Mis personajes favoritos

Alberto Romea

Alberto Romea era mi padrino, y su esposa, la vasca Julia Erquicia, mi madrina. Alberto Romea y Catalina fue uno de los grandes amigos de mi padre. Era nueve años mayor, había nacido el 6 de enero de 1882 y mi padre el 25 de enero de 1891. Mi padrino era miembro de una ilustre familia teatral. Su padre, Julián Romea, además de actor, era autor de obras tan populares como “La Tempranica”.Y su tío abuelo era nada menos, que Julián Romea “El grande”, uno de los más famosos actores de su época.

Mi padrino me contó que le hubiera gustado ser dentista, aunque obedeció a su padre y empezó a estudiar Derecho, igual que mi padre, pero la muerte de Julián Romea le obligó a dedicarse a la interpretación. Muy joven trabajó en la Compañía del Teatro Lara, y formando parte de ella estrenó “Los intereses creados”, de Jacinto Benavente, en el papel  del escribano, mientras que mi bisabuela, Balbina Valverde, interpretaba a doña Sirena. Más adelante pasó a la compañía de la Comedia. Y allí coincidió con mi padre. Juntos hicieron sus primeros pasos en el cine mudo, con Benito Perojo, que se había iniciado en el séptimo arte creando un personaje cómico, “Peladilla”, que se inspiraba en Charile Chaplin “Charlot” En la terraza de la vivienda del padre de Perojo, conocido periodista, convertida  en estudio, se rodaron algunos cortometraje en los comienzos del cine madrileño. 

Alberto Romea se especializó en papeles como característico. De buena estatura, destacaba por su elegancia. Se hacía sus trajes en Cid, uno de los más famosos sastres de entonces, que formó sociedad con Herbón y López, y después se transformó en “ López, Herbón y Compañía”. En la actualidad los herederos son los miembros de la familia López Larrainzar, uno de ellos, Luis  ha vestido al Rey Juan Carlos. Mi padrino me dijo que en el teatro y el cine hay que vestir como marque el personaje pero en la vida corriente prefería los grises y oscuros.

En julio de 1936 Alberto Romea estaba rodando una película dirigida por mi padre ”El genio Alegre” basada en la obra teatral de los hermanos Álvarez Quintero. Los exteriores se rodaban en Córdoba. Y allí les sorprendió el comienzo de la guerra civil. Mi padre aprovechó los elementos técnicos, entre ellos los depósitos de película virgen para rodar una serie de documentales, bajo el título ·Hacia la nueva España”, sobre la liberación del Alcázar de Toledo, la toma de Santander, y otros acontecimientos bélicos. Mientras tanto, mi madre y mis hermanos, que se habían quedado en Madrid, lograron trasladarse, gracias a un amigo de mi padre, en un camión de la Cruz Roja, hasta Valencia, y desde allí, en un mercante hasta Francia, logrando tras una serie de peripecias llegar a San Sebastián, donde les esperaba mi padre… y a los nueve meses vine yo al mundo. Por esto me considero un producto de la guerra civil. Alberto Romea y su esposa Julia accedieron a ser mis padrinos.

Acabada la guerra, y regresados a Madrid, el día de mi cumpleaños no me faltó una enorme bandeja de pasteles de “La India”, una famosa pastelería junto a la Puerta del Sol, que me enviaba mi padrino. Alberto Romea tenía, además de su profesión un hobby al que dedicaba sus ratos libres: la guitarra. Como era un perfeccionista, se pasaba las horas ensayando en una guitarrería cercana a su domicilio, en la calle de Carretas.

Después de la guerra, mi padrino siguió trabajando intensamente en el teatro y en el cine. De su labor teatral, me permito destacar su papel en “Celos del aire”, de López Rubio. En el cine, tuvo dos interpretaciones antológicas: el maestro de escuela en “Historias de la radio”, de José Luis Sáenz de Heredia, y el hidalgo que acaba ofreciendo su espada para aliviar el desencanto de su pueblo ante la visita frustrada de los norteamericanos en “Bienvenido Mr. Marshall”, de Berlanga, que le dirigió en su última película “Los jueves milagro”. Con Alberto Romea se fue uno de los grandes actores de nuestra escena y de nuestras pantallas, que destacó por su elegancia, y supo llevarme a la pila bautismal con la naturalidad que ha adornado, y sigue adornando a los grandes señores.

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