La Asociación de la Prensa de Madrid tuvo hace unos pocos años la acertada idea de designar a un grupo de profesionales de Periodismo, en colaboración con la Caixa, a los que ha ido entrevistando, en número de diez por año, para conocer su opinión sobre la profesión en el pasado, en la actualidad y en el futuro.
Tengo el honor de figurar en esa serie, acogida bajo el título de “Maestros del Periodismo”, en la tercera oleada, y debo agradecer a mis compañeros de la Junta Directiva de la Asociación que se acordaran de mi, un viejo jubilado, junto a otros, sin duda con más méritos que el mío. Ahora, entre los designados para la segunda entrega, figura por primera vez una brillante profesional del reporterismo gráfico, la leonesa Marisa Flórez, que es un gran ejemplo de esa especialidad periodista. Porque nadie duda que el fotoperiodismo es un género periodístico, que ha informado de los grandes acontecimientos informativos en España y en el mundo, cambiando el uso de la palabra por el de la imagen, de la que se ha dicho, con razón, que una buena imagen vale más que mil palabras. Marisa Flórez es un claro ejemplo de los profesionales que a lo largo de los últimos cien años han convertido su trabajo en un arte, como lo demuestran las exposiciones que ha ido presentando en Madrid y otros puntos de España.
He podido seguir la ejecutoria profesional de Marisa, desde sus inicios, en el desaparecido “Informaciones”, dirigido por ese gran profesional y gran persona que fue Jesús de la Serna, para pasar después al recién fundado “El País”, donde ha desarrollado una larga trayectoria profesional, como testigo gráfico de los principales acontecimientos de su país, y, en su última etapa, al frente del departamento de su especialidad.
Sería imposible hablar de Marisa sin hacerlo de su marido y compañero Raúl Cancio, siempre unidos, siempre juntos, formando una pareja ejemplar. Y nadie como ella para representar a tantos ilustres compañeros.
España ha tenido, a lo largo de la Historia, grandes ilustres reporteros gráficos. De los que yo he llegado a conocer, destacaría por encima de todos, a Alfonso, que hizo grandes reportajes de la guerra en África, cuando Abdel Krim se enfrentaba al general Silvestre. Alfonso tenía dos estudios, el más destacado en la Gran Vía, y el otro en Chamberí. A mi me hizo dos fotografías luciendo mi capa, heredada de mi padre. Alfonso era el alma y el Secretario de los Amigos de la Capa, que presidía el marqués de la Valdavia. Yo fui el capìsta más joven, y ahora soy el decano de los capistas madrileños. El tiempo no perdona.
En mis comienzos periodísticos quedaban algunos veteranos, como Campúa, Albero y Segovia, Verdugo, al que sucedieron sus hijos en prensa gráfica y televisión, Contreras, Santos Yubero, este último del grupo de la Editorial Católica, que fue el que logró fotografiar el cadáver de Calvo Sotelo, que habían dejado en el cementerio… pude trabajar con otro gran fotógrafo, Pastor, con su melena rizada y canosa, montando en moto hasta que lo dejó cuando le obligaron a ponerse el casco. José Pastor Caro había sido piloto aviador en la guerra civil en el bando republicano, pero su vida profesional transcurrió en “Arriba”, y cuando se cerró en la Revista de la Asociación de la Prensa madrileña, donde aguantó hasta pasados sus noventa años. Tenía fama de necesitar pocas tomas para conseguir grandes fotos. Su hijo fue también un excelente fotógrafo en la agencia EFE, que fue un semillero de grandes profesionales, que pasaron del laboratorio al reporterismo. En el 23 F dos gráficos de EFE, Pérez Barriopedro y Hernández de León, este último recientemente fallecido, lograron sacar sus testimonios gráficos bajo la camisa y en un zapato, respectivamente,
Debo recordar también a una gran reportera gráfica, Queca Campillo, que expuso sus obras con Marisa, que era un “bellezón” y, desgraciadamente, ya no está entre nosotros, Sirvan estas palabras de homenaje a quienes han logrado transformar su profesión en arte.
