La cifra refleja un desempeño económico notable, especialmente teniendo en cuenta el marco de reformas estructurales aplicadas por el Ejecutivo.
Este crecimiento se apoya en tres factores clave: una moderada recuperación de la inversión, un consumo interno contenido y, sobre todo, un boom exportador que registró un incremento del 27 % respecto al trimestre anterior. La mejora en las ventas externas se convierte así en el motor central de este repunte, favorecida por la recuperación de precios internacionales, una mejora en la competitividad cambiaria y la normalización de sectores clave como el agroindustrial y el energético.
Menor nivel de importaciones y variación de existencias
Otro elemento fundamental para entender esta mejora del PIB ha sido la contracción de las importaciones, que ha contribuido positivamente al saldo comercial. La menor demanda de bienes del exterior —en parte resultado del freno al consumo interno— ha permitido reforzar la balanza comercial, generando mayor disponibilidad de divisas y mejorando las reservas del Banco Central.
También ha influido de forma relevante la variación de existencias, es decir, el comportamiento de los inventarios en manos de las empresas. En este trimestre, la acumulación moderada de existencias ha tenido un impacto neutro o ligeramente positivo, reflejando un entorno de estabilización en la producción y planificación empresarial.
¿Inicio de una recuperación sostenida?
La pregunta que se plantea ahora tanto en círculos económicos como políticos es si este crecimiento marca el inicio de una recuperación estructural o se trata de un rebote puntual. Expertos apuntan a que la consolidación del crecimiento dependerá de la evolución de la inflación, la estabilidad del tipo de cambio, y la capacidad del Gobierno para mantener el equilibrio fiscal sin frenar el dinamismo productivo.
Además, será clave observar si el impulso exportador se mantiene en los próximos meses y si el consumo interno logra reactivarse sin comprometer el actual esquema de ajuste.
Por el momento, los datos del cuarto trimestre ofrecen un mensaje esperanzador para Argentina: es posible crecer incluso en tiempos de reordenamiento económico, siempre que se combinen de forma eficaz medidas de estabilización con incentivos a los sectores productivos.