Como en los tiempos de las Cruzadas, el Emperador envió a su caballero emisario a tierras lejanas con una misión muy concreta, la de suplicar a su socio&verdugo la no desintegración del imperio. Y así Santos Cerdán vistió su mejor armadura cuajada de promesas inasumibles y se fue a Suiza a pactar con el jefazo (porque en realidad, hoy por hoy, Puigdemont lo es).
Le llevaba, metafóricamente hablando, oro, muchísimo oro, incienso y mirra, tal cual hicieran los reyes magos de Oriente, a cambio de no romper una endeble legislatura.
Y es que el emperador ya había prometido a sus súbditos, previo al viaje del emisario, que dicha legislatura sería larga. Y tal promesa no se debía a su inmensa sabiduría (no en vano poseía una tesis doctoral, aunque según las malas lenguas, poco tesis y poco doctoral), ni a su capacidad de adivinación, ni a su habilidad de manipulador de elementos de gran riesgo para el país, ni a ninguna de sus capacidades de mantenerse sobre la cuerda floja creando conflictos permanentes, ni de escribidor de epístolas ridículas, ni de patente de corso en máquinas de lodo, en teorías del “y tú más”, y en calenturas mentales de ultraderechas peligrosísimas, y de un largo, asombroso y enfangado etc.
No, no se debía a eso, sino a que cambiaba de opinión cada instante, o lo que es lo mismo, a que, en su cerebro, presuntamente, algún tornillo de gran calibre suelto, le impulsaba a decir una cosa e inmediatamente después su contraria. O sea, le llevaba a mentiras y más y más mentiras renovadas sin tregua ni descanso.
Ahora veremos qué ocurre, porque no es nada fácil el acuerdo entre un Cerdán y un Puig, que actúa como una zorra de las de la canción “preciosa” de Niebla, esa que nos representó en Eurovisión y que al Emperador le pareció muy divertida.
Dependerá del precio, pero a Carles el pacto de Pedro para controlar Cataluña, el último bastión que le queda, con la colaboración de su enemiga Ezquerra y poner a su flotador, perdón, a su Salvador Illa donde él hubiera querido estar, no le sentó muy bien que digamos, y los retrasos y contratiempos con lo de la amnistía tampoco le complacen en demasía, y si ya poco se fiaba de “don loco por el poder”, ahora lo hace menos todavía.
En estas condiciones, Santos ha sido, momentáneamente al menos, rechazado por su oponente y se ha vuelto con la armadura entre las piernas sin resolver nada de nada, y con los presupuestos y la legislatura más en el aire que el mismo presidente Falconeti a lomos de su Falcon, que ya es decir.
¿A qué truco se apuntará ahora para no darse un golpe morrocotudo desde el “Trono” Monclovita? ¿A qué trampa? ¿A qué mentiras trileras para “agarrapatarse” en el poder?
El problema es que si nos anuncia todos los días que “viene el lobo", llegará un momento en el que cuando ocurra. nadie le creerá y la fiera le comerá por más que para conferenciar con un Puidemonio haya desplazado hasta Suiza a un Santos.
La malversación no entra en la amnistía y sin ella, adiós con el corazón, porque Puigdemont no pasa por el aro, ni a pesar del oro.