El pasado lunes 18 de agosto de 2025, un devastador incendio forestal se extendió por la comarca leonesa de la Maragatería, arrasando pueblos y montes en apenas unas horas. A medida que las llamas se acercaban a poblaciones como Lagunas de Somoza, Lucillo, Quintanilla de Somoza o Filiel, cientos de vecinos se vieron obligados a abandonar sus hogares en medio de la noche. Más de 370 personas fueron evacuadas a pabellones de Astorga y a instalaciones militares cercanas. La magnitud del incendio y la lentitud de la respuesta oficial hicieron que miles de ciudadanos de todas partes de España se organizaran espontáneamente para proteger sus casas, sus cultivos y sus montes. Este reportaje analiza cómo se articuló esa solidaridad, la coordinación a través de chats, las críticas a las autoridades y las lecciones aprendidas para futuras emergencias.
Incendios en León con escasos recursos oficiales
Los incendios del Teleno y de la Maragatería se propagaron con rapidez y obligaron a declarar el nivel 2 de emergencias. Fuentes locales denunciaron falta de medios: muchos vecinos tuvieron que organizarse ellos mismos porque los primeros refuerzos tardaron en llegar. En Lagunas de Somoza, por ejemplo, más de 50 voluntarios limpiaron maleza y abrieron cortafuegos con sus propias herramientas para salvar el pueblo. Los habitantes utilizaron grupos de WhatsApp para coordinar turnos de vigilancia y se quejaban de que no recibían apenas información oficial ni recursos básicos. Esta falta de coordinación oficial motivó una ola de solidaridad ciudadana que reunió a centenares de voluntarios.

La organización ciudadana: voluntarios y herramientas
Coordinación vía WhatsApp y redes sociales
En cuestión de horas, personas de toda la geografía española crearon grupos de WhatsApp y Telegram para compartir necesidades, organizar desplazamientos y gestionar la llegada de material. Los administradores dividieron los mensajes en tres categorías —Ofrezco, Necesitamos e Informamos— para evitar saturar los chats. El siguiente fragmento del chat de "Ayuda Incendios Maragatería” muestra cómo un administrador explica esta modalidad, que ayudó a dar orden a miles de mensajes:

Este sistema permitió que cualquier oferta de ayuda (herramientas, vehículos, alojamiento) y cualquier necesidad (más voluntarios, comida, combustible) quedara correctamente etiquetada. Por ejemplo, un voluntario con un Land Rover y remolque se ofreció a transportar personas, desbrozadoras y mascarillas, además de comprar lo que fuese necesario en Astorga. Su mensaje de disponibilidad quedó rápidamente distribuido a través del chat:
Herramientas y logística improvisada
Ante la escasez de medios profesionales, los vecinos aportaron sus propias máquinas. La lista de necesidades crecía a medida que avanzaba el fuego: desbrozadoras, motosierras, generadores y sulfatadoras. Un mensaje destacaba la falta de manos para limpiar los alrededores de Quintanilla de Somoza, Filiel y Lagunas, e incluía un contacto de un voluntario alemán para coordinar la ayuda. La petición expresa de “ayuda para desbrozar los alrededores” refleja la urgencia con la que los habitantes trataban de frenar el avance de las llamas.
En pueblos como Valverde de la Sierra, 200 personas y 2 000 ovejas formaron un cortafuegos improvisado, pastoreando al ganado para que limpiara la maleza y así evitar que el fuego cruzara el valle. La combinación de animales, agricultores con tractores cisterna y vecinos con palas demostró que la imaginación y el esfuerzo colectivo podían suplir en parte la ausencia de medios técnicos.
Tecnología al servicio de la solidaridad
Las redes sociales también aportaron soluciones tecnológicas. Un miembro del chat compartió un portal web desarrollado por él que usa datos satelitales de la NASA para mostrar focos activos en tiempo real y enviar alertas por correo electrónico. La herramienta (incendiostiemporeal.es) permitía a los voluntarios conocer dónde había mayor virulencia y prevenir riesgos. Este tipo de innovaciones, creadas en pleno incendio, ayudaron a tomar decisiones informadas y a prevenir reproducciones del fuego.

