Rostros y Letras

Marisa Trejo Sirvent

Marisa Trejo Sirvent es mexicana, escribe poesía, cuento, ensayo, crítica literaria y artículo periodístico. Ha obtenido premios y reconocimientos literarios y su poesía ha sido traducida a cinco lenguas. Jurado en certámenes de poesía. Ha publicado diez poemarios, cinco libros de ensayos y compilado cuatro antologías poéticas. Entre sus libros destacan: Una introducción a Sor Juana Inés de la Cruz, Chiapas biográfico y Páramo de Espejos. Vida y obra de José Gorostiza (ensayos); La Hora en que despertamos juntos, Tiempo de cantos, Canciones del mar de la luna y Luz de papel (últimos poemarios), además de sus publicaciones académicas.

¿Cómo describirías tu espíritu creador?  

Todo poeta va forjando, no sé si un espíritu creador, porque la palabra espíritu tiene muchos significados y se relaciona con un conjunto de aspectos que tienen que ver: con el ingenio del poeta, la esencia de su poesía, es decir, que lo que lo alienta; con su propio esfuerzo, sus lecturas poéticas, sus propios gustos y apreciación literaria que cambia de acuerdo a cada receptor; por supuesto, con su formación, el entorno donde vive y ha vivido, el legado poético que le aportaron sus padres y maestros; incluso podría tener que ver ese espíritu creador con los sonidos, con la música, el ritmo y la energía que poseen las palabras según su sintaxis o su distribución en el verso, con la magia que transmiten al ser escuchadas y con la fuerza intrínseca de las palabras que las vuelve reales. Su valor mismo como una obra artística que reúne todo esto, las preserva para trascender en el tiempo. Hablar de que uno tiene ese espíritu creador, desde que nace y que eso basta para ser un poeta, sería muy simple, es decir, pensar que uno ya nació con ese espíritu, no lo creo. En mi caso, considero que el espíritu se va forjando poco a poco y con múltiples “fragmentos de cartón” que forman como un rompecabezas que define, por lo mismo, un estilo único, un espíritu que se ha ido forjando a través del tiempo. Coincido más con esta última idea. 

¿Qué mensaje esperas transmitir a través de tu palabra?

La poesía, por ejemplo, tiene diversos propósitos, en principio, es un ejercicio espiritual como decía Octavio Paz en El arco y la lira, es: “Operación capaz de cambiar al mundo, la actividad poética es revolucionaria por naturaleza; ejercicio espiritual, es un método de liberación interior. La poesía revela este mundo; crea otro. Pan de los elegidos; alimento maldito. Aísla; une. Invitación al viaje; regreso a la tierra natal…” y mucho más afirmaba, por supuesto. Es también pensamiento, música y emoción, es integridad en el sentimiento. 

¿Qué papel juega la emoción en tu proceso creativo?    

La emoción es indispensable en la lírica. No lo es tanto en la narrativa que tiene que ver más con la fantasía, con la imaginación, con las acciones y no tanto con los sentimientos. Por algo dijo Rosario Castellanos que “la poesía es la que saca a la luz los sentimientos más íntimos y la que me deja más tranquila, más satisfecha, más contenta de haber hecho algo que está más allá de mi voluntad, y en muchas ocasiones, más allá de mis posibilidades”. Coincido con ella. 

¿Cómo ha evolucionado tu estilo a lo largo de los años?

No sé si se note un estilo propio, todo escritor desea tener un estilo único y original, espero haberlo ido forjando y que, si alguien lo nota, lo haga amar la poesía. Me gustaría pensar que si tengo un estilo más bien sea para rendir de alguna forma, tributo a mis maestros, a mis poetas y escritores favoritos, a mis padres, por su amor a la literatura, y a la suerte por haberme hecho el regalo de los libros, de tener una biblioteca, de la lectura. El amor a la poesía me ha llevado también a no ser egoísta, a querer difundir también lo que otros escriben, por eso he pasado mucho tiempo de mi vida difundiendo lo que los demás escriben. Más de cincuenta festivales y unos treinta y cinco congresos literarios se han llevado muchas horas que hubiera yo podido pasar escribiendo. Quiero decir también que yo no soy de esas poetas que llegan a un festival, leen su obra propia y se van. Nunca escuchan a los otros. No tengo mucho respeto por quienes no saben escuchar y solamente quieren leer lo que escriben ellos mismos. Una persona que se diga poeta  no tendría, no podría ser así.

¿Qué influencias han marcado tu trabajo?  

