Verónica García Castelo representa a una generación de empresarias que han unido la experiencia familiar con la vocación de servicio público desde la iniciativa privada. Presidenta de ADEFAM, la Asociación de la Empresa Familiar de Madrid, y miembro de una familia propietaria de hoteles en la capital, lidera una organización que agrupa a las principales empresas familiares madrileñas, responsables de buena parte del empleo y la riqueza regional. Desde ese papel, defiende con convicción una idea esencial: “sin empresas no hay Estado del bienestar”.
Con más de un centenar de empresas asociadas en la región, ADEFAM forma parte del Instituto de la Empresa Familiar, una red que agrupa a más de 2.000 compañías en toda España, responsables de alrededor del 20% del PIB nacional. En la Comunidad de Madrid, las empresas familiares representan el 93% del tejido empresarial, un pilar económico y social que la asociación defiende y promueve a través de iniciativas de apoyo al crecimiento, el relevo generacional y la colaboración con las administraciones públicas.
“La empresa familiar sostiene el empleo, los impuestos y la Seguridad Social”
Verónica, ¿qué le supone liderar ADEFAM y representar a tantas empresas familiares en Madrid?
Es una etapa muy bonita de mi vida, pero también con mucha responsabilidad. Uno de mis principales retos es defender la imagen de la empresa familiar, porque a veces se nos percibe erróneamente como personas que solo buscan su propio beneficio. En realidad, somos quienes sostenemos el Estado del bienestar: creamos empleo, pagamos impuestos y contribuimos directamente a la estabilidad del país. Sin empresas, no hay Estado del bienestar, ni puestos de trabajo, ni futuro.
A menudo se desconoce la magnitud de este tejido empresarial. ¿Qué peso real tiene la empresa familiar en la economía?
En la Comunidad de Madrid, el 93% de las empresas son familiares y generan el 59% del empleo a nivel privado. A nivel nacional, dentro de la red del Instituto de la Empresa Familiar, somos unas dos mil empresas asociadas que representamos el 20% del PIB español. Ese dato refleja la importancia del sector y debería traducirse en una mayor atención por parte de las administraciones. Si a nosotros nos va bien, al país también: crece la economía, aumenta la recaudación y se refuerzan los pilares del bienestar social.
“El 93% de las empresas madrileñas son familiares y generan el 59% del empleo del sector privado”
¿Por qué es tan difícil crecer en España?
Porque hay un efecto desincentivador estructural. A partir de los cincuenta empleados, las empresas se enfrentan a trabas fiscales, laborales y burocráticas que dificultan su expansión. Y, sin embargo, las empresas más grandes son las que pueden competir internacionalmente, pagar mejores salarios y ofrecer empleos de mayor calidad. En los países más desarrollados, el tamaño medio empresarial es mayor. Aquí deberíamos revisar el marco normativo para que crecer no sea un castigo, sino una oportunidad.
¿Cómo puede mejorarse la percepción social sobre el papel de las empresas?
Creo que los medios de comunicación tienen un papel esencial. Son los principales informadores de la sociedad y quienes pueden transmitir que las empresas familiares son, en realidad, un ejemplo de compromiso y eficiencia. Reinvertimos beneficios, generamos empleo estable y formamos a nuestros trabajadores. De hecho, las empresas familiares dedican un 20% más de horas de formación anual que la media nacional. Ese vínculo con las personas y con el territorio es lo que nos diferencia de las grandes corporaciones sin arraigo.
“Cuando la empresa familiar se fortalece, se fortalece el entorno económico y social que la rodea.”
Madrid ha anunciado una ley específica de apoyo a la empresa familiar. ¿Qué significa para vosotros?
Nos sentimos muy apoyados por la Comunidad de Madrid. La presidenta Isabel Díaz Ayuso anunció esta futura ley durante el Debate del Estado de la Región, y creemos que será un hito. No solo por las medidas que pueda incorporar, sino por el mensaje político y social que transmite: el reconocimiento institucional del valor de la empresa familiar. Es un ejemplo que ya despierta interés en otras regiones. Aragón cuenta con una normativa similar, y confiamos en que más comunidades sigan este modelo.
