Breverías

¿Con fango y sin juicio?

Érase un día de julio
cuando ella arribó al juzgado,
pero sin tener ni idea 
de porque la habían citado.

Suelta al viento la melena
guardaespaldas a su lado,
el tráfico detenido,
el asombro en el juzgado.

Y la pobre criatura 
de los brazos de su amado
arrancada, temblorosa,
no comprende que ha pasado.

Llega ante el verdugo&juez
por el fango sepultado
quedando en pasmo, pasmada
de cuanto le ha preguntado.

“Oh cielos, yo no le entiendo
-quiebra un sollozo la sala-
estoy sola, estoy confusa
estoy triste, estoy difusa
no sé de qué se me acusa

-¿Pero usted no ve la tele?
¿Ni periódicos tampoco?

¡Claro que no señoría, 
no puedo comerme el coco!...

Jamás en casa se enciende
la luz del televisor,
jamás abrimos las cartas,
ni la documentación…

Mi marido es muy precioso,
estamos locos de amor
el mirarnos a los ojos
es bastante, por favor.

No debo perder el tiempo
en otras actividades,
ni en verano, ni en otoño,
menos aún en Navidades.

Así que le rogaría
que olvide tanta patraña,
soy inocente del todo,
soy Institución de España”.

El juez la mira y comprende
su tenebrosa ignorancia,
así que la deja irse 
con todos sus guardaespaldas.

La cita para otro día
pensando sin optimismo
cual la próxima jugada
para que ocurra lo mismo.

Hay que tener caradura,
sin vergüenza y narcisismo
para “trilear” a un juez
con tantísimo cinismo.

Pero quizás sin saberlo
para la próxima vista
esta mujer tan “tontina”
se haya pasado de lista.