Mis personajes favoritos

Los personajes favoritos de Alberto Delgado: Antonio Vico

En un repaso de los personajes que he conocido, a lo largo de mi vida, y que han dejado huella en ella, quiero comenzar por el que para mí ha sido el mejor actor, y uno de los más grandes de la historia. Me refiero a Antonio Vico, miembro destacado de una saga de actores que se inicia a principios del siglo XIX, y ha continuado hasta nuestros días.

Nuestro personaje, Antonio Vico Camarero nació en 1903 en Santiago de Chile, donde sus padres estaban actuando en un gira teatral. Fue un caso parecido al de Fernando Fernán Gómez, que también vino al mundo en Hispanoamérica por el mismo motivo.

Antonio era hijo de José Vico, nieto de Antonio Vico y Pinto y bisnieto de Antonio Vico  y López de Adrián. Desde el siglo XIX dos familias de actores, los Vico y los Calvo destacaban y competían en el medio teatral. Antonio pisó la escena a los ocho años en la Compañía de su padre, a los quince debutó como meritorio en la de Juan Bonafé, y un año después en la de Concha Catalá. Casado con Carmen Carbonell, la gran actriz catalana, formó Compañía con ella. Sus primeros inicios en el cine los hizo en 1917, con “El doctor Rojo”, dirigido por Fructuoso Gelabert. Como protagonista, ya en el cine sonoro, debutó en “ Patricio miró a una estrella”, que en principio iba a dirigir mi padre, Fernando Delgado, pero que renunció por desavenencias con los productores y mi padre recomendó le sustituyera como director un joven José Luis Sáenz de Heredia, que llegaría a ser uno de los mejores de la época.

Antonio Vico fue un gran amigo de mi padre. Cuando, con la llegada del cine sonoro, se produjo un parón en la actividad cinematográfica en nuestro país, por falta de medios técnicos  mi padre, que había dirigido en el cine mudo películas de éxito como “¡Viva Madrid, que es mi pueblo!”, o “ Las de Méndez”, tuvo que volver al teatro, donde se había iniciado en 1909, y estuvo unas temporadas como característico en la Compañía de Antonio Vico y Carmen Carbonell. Cuando llegaron los nuevos equipos de sonido mi padre volvió al cine. En julio de 1936 estaba rodando exteriores de “El genio alegre”, con Antonio Vico en el reparto. La película hubo que terminarla después de la guerra, en 1939, con algunos actores doblados, de espaldas, porque se habían exiliado. Pero esto son otras historias.

En la posguerra Antonio Vico Y Carmen Carbonell formaron compañía con Concha Catalá y Manuel González, “Los cuatro ases” que obtuvieron un gran éxito de crítica y público. Mis padres iban con  frecuencia a los camerinos del teatro Lara y alguna que otra vez me llevaban y me dejaban corretear por los pasillos.

Mi padre siguió dirigiendo a Antonio en “Fortunato” y “Lluvia de hijos”, hasta su prematura muerte. Mi familia siguió teniendo una gran amistad con Antonio, y yo cuando tuve edad de convertirme en espectador no me perdía un estreno de la Compañía que volvió a ser Vico- Carbonell.

Recuerdo una interpretación antológica de Antonio en “Prohibido en otoño”, de Edgar Neville, con Conchita Montes y un joven Arturo Fernández, que acabaría siendo una de las grandes figuras de nuestro teatro. El final de la obra, cuando Antonio tenía que pasar del llanto a la risa mientras bajaba el telón, fue un prodigio de actuación, que entusiasmaba al público. En el cine, “Mi tío Jacinto”, de Ladislao Vajda, con Pablito Calvo, volvió a demostrar el arte inigualable de Antonio Vico.

La última vez que hablé con Antonio Vico fue en el camerino del teatro Goya, donde interpretaba una obra de Jaime Salón, con la que le llegó la muerte. Se le notaba el cansancio de un próximo final. Intenté darle ánimos, y le dije “Tú has sido el mejor. Eres un monstruo de la escena”. Y él, mirándose al espejo, con un rostro envejecido, arrugado por el paso de los años, me respondió: “Tienes razón, soy un monstruo”