Comencé a leer poemas y algo de narrativa, primeramente, en los libros escolares de literatura, luego en las enciclopedias y los libros que encontraba en la biblioteca paterna ya que tuve oportunidad de encontrar colecciones completas de novelas y poesía porque mi padre adoraba los libros e incluso llegó a comprar bibliotecas completas a algunos conocidos y familiares. Leí a muchos autores latinoamericanos y españoles. Cuando llegué a la Ciudad de México, porque vengo de la provincia mexicana, de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas donde nací, yo ya había leído a muchos poetas mexicanos y chiapanecos como Rosario Castellanos, Jaime Sabines, Daniel Robles Sasso, Armando Duvalier, Raúl Garduño, entre otros. Incluso leí a norteamericanos y, a latinoamericanos como Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Alejo Carpentier, Jorge Luis Borges y por supuesto, a las tres musas de América: Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou y Alfonsina Storni. Tuve la dicha de tener siempre excelentes maestros, tanto en Chiapas, en la escuela secundaria y bachillerato, así como en la Universidad Nacional Autónoma de México donde fueron mis maestros: Hugo Gutiérrez Vega, Alaíde Foppa, René Avilés Fabila y Gustavo Sáinz, además de otros importantes politólogos, historiadores e internacionalistas y por ellos conocí a muchos más. Después de terminar la licenciatura, viví tres años en Francia y ahí comencé a leer a Charles Baudelaire, Arthur Rimbaud, Guillaume Appolinaire, Gérard de Nerval, entre otros. Comencé a participar en festivales cuando era bastante joven y conocí a muchos escritores con los que intercambiaba libros o plaquetas o simplemente iba a escucharlos cuando leían. A través de mi vida he conocido a muchos poetas, entre ellos a Elías Nandino, Ernesto Cardenal, Dolores Castro Varela, Enriqueta Ochoa, Otto Raúl González, Thelma Nava, Alí Chumacero, José Emilio Pacheco y muchos escritores más, también a novelistas, ensayistas, dramaturgos, los cuales sería largo enumerar y con todos tuve la fortuna de conversar, convivir en algún momento y conocer algunas opiniones sobre el oficio literario y la literatura en general. Tengo libros dedicados por ellos porque la mayoría vinieron a festivales e incluso a homenajes que les realizamos en Chiapas. Hice una especialización en Martinica, Departamento Francés de Ultramar, en las Antillas y ahí, uno de mis maestros fue Eduardo Galeano. Ahí conocí también a Aimé Césaire cuando era alcalde de Fort-de-France, en 1988, lo que me llevó a leerlo y me interesé por la poesía de la negritud porque también escribo ensayo y hago investigación. Tuve otros profesores de literatura que me recomendaron a otras novelistas antillanas como Maryse Condé y Simone Schwarz-Bart que vivió también en Guadalupe, otra isla francesa.

¿Cómo llega la poesía y la narrativa a su vida? 

La poesía y la literatura en general forman parte de mi infancia y adolescencia. Mi padre me enseñó a memorizar y decir poemas antes de que supiera leer.  En mi casa los libros estaban disponibles porque mi padre se aficionó a la lectura y tenía un programa radiofónico llamado “Sugestiones poéticas” donde se presentaban cantantes y poetas; en esa época, los programas se hacían en vivo. La radiodifusión estaba en su apogeo y la televisión apenas comenzaba a llegar a la provincia mexicana. Yo escuchaba los poemas de Federico García Lorca, Pablo Neruda, Jaime Sabines, Rodulfo Figueroa, Amado Nervo, en voz de mi padre. Entre poesía y música de tríos y cuartetos que cantaban boleros, esos son mis primeros recuerdos más dichosos escuchando poesía. Mi madre también era una amante de la literatura y leía novelas. En casa siempre se conversaba sobre los libros que estábamos leyendo. Mi hermana y yo leíamos las antologías y los poemarios que encontrábamos y cuando estuvimos en la escuela secundaria y en el bachillerato tuvimos como maestros a dos escritores chiapanecos contemporáneos de Rosario Castellanos: Armando Duvalier y Eliseo Mellanes, ambos habían formado parte del Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas como también lo fue esta escritora de origen chiapaneco que pasó su infancia y parte de su adolescencia en Comitán de Domínguez y que este año se celebra el centenario de su nacimiento. Empecé a escribir poesía a los trece años, pero no publiqué sino hasta los diecisiete en revistas y periódicos de mi ciudad y gané mi primer certamen nacional de cuento (UNACH) en esa época. Uno de los miembros del jurado fue un amigo de Rosario Castellanos, se llamaba Óscar Bonifaz y le dio curiosidad saber quién era yo, porque me escribió una carta y luego vino a comer a casa de mis padres; en esa época yo todavía vivía con mis padres. La lectura es parte esencial si uno desea escribir. Siempre hay un influjo de algo que uno lee, hay una admiración de la manera de expresarse de cada uno de los poetas cuya obra forma parte de nuestras lecturas favoritas. El poeta recrea, con el lenguaje, lo vivido y logra la comunicación con los posibles lectores si logra transmitir sus propias emociones y pensamientos, al darle otro sentido a las palabras a través de la creación de imágenes y renovación de las figuras poéticas, aunque cuando escribe no siempre está consciente de ello.

¿Cuál es su búsqueda como creadora? 

El poeta debe vivir de forma íntegra, auténtica, intensamente. Está comprometido con la humanidad. No debe traicionar con sus acciones lo que de alguna manera ha afirmado con sus palabras. El poeta no busca temas o tópicos, la vida misma se los va entregando. El poeta no puede hablar sobre lo que no ha visto, sobre lo que no ha vivido, decía Jaime Sabines. Si le interesa la ficción es mejor que escriba narrativa, pero no poesía. Yo escribo también narrativa, ensayo, me gustan otros géneros. Nunca tengo prisa por publicar, me gusta darle tiempo a los escritos, mejorarlos, si es posible, dejarlos de lado, si no me parecen buenos. 

¿Para qué le ha servido escribir? 

La poesía no tiene un sentido de utilidad pues es algo etéreo, no se puede vender, ni exhibir como si fuera un producto, es un patrimonio espiritual, cultural e intelectual. La poesía, sin embargo, nos hace más humanos, más cercanos a nuestras emociones, a nuestros sentimientos. Definitivamente, si los seres humanos nos acercáramos más a la poesía y al arte en general, en vez de a los intereses mezquinos que nos alejan de los valores humanos, tendríamos mayor posibilidad de reflexionar y actuar en consecuencia, para transformar, con lo rescatable en nuestra historia, el futuro del planeta. La poesía tiene esa extraordinaria capacidad de revolucionar nuestras mentes y, por lo tanto, nuestro mundo.