E. O. Wilson, el gran mirmecólogo y divulgador científico, acuñó el término ‘eusocialidad’ o ‘eusociabilidad’ para referirse a la compleja organización social de las hormigas en la que viven juntas dos o más generaciones, los adultos cuidan de las crías y los miembros están divididos en una casta reproductora y una casta no reproductora. Nuestra sociedad aunque es diferente de la formícida tiene ciertas semejanzas con ella, tal como las describió el mismo Wilson en su libro ‘La conquista social de la Tierra’.
Hubo que esperar a que finalizara la glaciación Würm hace 12.000 años para que el homo sapiens abandonara el nomadismo de pequeños grupos y pudiera formar ‘grupos humanos eusociales’ definidos por Wilson como aquellos que viven en sociedades multigeneracionales en las que, como parte de la división del trabajo, se desarrollan comportamientos altruistas. Esto fue posible porque su cerebro ya hacía tiempo que había evolucionado lo suficiente, basta observar las pinturas paleolíticas de hace 40.000 años para convencerse, y solo faltaban unas condiciones climáticas favorables. La hibridación con los neandertales pudo suponer una ventaja evolutiva en este sentido dada la mezcla de genes de dos linajes diferentes. El genoma del sapiens de hace 40.000 años estaba fertilizado con variantes genéticas procedentes del linaje neandertal como hemos podido comprobar gracias a los hallazgos sobre su genoma obtenidos por el Nobel Svante Pääbo. Lo cierto es que la eusociabilidad aumentó exponencialmente en el neolítico cuyo arte esquemático, muy diferente del simbólico paleolítico, dio lugar a la protoescritura y a un idioma articulado.
En el cerebro del homo sapiens hay una especie de propiedad matemática reflexiva, no de circularidad sino de reflexividad que permite el desarrollo de ese idioma articulado que es la clave de la sociabilidad. Esta propiedad reflexiva es la que conforma lo que llamó en su libro ‘La mente recursiva’ el psicólogo Micharl C. Corballis. La recursión nos permite concebir nuestra propias mentes y la de los demás, así como viajar mentalmente en el tiempo.
La sociedad de las hormigas, en su perfección, no ha evolucionado en millones de años. La humana, en unos pocos miles, nos ha llevado a la conquista del espacio.