El lado humano: comida, alojamiento y apoyo emocional
La solidaridad no se limitó a limpiar montes. En Vega de Magaz, dos mujeres, Isa y Mari Paz, improvisaron un puesto de avituallamiento para repartir comida y bebida a brigadistas y voluntarios. Utilizaron lo recaudado en las fiestas del pueblo para comprar suministros y cocinar, repitiendo la experiencia de años anteriores cuando montaron una carpa de apoyo en otros incendios. Otros pueblos ofrecieron camas gratuitas en albergues, casas particulares y pabellones deportivos. En el chat se creó un listado con alojamientos y contactos para que la gente que venía de fuera pudiese descansar:

Este enfoque integral (herramientas, logística, alojamiento y comida) fue clave para sostener el esfuerzo prolongado. Además, la comunidad demostraba su capacidad para cuidarse mutuamente mientras las instituciones se veían sobrepasadas.
Riesgos y recomendaciones de los expertos
Aunque la avalancha solidaria fue esencial para frenar el incendio, los profesionales también advirtieron de los peligros de acudir sin formación. Tras varias tragedias en otras provincias, los técnicos de incendios forestales recordaron que los voluntarios no deben enfrentarse directamente al fuego, sino centrarse en tareas logísticas como la limpieza de caminos o el transporte de víveres. RTVE informaba de casos de jóvenes voluntarios que, desorientados por la falta de coordinación institucional, acabaron haciendo turnos de vigilancia y entregas de comida en lugar de combatir directamente las llamas. Estas recomendaciones también aparecían en los chats, donde se insistía en formar grupos, no trabajar en solitario y anteponer la seguridad a cualquier otra prioridad:

Críticas al Gobierno y a la gestión de la emergencia
La ausencia de una respuesta institucional ágil provocó duras críticas. Muchos vecinos denunciaron que no se había declarado el nivel 3 de emergencias pese a la magnitud del incendio, lo que habría permitido movilizar más medios militares. En los chats, algunos mensajes pedían no saturar los accesos con coches particulares porque “los pueblos tienen una sola vía de acceso”. Se pedía que la gente se agrupase en Astorga o Lagunas para llenar los vehículos y no entorpecer el trabajo de brigadas profesionales. El sentimiento generalizado era que “el pueblo salva al pueblo”; la comunidad se vio obligada a protegerse cuando el Gobierno no supo o no quiso hacerlo. En el reportaje de Ileón, vecinos de la Maragatería declararon que no había ninguna organización de voluntariado en la zona y que la Guardia Civil ni siquiera podía asegurar la comunicación telefónica.
Sin embargo, el esfuerzo conjunto sí consiguió que Lagunas de Somoza se librara de las llamas: al amanecer del martes, los voluntarios habían abierto cortafuegos, protegido las casas con mangueras y evitado que el fuego entrase en el pueblo. Este éxito reforzó la convicción de que la ciudadanía organizada es capaz de suplir, al menos temporalmente, la incapacidad institucional.
El apoyo de los medios oficiales
Aunque las críticas a la falta de previsión fueron generalizadas, la administración también aportó recursos conforme avanzaban los días. El Centro de Coordinación Operativa Integrada (CECOPI) informó que en zonas como Prada de la Sierra y Foncebadón el fuego se encontraba muy controlado gracias en gran medida a los medios aéreos utilizados en esa jornada. Helicópteros, hidroaviones y brigadas profesionales trabajaron en paralelo a los voluntarios para perimetrar el incendio y abrir cortafuegos en Villar de Ciervos y Andiñuela. La Junta de Castilla y León insistió en que la evolución era favorable y animó a los vecinos desalojados a seguir las indicaciones oficiales hasta que fuera seguro regresar a sus casas. La combinación de esfuerzos institucionales y populares, aunque descoordinada en algunos momentos, fue determinante para detener el avance del fuego.
La fuerza del pueblo
Los incendios de la Maragatería de agosto de 2025 dejan una enseñanza clara: cuando las instituciones se ven desbordadas, la sociedad civil puede organizarse de manera rápida y eficiente para proteger su territorio. Varios miles de personas —vecinos, agricultores, ganaderos, jóvenes voluntarios y gente llegada de toda España— se coordinaron mediante redes sociales, herramientas tecnológicas y lazos comunitarios para combatir un desastre que amenazaba con arrasar la comarca. La cifra exacta de participantes varía según las fuentes, pero los propios organizadores hablaban de alrededor de cinco mil voluntarios circulando por los pueblos en el punto álgido de la emergencia. Todos ellos aportaron maquinaria, comida, alojamiento y, sobre todo, horas de esfuerzo físico y apoyo emocional. Aun así, la experiencia demuestra que la solidaridad no debe sustituir a la planificación: es necesario mejorar la coordinación entre administraciones y ciudadanía y dotar a los pueblos de medios de prevención para que la responsabilidad no recaiga siempre en la buena voluntad de los vecinos.
La Maragatería ha servido de ejemplo de cómo la inteligencia colectiva y la solidaridad pueden detener unas llamas que parecían imparables. Pero también ha evidenciado las carencias de un modelo de prevención incapaz de proteger a las zonas rurales. Para que no vuelva a suceder, es urgente que la sociedad exija a los responsables políticos inversiones en prevención, equipos de intervención rápida y protocolos claros para canalizar la ayuda ciudadana. Solo así la próxima vez será el Gobierno —y no únicamente el pueblo— quien salve al pueblo.