personas que llegan a la vida gracias a esa mudanza de país, y que se resumen así: los amigos de Zaragoza, los de Madrid, la gente con la que trabajo, los amigos recientes, esos que sobre todo en estos meses han sido de gran ayuda con la campaña de donación. También a los que me han apoyado en los momentos más duros de mi vida en el año 2022 donde el mundo se me caía (literal), y sí porque emigrar no es fácil, y en ese año tuve que soportar 3 duelos: el de la emigración, el de no poder ejercer la profesión, y el de separarme de mi compañero de más de 20 años.
Pero hoy estoy más fuerte y decidida que nunca para seguir, y darlo todo en este año que comienza, para poder desarrollarme, y seguir rezando, y anhelando cada día que este sea el año que el Ministerio de Universidades trabaje mi expediente, y pueda volver a ejercer mi profesión, la que durante más de 20 años ejercí: la de odontóloga, en este maravilloso país que hoy es mi hogar.
Y acompañar a mis hijos en el camino de la vida.
Hoy quiero decir gracias, gracias y gracias por todo lo logrado, y pido al cielo que se abran las puertas a una homologación justa a los cerca de 100.000 expedientes, vidas humanas, que como yo se encuentran “a la espera” desde hace años.
Que este sea el año en que podamos volver a decidir por nosotros mismos si queremos ejercer nuestra profesión, y que la burocracia no nos detenga.
Y si tienen amigos, conocidos, compañeros de trabajo que son emigrantes, invítenlos a pasar las fiestas con ellos, es lindo sentirse integrados, acompañados, y también participar de esos encuentros familiares que por razones de distancia ya no pueden ser celebrados cuando uno deja su país.
Por un gran año 2025 de proyectos y sueños cumplidos queridos lectores, y disfrutemos este día de reyes como lo hacíamos de pequeños.
Abrazo y hasta la próxima.