Ha mencionado el arraigo como una de las características diferenciales. ¿Por qué es tan importante?
El arraigo y la visión a largo plazo son dos pilares fundamentales. Las empresas familiares tienden a permanecer donde nacen y eso tiene un valor incalculable. Crean empleo y riqueza en zonas donde, de otro modo, no habría actividad. Piense en Inditex en Arteixo, que podría haberse trasladado a otro país, pero mantiene su sede en Galicia. En Madrid también hay ejemplos, como industrias alimentarias en pequeños municipios que dan vida a todo el entorno local. Además, las empresas familiares piensan en décadas, no en trimestres. No nos obsesiona el beneficio inmediato, sino la sostenibilidad del proyecto y el bienestar de las personas que lo forman.
“Madrid es un ejemplo: la ley de apoyo a la empresa familiar será un hito”
¿Se nota esa visión en la gestión del empleo?
Sí, y los datos lo demuestran. En la crisis de 2010, las empresas familiares destruyeron menos empleo que las no familiares. Cuando una familia está detrás, hay un componente emocional y ético muy fuerte. Preferimos reducir beneficios antes que prescindir de nuestra gente. Esa lealtad es recíproca: los trabajadores se implican más, y eso fortalece a la empresa a largo plazo.
¿Cómo ve el futuro de la empresa familiar en el contexto actual?
Dependerá del entorno. Cuanto más difícil se lo pongan a los empresarios, menos empresas sobrevivirán. Nuestro gran reto es doble: crecer y garantizar la continuidad generacional. Si una empresa no alcanza el tamaño suficiente, la familia puede llegar a plantearse su venta a fondos o multinacionales, y ahí se pierde la esencia. Por eso el crecimiento y la formación de las nuevas generaciones son vitales para que la familia siga al frente del negocio.
“Nuestro gran reto es crecer y garantizar el relevo generacional”
¿Qué papel juega ADEFAM en acompañar a las familias en ese proceso?
Nuestra labor se centra en tres grandes líneas: apoyo en el relevo generacional, representación institucional ante las administraciones y formación. En este último punto tenemos un programa clave, el Forum Next Gen, donde trabajamos con las nuevas generaciones desde muy jóvenes. La transición no puede improvisarse cuando el fundador falta; debe prepararse con tiempo, enseñando qué significa ser accionista responsable, cómo compartir decisiones o cómo establecer un protocolo familiar. Hay familias empresarias con decenas de accionistas, incluso cientos, y todo puede funcionar bien si se forma adecuadamente. En eso acompañamos día a día a nuestros socios.
En un momento en que cuesta fomentar el emprendimiento, ¿qué haría falta para cambiar esa dinámica?
Reducir trabas y simplificar procesos. Cuanto más fácil sea conseguir financiación, menos impuestos se paguen en los primeros años y menos burocracia haya, más gente se animará a emprender. Hoy montar un negocio puede ser desesperante: licencias que tardan meses, alquileres que se pagan sin poder abrir, exigencias desproporcionadas… Y, además, en España el fracaso no está bien visto. Deberíamos aprender a valorarlo como parte del aprendizaje. Todos los grandes empresarios que conozco han tenido fracasos. Lo importante no es cuántas veces te caes, sino cuántas veces te levantas.
“Sin empresas no hay prosperidad ni cohesión social”
¿Qué mensaje trasladaría finalmente a la sociedad y a los responsables públicos?
Que entiendan que sin empresas no hay prosperidad. La empresa familiar es la que sostiene el empleo, la que paga impuestos, la que mantiene vivas las comunidades y garantiza la cohesión social. Apoyar a la empresa familiar no es favorecer a unos pocos, es apostar por el bienestar de todos.