Mi personajes favoritos

Ezequiel Puig Maestro-Amado

En mi época de estudiante en el Instituto Cervantes, primero en la calle Prim, frente al Ministerio del Ejército, y después en la calle Fortuny, frente a lo que había sido, y ahora lo sigue siendo, Embajada Alemana, el catedrático titular de Matemáticas era  Emilio Pérez Carranza, un hombre tan minucioso que los estudiantes decían en broma que, a la hora de ponerte un cero ( era uno de los profesores “huesos”), utilizaba una bigotera. Mi curso se libró de su presencia, y tuve como profesores a Lorenzo Martínez y, en tercero, a Ezequiel Puig Maestro-Amado. Pérez Carranza era Secretario del Instituto, y don Lorenzo Jefe de Estudios.

Ezequiel Puig era alto, grande, y falangista. Se decía que cuando cumplía el Servicio Militar, en los comienzos de la República, en un desfile donde figuraba como Gastador, cuando pasaban junto a la Tribuna de Autoridades, a la voz de “¡Vista a la derecha!”, Puig se volvió ostensiblemente a la izquierda, por lo que fue convenientemente arrestado. En aquellos años cincuenta del pasado siglo, don Ezequiel era concejal del Ayuntamiento madrileño y Procurador en Cortes.  Cuando cursábamos segundo curso, el último año en la calle Prim, don Ezequiel nos obsequió con un sonoro reparto de bofetadas.  Ocurrió que nuestra clase estaba al lado de la sala de profesores, y en espera de que llegase el profesor de turno, estábamos vigilados por un bedel, de apellido López, y de mote ”Chirri”, que era sordo como una tapia. No sé a quien se le ocurrió la idea de entonar el “Cara al Sol”, primero bajito, pero después cada vez más fuerte, hasta que llegó a oídos de don Ezequiel , y recorrió el pasillo de la clase soltando bofetadas con  mano abierta, de revés a los derecha, y al contrario a los de la izquierda. Yo fui uno de los abofeteados, por eso lo tengo grabado en mi mente. Ya en tercero sufrí un calvario con las Matemáticas, y rezaba todas las noches para que don Ezequiel no me preguntara.

Pasaron los años, y en 1965 me encontré, por carambola ( y porque  mi antecesor, Emilio González Navarro, ascendió  a redactor jefe) como encargado de la información parlamentaria y municipal en la Agencia Pyresa. Fue mi reencuentro con Ezequiel Puig, que estuvo desde el primer momento dispuesto a ayudarme en mi labor periodística. Recuerdo que en el asunto “Matesa”, y las exportaciones invisibles de Vilá Reyes, se acordó la constitución especial de una Comisión de Investigación sobre el caso Matesa, y se aprobó la lista de Procuradores que iban a formar parte de esa Comisión. El acuerdo se cerró ya de noche, y los periodistas abordamos al Presidente de las Cortes, don Antonio Iturmendi, para conocer los nombres de los Procuradores designados. Don Antonio Iturmendi, que era un gran jurista y una buena persona, pero que huía de los periodistas como de la peste, pronunció una frase que podría ser histórica, salvo que no tenía ninguna importancia: “Apuntar a estas horas es difícil”. Pero no fue difícil, porque los periodistas pudimos hacernos con la lista gracias a don Ezequiel.

Puig era incansable en su labor como Procurador y como concejal. Estudiaba los Presupuestos Generales del Estado como si fueran la Biblia, y sus enmiendas estaban llenas de sentido común. Yo no puedo olvidar que intervino eficazmente en la decisión del Ayuntamiento madrileño de rotular con el nombre de mi padre una calle en la capital. Ya enfermo, recibió un homenaje de sus compañeros y amigos en un restaurante cercano a la Plaza de Toros. Allí le di mi último abrazo, viendo como se le saltaban unas lágrimas.

Cuando falleció, escribí una carta a su viuda diciendo como en mi infancia había rezado para que no me preguntara, y ahora lo hacía porque estuviera en el Cielo. Me dijo uno de sus hijos que no había podido contestarme, porque lloraba de emoción.

Ezequiel Puig Maestro-Amado fue un personaje, que a lo largo de su vida pasó de ser temible a convertirse en  afectuoso. Cosas de esa extraña y caprichosa maestra que es la vida.

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