El líder de Vox, Santiago Abascal, y el conjunto de diputados de su grupo parlamentario abandonaron este miércoles el hemiciclo del Congreso de los Diputados durante la intervención del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el marco del Pleno Extraordinario convocado para abordar los escándalos de corrupción que afectan a exdirigentes del PSOE, como el exsecretario de Organización Santos Cerdán, actualmente en prisión provisional.
La formación justificó su ausencia como un “gesto de desprecio absoluto” hacia el presidente, al que acusan de representar “la mentira” y la “decadencia institucional”. En un comunicado, Vox explicó que no estaban dispuestos a “escuchar a quien ha destruido la confianza de los españoles” y recalcaron que se trataba de una acción deliberada para expresar su rechazo frontal a Sánchez y a su gestión.
Pese a esta decisión, Santiago Abascal sí tiene previsto intervenir en el turno que le corresponde dentro del debate, aunque desde el partido no aclararon si, tras su alocución, los diputados de Vox volverán a ausentarse del Pleno o permanecerán en el hemiciclo para escuchar las réplicas de los demás grupos.
Una estrategia de confrontación simbólica
La ausencia del grupo parlamentario de Vox durante el discurso de Sánchez constituye un gesto de fuerte carga política y simbólica, que busca subrayar la deslegitimación total de su figura como presidente del Gobierno por parte de la formación. Esta estrategia de confrontación directa se alinea con la línea dura que Vox ha adoptado desde el inicio de la legislatura, marcando distancia no solo ideológica, sino también institucional.
Desde la bancada de la ultraderecha se insiste en que Pedro Sánchez “debe dimitir” y que los casos que salpican al PSOE exigen la convocatoria inmediata de elecciones. En su intervención prevista, Abascal volverá a exigir responsabilidades al presidente por lo que consideran una falta de control político ante las corruptelas que afectan a miembros clave de su partido.
Contexto de máxima tensión política
La decisión de Vox se produce en un momento de alta tensión parlamentaria. El presidente Sánchez comparece para rendir cuentas tras los casos de presunta corrupción que involucran a figuras de su partido, en especial el llamado "caso Koldo", que ha derivado en imputaciones judiciales y ha deteriorado la imagen del Ejecutivo.
Sánchez ha reconocido que la crisis ha supuesto “un duro golpe”, pero ha rechazado dimitir, defendiendo la “ejemplaridad” del PSOE y asegurando que su Gobierno tomará medidas para “regenerar” la vida pública. Sin embargo, estos argumentos han sido recibidos con absoluto escepticismo por parte de Vox, que cuestiona la credibilidad del presidente y su capacidad para liderar un proceso de regeneración.
Un boicot que reaviva la polarización
La acción de Vox reaviva la dinámica de polarización parlamentaria, situando nuevamente el foco en la crispación política que domina el actual panorama. Mientras Sánchez intenta reforzar su liderazgo con un discurso de responsabilidad y reforma, Vox opta por el boicot como táctica de oposición frontal, en un intento por deslegitimar al presidente no solo desde el discurso, sino también desde los gestos.
Esta no es la primera vez que Vox recurre a estrategias de ausencia o boicot en sesiones clave del Congreso. En el pasado, el grupo ha protagonizado episodios similares en debates sobre temas como la violencia de género o la memoria democrática, consolidando su imagen de partido en abierta confrontación con el Gobierno y con buena parte del resto del arco parlamentario.
Incertidumbre sobre la actitud del grupo
Queda aún por ver si los diputados de Vox permanecerán en el Pleno tras la intervención de Abascal o si repetirán el abandono como forma de protesta, una decisión que marcará también el tono del resto del debate. En todo caso, el gesto de hoy deja claro que la estrategia de Vox se mantendrá en una clave de oposición sin concesiones, con la corrupción como uno de los principales frentes de ataque contra el Ejecutivo de coalición.