#AI mucho que contar

El algoritmo de Europa

Europa no está en decadencia…, está aprendiendo a desaparecer con elegancia. Desde dentro no se ve así, claro, nos reunimos, hacemos cumbres, firmamos comunicados solemnes, nos felicitamos por el consenso y salimos convencidos de que seguimos en el centro del tablero. Pero tú y yo sabemos que no. Y lo digo porque creo en Europa, porque la hemos construido con esfuerzo, y sé que puede mucho más de lo que está haciendo.

La otra noche, en una cena sin niños (lo cual ya es un logro) la conversación saltó de la política local a lo grande: qué es hoy Europa y qué será mañana. Entre vinos, dije lo que llevo tiempo pensando…, que somos como un algoritmo antiguo, entrenado para un mundo que ya no existe…, y cuanto más lo pienso, más me convence. Lo digo desde mi convicción de liberal tecnológico, alguien que cree que innovación y apertura no son un lujo, sino la base misma de la libertad.

Nuestro modelo empezó a entrenarse en 1945 con un dataset (conjunto de datos con el que se entrena un sistema) irrepetible, historia, ciencia, arte, comercio, memoria de guerra y reconciliación. Las primeras versiones funcionaron: libre circulación, euro, Erasmus, convertir enemigos en socios…, pero un algoritmo que no se actualiza se degrada, y el nuestro ya empieza a devolver outputs (resultados) incoherentes.

En 2025, la UE invierte un 2,2 % de su PIB en I+D, mientras EEUU supera el 3,5 % y China mantiene un nivel superior al europeo. Dependemos de chips taiwaneses, de la nube y el software estadounidenses, seguimos importando energía de terceros pese a dos crisis en una década; Intel ha anunciado retrasos en su megafábrica de chips en Alemania por desacuerdos en la financiación (un parón que compromete nuestra autonomía tecnológica durante años); Huawei sigue desplegando 5G en parte del continente mientras debatimos si es seguro. ¡Ojo!, tenemos el mejor dataset del planeta, talento, educación, estabilidad…, pero lo entrenamos en servidores ajenos y con frameworks que no controlamos.

Lo peor de todo es que el problema no es sólo técnico, es político. Hungría bloqueó durante ocho meses un paquete de 50.000 millones para Ucrania, retrasando su capacidad de resistir y enviando al mundo la señal de que Europa no es capaz de actuar unida ni ante una guerra en su frontera. Francia y Alemania siguen sin decidir si el ejército europeo debe existir, mientras Polonia y los bálticos piden más OTAN y menos Bruselas. En migración, Italia exige cuotas obligatorias, Austria y Hungría cierran fronteras, el Parlamento aprueba reformas que algunos gobiernos ni aplican. Esto no es diversidad…, es data poisoning (cuando los datos que alimentan un sistema son contradictorios o falsos), y un algoritmo que procesa entradas incompatibles solamente produce ruido.

Otros modelos ejecutan. EEUU optimiza para la disrupción, China para la escala y el control central, Rusia para la influencia geopolítica aunque erosione su economía. Europa sufre latency (tiempo de respuesta demasiado alto), nuestras decisiones atraviesan tantas capas que llegan tarde, y padece model drift (pérdida de precisión con el tiempo), seguimos calibrando parámetros pensados para 1992, como si Maastricht fuera un manual válido para la era de la IA, la guerra híbrida y la competencia global por el talento.

Pero no partimos de cero. Europa representa hoy alrededor del 6 % de la población mundial y cerca del 17 % del PIB global. Es el mayor bloque comercial del planeta y uno de los espacios con mayor calidad de vida, líder en normativas como el Reglamento General de Protección de Datos o el recién aprobado AI Act, y es referente en transición verde. Sin embargo, importa más del 50 % de la energía que consume, produce menos del 12,7 % de los semiconductores que utiliza y su cuota en el mercado mundial de las 100 principales empresas tecnológicas es mínima frente a EEUU y China. Un equilibrio incómodo entre fortaleza regulatoria y debilidad industrial.

El AI Act, como mencionaba, es el ejemplo perfecto, un marco regulatorio pionero que define estándares globales para el uso de la inteligencia artificial (fuera de Europa acabarán adoptando), pero que podría convertirse en una oportunidad perdida si no se acompaña de inversión, talento y capacidad industrial propia. Estos activos son la prueba de que partimos de una base sólida que muchos envidiarían, lo que necesitamos es transformarlos en motor de innovación, influencia y seguridad. Regular sin producir es como escribir el manual de un motor que nunca llegas a fabricar. 

Como liberal tecnológico, sé que la libertad se erosiona cuando no controlas las herramientas que la sostienen, una Europa sin soberanía digital y sin industria tecnológica propia será, en 2035, un consumidor regulado por normas escritas en Washington o Pekín, sin capacidad real de veto ni de propuesta. No se trata solo de competitividad…, se trata de quién define las reglas del juego.

Por eso insisto en mirar hacia adelante, cada ley que aprobamos, cada inversión que aplazamos, cada alianza que dejamos pasar está entrenando el modelo de la Europa que viene. Podemos acabar con una Europa Museo (impecable, culta, fotografiada por turistas, pero irrelevante); con una Europa Módulo (útil como engranaje en la estrategia de otros, pero sin voz propia); o con una Europa Motor (capaz de innovar, proyectar influencia y marcar agenda).

Sé que la pregunta es incómoda, ¿cuál estamos construyendo ahora mismo? ¿Te gusta?. Yo ya tengo mi respuesta: Prefiero que sea Europa quien escriba su propio algoritmo, con nuestras reglas, nuestros valores y nuestra propia voz, porque si no lo hacemos nosotros, alguien más lo hará y entonces ya no será Europa.