El Rey Felipe VI, acompañado por la Reina Letizia, visitó este miércoles el Mirador de Orellán en Las Médulas (El Bierzo, León) para evaluar personalmente los daños provocados por los incendios que han afectado a la provincia desde el pasado 9 de agosto.
Según el monarca, desde esta atalaya se aprecia claramente “la dimensión de la tragedia”, aunque también se percibe esperanza para el futuro, dado que lo principal se ha podido salvar.
Un recorrido por la devastación
Los Reyes llegaron pasadas las 15:30 horas a Carucedo junto al presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, y la ministra de Igualdad, Ana Redondo, con el objetivo de conocer el impacto del fuego tras su anterior visita a la zona de Sanabria, en Zamora.
En el Mirador de Orellán, el director de Extinción de la Junta, Enrique Rey, informó a Felipe VI sobre la afectación del incendio y las condiciones de la mina de oro horadada por los romanos, a lo que el Rey preguntó sobre la transitabilidad del lugar.
“Desde aquí se ve perfectamente la magnitud de lo ocurrido, pero también la esperanza en el futuro”, afirmó el monarca, quien mantuvo un encuentro con siete alcaldes de los municipios afectados y con un centenar de vecinos que se acercaron a la Casa del Parque de Las Médulas para relatar sus experiencias recientes.
Preocupación por la economía local
Felipe VI destacó cómo los incendios han afectado a la economía de la zona, basada principalmente en el turismo, la producción de castañas y la ganadería. “Hay mucho que hacer para recuperar la economía de la zona”, aseguró, enfatizando la necesidad de apoyo y coordinación para superar los efectos del desastre.
Durante su visita, los monarcas fueron recibidos con vítores y aplausos, aunque también se escucharon gritos de indignación y críticas hacia las administraciones, ya que los vecinos denunciaron sentirse abandonados por las autoridades.
La ministra de Igualdad, Ana Redondo, cuya presencia generó cierta incomprensión por no estar directamente vinculada a la gestión de incendios, reconoció la magnitud del daño desde el Mirador de Orellán, señalando la negrura dejada por las llamas como testimonio de la gravedad de la situación.