Manuel Tamayo Baus (Madrid, 1829 – 1898) fue uno de los grandes autores del Romanticismo y del Realismo Madrileño, de los que fueron capaces de transformar su pasión en profesión; porque vivió ligado a los universos de la dramaturgia desde la propia cuna. La obra de Manuel Tamayo fue una de las que más contribuyó a que en España se pasara del Romanticismo final, ya decadente, a la comedia del Realismo, que ya había sido impulsada en la Europa de principios del siglo XIX. En el análisis de sus obras y de sus conocimientos de la literatura fue capaz de que España avanzara hacia un Realismo Escénico que rompió, casi definitivamente, con todo lo anterior. Este autor - hoy casi olvidado - fue capaz de poner las bases de un renovado modo de entender la literatura y, en su caso concreto, de conducirnos hacia el Realismo Social. El que buscaba el contraste entre los valores tradicionales y los nuevos, y que abordaba las confrontaciones sociales como otro nuevo modo de entenderse en sociedad. Pues en su obra ya Realista buscaba lo puramente objetivo y lo pragmático, a través de lo iba reemplazando la vieja sociedad. Se implicó en los cambios de costumbres y en los lenguajes coloquiales muy poco rebuscados.
Su padre José Tamayo ya había sido actor y un destacado director de escena, de los que siempre estuvieron ligados al teatro que se representaba en Madrid y que después recorría otras provincias españolas. Su madre fue la actriz Joaquina Baus, hija del director de teatro Francisco Baus y de la actriz Ventura Laborda, que , a su vez, era hermana de las actrices Antera Laborda y Teresa Laborda...
Manuel Tamayo Baus era hermano de los actores madrileños Andrés Tamayo y Victorino Tamayo. Por lo que podemos comprobar, analizando todos esos antecedentes familiares, que el teatro ya formaba parte intrínseca de la familia de Manuel.
Siendo Manuel Tamayo un niño de apenas diez años ya escribió el drama titulado “Genoveva de Brabante” que su madre estrenó en el teatro Granada de Madrid. Manuel participó en escenas teatrales, y recorría continuamente España con la compañía de sus padres, e incluso colaboraba activamente traduciendo y arreglando las obras que se iban a representar.
En 1847, además de haber escrito muchas de sus obras de teatro, ya había adaptado al castellano “La doncella de Orleans” de Friedrich Schiller con el título de “Juana de Arco”. Su continua dedicación a la literatura le situó en lugares de privilegio que le permitieron, entre otras cosas, ser autor de más de cien obras, y convertirse en uno de los traductores y adaptadores más importantes del teatro de su tiempo. En junio de 1859 llegó a ocupar uno de los sillones de la Real Academia de la Lengua, después de leer un discurso de ingreso titulado “La verdad considerada como fuente de belleza en la literatura dramática”. En 1874 llegó a ser elegido Secretario Perpetuo de la Academia. En 1884 fue nombrado director de la Biblioteca Nacional y del Cuerpo de Archiveros.
Además de dramaturgo fue un poeta y gran especialista en el teatro español del Siglo de Oro, del teatro de Shakespeare, del teatro alemán y del teatro francés.
En la Real Academia dedicó su tiempo a revisar el Diccionario de la Lengua Española y a redactar un compendio de la gramática castellana. Fue uno de los promotores del traslado de la Academia Española – que entonces estaba ubicada en la calle Valverde – a su actual ubicación en la calle Felipe IV de Madrid.
Estrenó en 1870 su última obra titulada “Los hombres de bien” en el teatro Lope de Rueda acababa de cumplir cuarenta y un años, y tras un inmenso fracaso dejó de escribir obras de teatro para ser representadas. De entre sus obras más destacadas hemos de citar la titulada “Locura de amor” escrita en 1855. Se trató de un estudio sobre los celos que el autor ambientó en la Castilla del siglo XVI. Otros de sus títulos son “Un drama nuevo”, “La bola de nieve”, “Del dicho al hecho”, “El cinco de agosto” o “Hija y madre”. En 1854 escribió junto al escritor Aureliano Fernández-Guerra la obra titulada “La ricahembra” estrenada en 1854 en el Teatro del Príncipe de Madrid.
El teatro de Manuel Tamayo se caracterizó por su agilidad escénica y por sus equilibrios artísticos y literarios. Pues su vida había discurrido en los ambientes propicios y había manejado los recursos a su alcance con suma destreza y con suma habilidad.
Siendo Manuel Tamayo Baus secretario de la Real Academia compró en el año 1896 para esa institución el manuscrito del “Libro de los gorriones” de Gustavo Adolfo Bécquer, por veinticinco pesetas.