Mis personajes favoritos

La tía Pilar y "la morritos"

Pilar Delgado de Lara era la pequeña de los hijos del matrimonio formado por Sinesio Delgado y Julia de Lara y Valverde. Los genes artísticos de la familia llegaron a mi tía Pilar, que no pudo emprender la carrera teatral porque su padre le puso el veto, como había hecho con su mujer, aunque mi abuela Julia, de la mano de su madre, la gran característica Balbina Valverde, había debutado muy joven y obteniendo buenas críticas. Pero al abuelo Sinesio, no sé porqué, no quiso que ni su mujer ni sus hijas pisaran los escenarios. Pese a ello, mi tía Pilar demostró una destacada vis cómica, e hizo incursiones en el séptimo arte en una película muda que tuvo un gran éxito de crítica y público,  “Las de Méndez”, dirigida por mi padre, que era su hermano mayor, y, ya en el sonoro, con un pequeño papel en “Oro vil”, dirigida por Eduardo García Maroto, amigo de la familia, que había empezado como montador en los laboratorios  Madrid Films, y trabajó con mi padre como ayudante hasta conseguir dirigir algunas películas de éxito, como “Los cuatro Robinsones”, en la que contó con la presencia de actores consagrados, como mi padrino Alberto Romea. “Oro Vil” era una parodia de las películas del Oeste, y se rodó en La Pedriza. García Maroto dirigió un par de películas en Portugal, y acabó en la producción donde supo aprovechar la presencia de películas extranjeras en escenarios españoles, la más destacada la superproducción “Patton”.

La historia de mi tía Pilar fue la de tantas jóvenes de clase media y media alta en nuestro país que nacieron con el siglo XX, como fue el caso de mi tía, se instruyeron en Colegios Religiosos( mi tía fue alumna en las Ursulinas de la calle Príncipe de Vergara, que se mantiene en la actualidad) , y  las que se quedaron solteras siguieron viéndose como antiguas alumnas; e hicieron sus pinitos artísticos dirigiendo y ayudando a las alumnas en las fiestas del Colegio. Fueron las que ponían en sus pasaportes como profesión “Sus labores”, y acabaron participando en los problemas familiares, ajustando sus economías a la situación de su país, pero sin perder su “status social”.

Mi tía Pilar tuvo una apretada vida social, y cuando en la posguerra se dieron cuenta de que las herencias familiares iban menguando, decidieron abrir una tienda de plantas y flores en el pabellón que había sido cochera formando parte del hotelito de don Ramón de la Cruz. La tienda no solucionaba los problemas económicos familiares, pero era una ayuda que complementaba las exiguas rentas, hasta que la vejez de las cuatro “Socias” (mis tres tías y mi madre) las obligó a cerrar el no demasiado producto negocio.

Mi tía era una experta en reuniones y fiestas. Conocía a medio Madrid y era una conversadora infatigable. Cuando iba a cumplir ochenta años se preparó a conciencia, y tras la cena familiar nos obsequió con un monólogo que duró más de media hora “La Morritos”, que narraba en primera persona una chica de servir de los tiempos del cuplé. Mi tía actuó sin apuntador, y sin perder ni una coma del texto, lo que encantaría desde el cielo a su madre y a su abuela.

Pilar Delgado de Lara falleció cuando le faltaban unos pocos meses para cumplir los noventa años. No se cumplieron sus deseos de marcharse de este mundo en su casa y rodeada de sus seres queridos. Recuerdo como su madre, la abuela Julia, se incorporó en su agonía de la cama, para saludarnos en forma de despedida a sus hijos y nietos. Mi tía nos había repetido a toda la familia que quería morir en su casa, en su cama y con sus seres queridos, pero cuando caminaba sola sufrió un desvanecimiento, y la llevaron a un Hospital cercano, del que ya no pudo salir. Espero que ahora, en el cielo, esté aburriendo a San Pedro recitándole “La Morritos” eso sí sin fallar una coma, haciendo buena la tradición familiar.

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