En la habitación donde creció en Tres Cantos, los lápices de colores y los pinceles convivían con los primeros bocetos de tatuajes. Inés Haro, hoy tatuadora y emprendedora, recuerda con nitidez el instante en que, siendo niña, descubrió aquel arte en la piel:
“Siempre he sido muy creativa, me encantaban las manualidades, dibujar... Pero lo que me fascinaba era pensar que un dibujo pudiera quedarse grabado para siempre en una persona. Ahí empezó todo”.
Aquel asombro infantil se transformó en vocación, y más tarde en un proyecto vital que hoy tiene forma física: su propio estudio de tatuajes en Tres Cantos (Madrid), un espacio luminoso, cuidado al detalle y lleno de la energía de quien ha logrado hacer de su pasión un modo de vida.
De las aulas de Bellas Artes al arte sobre la piel
El camino no fue lineal. Inés comenzó estudiando Ciencias, pero pronto comprendió que su lugar estaba en otro lado. “Me cambié al Bachillerato de Artes Gráficas. Algunos profesores me decían que eso no tenía futuro, pero seguí adelante. Fue una de las mejores decisiones que tomé”.
Más tarde llegó la universidad y, con ella, la elección entre Diseño Gráfico y Bellas Artes. “Mi madre me animó a escoger Bellas Artes porque me permitiría experimentar con muchos materiales y técnicas, y acertó completamente”.
Aquellos años de formación dejaron huella. De hecho, algunas de las esculturas que elaboró durante la carrera —su asignatura favorita era Escultura en madera— hoy decoran su estudio. “Esas piezas me recuerdan de dónde vengo y lo importante que es no perder la esencia creativa”.
Emprender desde la pasión
Mientras terminaba la carrera, Inés y su pareja crearon una empresa de impresión textil digital que aún continúa activa. Pero su gran oportunidad surgió al ver un anuncio de un curso de tatuaje. “Pensé: o lo hago ahora o no lo haré nunca. Me saqué el curso de iniciación y el higiénico-sanitario, que es obligatorio en España”.
Poco después, un accidente le fracturó un dedo de la mano derecha y tuvo que detenerse. “Fue frustrante, pero me sirvió para reflexionar y volver con más fuerza. En 2024 retomé el tatuaje, abrí mi perfil en redes y empecé a publicar un vídeo diario sobre mi trabajo. Desde entonces, no he fallado ni un solo día”.
Esa constancia fue decisiva: “Gracias a las redes, me conoce gente de toda España. Algunos vienen expresamente a Madrid para tatuarse conmigo. Pero, sobre todo, mi clientela ha crecido por recomendación. Empieza viniendo uno y acabo tatuando a toda su familia”.
El salto: un estudio propio en Tres Cantos, INÓ TATTOO STUDIO
Un año y medio después de comenzar su andadura profesional, Inés decidió dar el paso y abrir su propio estudio a pie de calle en su ciudad natal. “Ya tenía una base de clientes sólida, y sentí que era el momento de crear algo más grande. Quiero que el estudio sea un espacio artístico, donde también puedan venir otros tatuadores o artistas invitados”.
El nuevo estudio de tatuajes de Inés Haro en Tres Cantos no solo ofrece tatuajes personalizados, sino que está concebido como un espacio creativo, donde confluyen la estética, la higiene y la atención cercana. “Cada detalle lo he diseñado yo misma, desde las esculturas hasta la decoración. Quería que reflejara lo que soy”.
Entre sus planes está ampliar servicios hacia el piercing y la micropigmentación, además de seguir formándose. “En este sector siempre hay nuevas técnicas, materiales, formas de trabajar. No quiero encasillarme, prefiero seguir aprendiendo. En el arte, el estancamiento no existe”.
“El tatuaje es arte, pero también empatía y escucha”
Inés trabaja varios estilos —del microrealismo al blackwork, pasando por el tradicional old school—, aunque siente especial afinidad por los tatuajes realistas. “Me encantan los retos. El claroscuro, las sombras, las luces… todo eso que aprendí en Bellas Artes me sirve ahora para crear profundidad en la piel. No es solo técnica, es sensibilidad”.
Pero lo que más la define es su forma de tratar a cada cliente: con paciencia, cercanía y respeto. “No me gusta trabajar con prisas. Si un tatuaje lleva tres o cinco horas, se las dedico. Esto es algo que la persona llevará toda su vida; merece el tiempo necesario”.
Esa filosofía le ha permitido ganarse la confianza de quienes se ponen en sus manos. “Algunos clientes incluso me dejan tatuar sin ver el diseño antes. Eso, para un artista, es una muestra de confianza inmensa”.
Cuidar el arte… y la piel
Más allá del diseño, Inés cuida cada detalle del proceso. “Soy muy exigente con la higiene y los materiales estériles. Trabajo como me gustaría que trabajaran conmigo”.
Su atención continúa después del tatuaje: entrega a cada cliente un sobre con una crema cicatrizante, instrucciones personalizadas y un jabón artesanal elaborado por ella misma. “Estuve tres meses desarrollando una fórmula con aloe vera y vitamina B5. Así evito que usen geles con alcohol o perfumes que irriten la piel. Me encanta cuidar esos pequeños detalles porque la gente los valora mucho”.
El apoyo familiar, la base del éxito
En un mundo donde aún se tiende a cuestionar las salidas profesionales del arte, Inés reconoce que su mayor fortuna ha sido el apoyo de los suyos. “He escuchado muchas veces eso de ‘Bellas Artes no tiene futuro’, pero mis padres y mi abuela siempre creyeron en mí. Mi madre me ayudó con toda la reforma del local y mi pareja, Jaime, ha aportado la mitad de la inversión. Sin ellos, este sueño no habría sido posible”.
Tres Cantos, el lugar donde el arte florece
Con su estudio recién inaugurado, Inés Haro se suma a una nueva generación de jóvenes emprendedores que están transformando el norte de Madrid en un foco de talento creativo. “Emprender no es fácil, pero cuando haces algo que te apasiona, el esfuerzo tiene sentido. Yo solo quiero seguir creciendo, seguir aprendiendo y seguir haciendo arte sobre piel”.
“El tatuaje es arte, confianza y constancia. Mi estudio en Tres Cantos nace de esa mezcla”