En corto y por derecho

Volver a misa

Se está generando de forma subrepticia una curiosa moda: ir a misa. Me refiero, claro está, a los que no habíamos vuelto desde niños, a los ateos declarados. Esta observación la hago basándome en mi propia experiencia, las iglesias, lentamente, se están llenando.

Todo comenzó hace siete años cuando un amigo me recomendó las misas cantadas de la Capilla del Obispo, que forma parte del complejo parroquial de san Andrés ocupando la práctica totalidad de una manzana. El acceso a la capilla del Obispo se realiza desde el número 9 de la  plaza de la Paja. Cuando empecé a ir,  las llamadas Hermanitas del Cordero eran las encargadas de la parte cantada. Escucharlas bajo el retablo mayor, que preside el conjunto desde el ábside, obra de Francisco Giralte en el siglo XVI, me sobrecogió. Volví en repetidas ocasiones y después he ido peregrinando por diferentes iglesias. A fecha de hoy ya no hay misas en esta capilla, aunque existen visitas guiadas.

Los edificios religiosos se han convertido en una espacio  excepcional, donde reina el silencio y el respeto. La espiritualidad que rezuman sus obras de arte te consiguen elevar al margen de cualquier creencia. Nunca tuve el privilegio de la fe, pero a través de mi afición a la polifonía me he vuelto a acercar a los templos católicos. Observo gozoso que cada vez somos más. Se decía que Tomás Luis de Victoria, el abulense genial, era ‘el compositor de Dios’; he tenido el privilegio de comprobarlo.

Más en Opinión