La presión internacional contra el genocidio en Gaza ha dado un nuevo paso con el inicio de una huelga mundial de consumo, convocada por la organización activista Humanti Project y secundada por colectivos como BDS y la Red Solidaria contra la Ocupación de Palestina (RESCOP). La movilización, que se repetirá cada jueves de forma indefinida, busca golpear directamente a las economías occidentales para obligar a sus gobiernos a presionar a Israel.
El llamamiento es claro: no consumir nada durante la jornada designada. Esto incluye abstenerse de comprar en supermercados, restaurantes o tiendas, evitar suscripciones o pagos digitales, no repostar gasolina y prescindir del uso del transporte público. La idea es crear una contracción visible en las transacciones, lo suficientemente significativa como para aparecer en los informes económicos.
Según los impulsores, una participación mínima del 5% de consumidores supondría una caída estimada de entre 2.000 y 2.500 millones de dólares en un solo día. “No buscamos gestos simbólicos, sino consecuencias medibles y visibles que los gobiernos no puedan ignorar”, señalan desde Humanti Project, cuyo cartel de campaña rinde homenaje al periodista de Al Jazeera Anas al Sharif, asesinado recientemente en Gaza.

La huelga cuenta con el respaldo de activistas palestinos como la periodista Bisan Owda, que documenta desde dentro la vida bajo el asedio. “Es nuestro deber colectivo detener el genocidio; es un mínimo, pero genera el cambio necesario”, afirmó en redes sociales.
La iniciativa surge en un contexto marcado por el agravamiento de la situación humanitaria en la Franja. La ONU ha declarado oficialmente que en Gaza se vive una hambruna extrema, con más de medio millón de personas en condiciones catastróficas y un millón en riesgo de que la situación se agrave en las próximas semanas. Paralelamente, Israel ha anunciado el inicio de operaciones para tomar Ciudad de Gaza, lo que amenaza con agravar el desplazamiento masivo y la crisis alimentaria.
Los promotores de la campaña recuerdan que el boicot económico ha tenido precedentes exitosos. En los últimos dos años, compañías como AXA, Puma o Sidenor han cortado relaciones comerciales con Israel tras la presión social. “El consumo de los hogares supone hasta el 70% del PIB en muchos países. Transformar las decisiones individuales en una fuerza colectiva puede cambiar el curso del conflicto”, recalca el comunicado.
En definitiva, la huelga de consumo internacional se plantea como un arma pacífica pero disruptiva, con la que millones de ciudadanos de todo el mundo esperan forzar a los gobiernos a abandonar la pasividad y a exigir el fin del genocidio en Gaza.