Anécdotas literarias de Madrid

Augusto Ferrán: el poeta de los cantares

Augusto Ferrán
photo_camera Augusto Ferrán

Augusto Ferrán y Forniés (Madrid, 1835 - 1880). Fue un poeta madrileño que vivió en plena época del romanticismo y también fue el artífice fundamental del cantar literario. La posición económica de sus padres (eran propietarios de un taller de molduras en Madrid y de negocios en Cuba) le permitió formarse inicialmente en el Instituto del Noviciado de Madrid y viajar y vivir - en diferentes etapas de su vida - en algunos países europeos y americanos. En Munich estudió y conoció la obra de Heinrich Heine y de otros autores que le influyeron a lo largo de toda su trayectoria. Regresó a Madrid y fundó un periódico que se llamó “El Sábado”, pero una vez fallecida su madre, a quien estaba especialmente unido, se hundió en una crisis obsesiva y de profunda amargura por su pérdida, que llegó a ser tan grande que se hizo patente en su obra: Al ver en tu sepultura / las siemprevivas tan frescas, / me acuerdo, madre del alma, / que estás para siempre muerta… Su padre en ese tiempo ya se había ido a vivir a París con otra familia… Augusto Ferrán a partir de entonces se dedicó a dilapidar el patrimonio que de su progenitora había heredado y se dio denodadamente a la bebida. Fue un caso perdido y reincidente. Había conocido a Julio Nombela que hizo la intermediación a través de una carta en la que le presentaba a Gustavo Adolfo Bécquer justo en el momento en que estaba ultimando sus rimas, y cuajó entre ellos una íntima amistad. También se relacionó con su hermano el pintor Valeriano Domínguez Bécquer, con Antonio de Trueba (Antón el de los cantares) y con Eulogio Florentino Sanz que como él también participaba en el empeño de traducir a autores alemanes. Augusto Ferrán, en ese mismo tiempo, remataba su primer libro que tituló “La soledad”. Una crítica literaria en la que Bécquer se explaya se incorpora más adelante como prólogo para destacar los hondos significados de la poesía de Augusto Ferrán y la influencia que había en sus versos de los poetas alemanes. Además de escribir su obra fue traductor de parte de la obra de Heine y, cuando no fue él directamente el traductor, la divulgó por España y lo hizo, en un principio, a través de las páginas del “Semanario Popular” (que entonces dirigía su cuñado Florencio Janer) , del “Eco del País” y de “El Periódico Ilustrado”. Fue uno de los más destacados artífices de la renovación de la lírica española a partir de mediados del siglo XIX. Su poesía es puramente romántica, e idealiza, como Bécquer, el amor casi imposible. Porque en sus versos latía esa emoción que sobrecoge el alma, o esa emoción que ansía los amores tortuosos que nunca llegarán. Otro de sus cantares dice así: No os extrañe compañeros, / que siempre cante mis penas, / porque el mundo me ha enseñado / que las mías son las vuestras.  

Su conducta azarosa, profundamente bohemia y a veces improvisada le llevó a vivir, en muchas ocasiones, a salto de mata. Empezó a aparecer y desaparecer de los ambientes sociales y culturales madrileños… Se fue para Alcoy, donde vivió tres años. Recordemos que Ferrán ya había vivido durante unos meses en París y unos años en Munich. Todos esos lugares y las personas que conoció en ellos dejaron eco en su obra y también en su vida. Pero a partir del año 1868 se había vuelto a intensificar su relación con Bécquer y empezó a colaborar en “La Ilustración de Madrid”. Cuando murió Valeriano se quedó a Vivir a la casa de Gustavo Adolfo y tras su muerte viajó a Chile – año 1873 – y en el país andino permaneció durante cuatro años. Allí se desposó y se hizo amigo del poeta Guillermo Matta.

En 1877 regresó de nuevo a Madrid, pero no vino con él su esposa. En la capital de España siguió escribiendo, traduciendo y publicando.

Ya se decía entonces que el exceso de alcohol lo estaba arrastrado a situaciones extremas. En 1878 fue ingresado en el manicomio de Carabanchel, pero antes perder toda la conciencia dejó escritos algunos versos que singularizaban y denotaban su ánimo y su trágico final: “¡Yo tenía amigos: / todos se murieron…; / ¡ay! ¡Cuánta falta me hacen ahora / que me estoy muriendo!” Poco después perdió definitivamente la cabeza. Fue tratado por el doctor Esquerdo. Murió a los cuarenta y cinco años. Su obra poética consta de dos libros: “La soledad” 1861 y “La pereza” 1871.

Más en Se cuenta por Madrid...