Entrevista

José Antonio Vega (Vente Venezuela): “En Venezuela los tiempos no se miden en días, se miden en vidas”

José Antonio Vega, ingeniero civil y dirigente fundador de Vente Venezuela, vive exiliado en España. Desde Madrid, denuncia el derrumbe económico, la represión política y el entramado criminal que sostiene al régimen de Nicolás Maduro. Su relato, cargado de cifras, nombres y hechos, retrata un país devastado que alguna vez fue potencia petrolera y hoy lucha por sobrevivir.

WhatsApp Image 2025-07-12 at 10.43.56 (1)
photo_camera WhatsApp Image 2025-07-12 at 10.43.56 (1)

La historia de José Antonio Vega es la historia de millones de venezolanos. Ingeniero civil, militante político y exiliado, ha visto a su país transformarse de potencia petrolera en uno de los epicentros de la pobreza y la represión en América Latina. Hoy, desde España, sigue luchando para que el mundo no olvide lo que ocurre en su tierra natal. En esta entrevista con El Diario de Madrid, desgrana las causas y consecuencias de la crisis venezolana, aportando datos contundentes y un mensaje claro: la libertad de Venezuela es también una causa internacional.

José Antonio, ¿cómo describirías la magnitud del éxodo venezolano?

Hoy, alrededor de 9 millones de venezolanos —un tercio de la población— nos vimos forzados a buscar lejos de nuestros hogares las condiciones de una vida en paz y libertad. Muchos lo hicieron huyendo del hambre, la represión y la persecución política. Es el mayor éxodo de América Latina en la historia reciente.

¿Cómo ha sido ese camino para los que han huido?

Ha sido trágico. Muchos han perdido la vida intentando escapar. Muchos cruzan la selva del Darién entre Colombia y Panamá, otros se arriesgan en el desierto de Atacama. Algunos se lanzan al mar, naufragando rumbo a islas como Curazao o Trinidad y Tobago. Estamos hablando de muertes por hambre, enfermedades o redes de trata de personas.

Venezuela era una potencia petrolera. ¿Cómo se llegó a este colapso?

La Venezuela que teníamos antes del chavismo no era perfecta, pero era un país en crecimiento. En el año 2000, el 70 % de la población pertenecía a la clase media y menos del 25 % vivía en pobreza. Hoy, el 80 % está en situación de pobreza, y de ese porcentaje, más del 50 % en pobreza extrema.

Según la FAO, al menos cinco millones de venezolanos sufren hambre, y el 30 % de los niños menores de cinco años presenta retraso en el crecimiento por desnutrición crónica. Eso no es un accidente: el hambre es la consecuencia de un plan deliberado para anular la autonomía del individuo.

¿En qué sentido dices que es un plan deliberado?

Entre 1999 y 2019, se expropiaron más de 5.000 empresas y más de 4 millones de hectáreas de tierras productivas —unos 40.000 km², equivalente a la superficie de Madrid y Cataluña juntas—. Fue un ataque despiadado contra la iniciativa privada. El régimen buscaba generar dependencia absoluta del ciudadano hacia el Estado.

Más allá de la economía, ¿cómo ha afectado esto a la sociedad?

El sistema educativo está devastado. Los maestros ganan apenas 8 dólares mensuales y que sumados los bonos, que no generan prestaciones, pueden llegar a 130 $ mientras se necesitan más de 800 $ para cubrir necesidades del hogar. De ahí que muchos solo pueden dar clases dos o tres días a la semana porque necesitan buscar otros ingresos. El 74 % de los docentes ha abandonado las aulas, y las universidades han perdido hasta un 60 % de su matrícula. Además, el 50 % de los profesores universitarios ha emigrado o se ha pasado a la educación privada.

El sistema de salud está igual de destruido: más del 60 % de los hospitales no tiene agua potable y solo el 31 % funciona 24/7. El índice de desabastecimiento de quirófanos supera el 70 %. Es una tragedia humanitaria.

Háblanos del bolívar. ¿Cuánto ha perdido de valor?

La devaluación del bolívar es brutal. Cuando Chávez llegó al poder, un dólar costaba 570 bolívares. Hoy, después de eliminar 14 ceros en tres reconversiones, un dólar equivale a 12.000.000.000.000.000 bolívares (doce mil billones). Es una cifra que ni cabe en la mente. El salario mínimo está en torno a 1,5 dólares mensuales, que con los bonos suman unos 130 $, mientras una familia necesita por lo menos 860 dólares al mes para sobrevivir.

¿Qué pasó con PDVSA?

