El Museo Nacional del Prado da un paso firme en su compromiso con la integración del arte virreinal americano en su discurso expositivo. Desde hoy, el público puede contemplar dos importantes retratos del siglo XVIII realizados en el Virreinato del Perú, que ingresan en calidad de depósito procedentes de la Fundación Don Álvaro de Bazán. Las obras, de gran calidad técnica y valor histórico, se pueden visitar en la sala 22 del edificio Villanueva y representan a doña Joaquina Nimpha de Carvajal y Vargas, condesa del Puerto, y a su esposo, don Fermín Francisco de Carvajal-Vargas y Sotomayor y Alarcón.
Atribuidas al pintor limeño Pedro José Díaz —uno de los retratistas más reconocidos del virreinato peruano en las últimas décadas del siglo XVIII—, estas piezas suponen una incorporación excepcional al acervo del museo, donde hasta ahora la presencia del arte virreinal era limitada. Con esta iniciativa, el Prado avanza en su objetivo de enriquecer su colección con testimonios artísticos representativos de la historia cultural compartida entre España y América.

Retratos que narran un legado imperial
Ambos retratos reflejan no solo la estética refinada del retrato virreinal limeño, sino también el estatus y poder de sus protagonistas. Doña Joaquina, nacida en Lima en 1726, fue heredera del título de Correo Mayor de las Indias y símbolo de la alta sociedad criolla. En su retrato, las joyas, el vestido bordado y los objetos sobre el tocador —incluido un espejo que refleja su mano sosteniendo un pasador— hablan del papel social y ceremonial de la imagen femenina en el virreinato.
Por su parte, don Fermín de Carvajal-Vargas, nacido en Chile en 1722, desempeñó altos cargos en la administración colonial y militar. Fue alcalde ordinario de Lima, capitán de caballería y también Correo Mayor hasta la supresión del título en 1768. Su ascenso a comandante de los Reales Ejércitos y posterior obtención de la Orden de Carlos III en 1791 también se reflejan en su retrato, que fue retocado para incorporar sus nuevos honores. Murió en Madrid en 1797, cerrando un ciclo vital entre América y la metrópoli.

Arte virreinal en el centro del relato museístico
La llegada de estas obras al Prado subraya la voluntad institucional de presentar una narrativa más amplia e inclusiva del arte producido en el contexto imperial. En palabras del propio museo, se trata de “valorar y difundir el patrimonio artístico americano desde una perspectiva integradora y global”, en consonancia con los objetivos marcados en los últimos años.
Este depósito se suma a otras iniciativas para visibilizar el arte virreinal en los grandes espacios culturales españoles, y refuerza la importancia de entender los lazos históricos y estéticos que unieron a España con sus antiguos territorios de ultramar.
Con esta incorporación, el Prado no solo gana dos piezas de gran calidad y rareza —pues apenas se conservan obras de Pedro José Díaz en España—, sino que también enriquece el diálogo entre las distintas realidades artísticas del mundo hispánico en el siglo XVIII.