Tengo un grupo de amigos con los que suelo quedar a tomar café dos veces por semana. No es que resolvamos los problemas del mundo, pero sí los de nuestras digestiones y nostalgias. Uno de ellos, Elías, es un jovenazo de 97 años. Lo digo sin ironía: Elías tiene más vitalidad que muchos treintañeros con smartwatch y batido de proteínas.
Con el tiempo, Elías se ha convertido en uno de mis ídolos. No por haber escalado el Himalaya ni por haber inventado el wifi, sino por algo mucho más difícil: ser querido por sus hijos. Y no solo querido, sino admirado. Lo miran como quien contempla un faro en medio de la tormenta, o como quien escucha a Gardel sin saber que está muerto.
Además, Elías goza de una posición económica holgada, lo que se traduce en un fenómeno recurrente: cada vez que intento invitarlo a comer, él termina pagando. Siempre. Lo hace con una elegancia que me desarma, como si me dijera: “No te preocupes, ya pagarás tú cuando cumplas los 97”. Y aunque no me causa un desasosiego excesivo, reconozco que me deja con la tarjeta en la mano y el orgullo en la servilleta.
Pero lo que verdaderamente me corroe, lo que me produce una cochina y entrañable envidia, es su mata de pelo. Elías, hoy en día, con la edad que tendría mi padre si viviera, luce una cabellera plateada que ni Richard Gere en sus mejores películas. Es un pelo que desafía la gravedad, el tiempo y la genética. Un pelo que parece decir: “Aquí estoy, y no pienso irme”.
Y, por si fuera poco, hoy me ha contado —con esa sorna suya que mezcla sabiduría y travesura— que sus hijos le han dicho que ya está bien, que tiene muchos años, y que va siendo hora de marcar una fecha de caducidad. Que, si no lo hace él, se encargarán ellos de pedir el carro de fuego que lo lleve a los cielos. Elías se reía mientras lo contaba, como quien sabe que aún le quedan muchas estaciones antes de subir a ningún carro. Y yo, mientras lo escuchaba, pensaba que ojalá todos lleguemos a los 97 con esa lucidez, esa melena y esa capacidad de reírnos —incluso— de nuestra propia eternidad.