De PDVSA, que fue la segunda mayor empresa petrolera del mundo, hoy solo queda el recuerdo. En 1998 producíamos 3,7 millones de barriles diarios y proyectábamos llegar a 5,5 millones. Hoy, apenas llegamos al millón de barriles diarios. Venezuela, que tenía 20 refinerías en el mundo, hoy ni siquiera puede abastecer su mercado interno de combustible. Es una humillación: somos el país con las mayores reservas de petróleo y gas, y mucha gente cocina con leña.

La expulsión de 20.000 trabajadores técnicos y profesionales acabó con la industria. El régimen prefirió lealtad a la capacidad, y por eso militarizaron instituciones sin tener gente formada.

Hablas de crimen organizado, ¿hasta qué punto está implicado el régimen?

Venezuela se ha convertido en el epicentro de una problemática hemisférica. El régimen está vinculado a redes criminales como las FARC, el ELN, Hezbollah y a países como Rusia, Irán y China. Es un cartel criminal, implicado en narcotráfico, contrabando de metales preciosos como oro y coltán. En 2018, llegamos a tener más de 80 homicidios por cada 100.000 habitantes.

Incluso fuera del país, el régimen sigue siendo una amenaza. Ahí está el caso del Teniente Ojeda, secuestrado y asesinado en Chile, donde la fiscalía chilena ha implicado a personeros del régimen en su homicidio.

Se habla mucho de fraude electoral. ¿Qué pasó el 28 de julio de 2024?

El 28 de julio, el régimen fue derrotado con sus propias reglas. Los venezolanos elegimos con 7.443.584 votos a Edmundo González Urrutia como presidente, sacándole más de 4 millones de votos a Maduro. Eso se demostró recolectando el 85,18 % de las actas de escrutinio, que hoy reposan en las bóvedas del Banco Central de Panamá.

El régimen no ha podido mostrar ni una sola acta que sustente el falso resultado que anunciaron esa noche. Están aislados: su apoyo internacional se ha desplomado, y hasta muchos de sus antiguos aliados ideológicos los han dejado solos.

¿Qué consecuencias tuvo esa victoria opositora?

Desde el 28 de julio, el régimen desató una brutal ola de represión. Han matado a más de 20 personas y detenido a más de 2.500. Entre 2014 y 2024, más de 18.000 personas han sido arrestadas arbitrariamente.

Hoy, en Venezuela hay 940 presos políticos: 169 militares, 96 mujeres, 4 adolescentes. 85 presos tienen nacionalidad extranjera, de los cuales 29 son europeos y 12 españoles (2 españoles puros y 10 con doble nacionalidad).

¿Hay casos que te hayan marcado especialmente?

Sí, muchos. Está el caso de Wilmer García, con autismo y enfermedad renal crónica, que murió tras meses de prisión. Adriana Pinto, de apenas 20 años, falleció porque su detención agravó su diabetes. Mi compañero Reinaldo Araujo, del estado Trujillo, a quien le fue negada atención médica y que padecía serios problemas de hipertensión y mi otro compañero, Jesus Manuel Medina quien debido a las condiciones infrahumanas y de una precariedad de higiene extrema, sufrió de necroris en ambas pierna, falleciendo en el procedimiento de amputación. Fue algo horrible, muy doloroso para todos nosotros y que refleja la perversidad y maldad de la autocracia criminal que ocupa el poder en Venezuela.

El régimen persigue, secuestra, tortura y mata. O simplemente deja morir a presos políticos negándoles medicinas. Eso es terrorismo de Estado, como lo ha denunciado la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y, más recientemente, la Misión Internacional de Determinación de los Hechos de la ONU, que habla de crímenes de lesa humanidad.

¿Qué debe hacer la comunidad internacional?

Debilitar los pilares que sostienen la represión. Hay que atacar las fuentes de financiamiento ilícitas del régimen y aplicar la fuerza de la ley para que no queden impunes.

El año pasado, la organización World Justice Project ubicó a Venezuela en el puesto 142 de 142 países en su Índice de Estado de Derecho. Eso lo dice todo. Las democracias tienen que protegerse. No puede haber neutralidad. O se está con la libertad y la democracia o se está con los opresores y criminales.

¿Qué mensaje dejas a los venezolanos y al mundo?

Que no podemos dejar de soñar con volver a nuestro país en libertad. Cada preso político, cada exiliado, cada venezolano que sufre es una razón más para luchar. En Venezuela los tiempos no se miden en días, se miden en vidas. Y no nos van a callar, ni aquí ni en ningún lugar del mundo.