El Parque de las Avenidas volvió a sonar, pero esta vez no por el tráfico de la M-30 ni por los bares de la zona, sino por el estruendo metálico de las cacerolas. Un grupo de vecinos se reunió anoche frente al Velvet Hostel, en la avenida de Baviera 9, para exigir que el Ayuntamiento ejecute sin demora la orden de cierre dictada a finales de septiembre.
“Estamos cansados de que nos tomen el pelo”, señalaba una vecina que golpeaba una sartén desde la acera. Otro residente resumía el sentir general: “El alcalde dice que está cerrado, pero aquí sigue funcionando. Queremos hechos, no anuncios”.
Cierre ordenado, pero no ejecutado
El pasado 29 de septiembre, el delegado de Urbanismo, Borja Carabante, comunicó el cese inmediato del establecimiento tras constatar que no contaba con licencia de funcionamiento. El propio alcalde Almeida aseguró que, en caso de regularización, el local solo podría usarse como hostel turístico, no como centro de acogida.
Sin embargo, los vecinos aseguran que el establecimiento continúa operativo y que entran y salen huéspedes a diario. Esa aparente contradicción ha encendido los ánimos en un barrio poco acostumbrado a la protesta pública.
Ruidos, inseguridad y desconfianza
Las quejas se repiten: ruidos nocturnos, instalaciones de aire acondicionado junto a ventanas, obras que alteraron la fachada sin permiso de las comunidades y miedo a que el local termine convertido en un centro de acogida encubierto.
El recuerdo de lo sucedido en Velvet Vallecas, donde un hostel turístico acabó albergando inmigrantes durante meses, pesa en la memoria de los residentes. “Aquí no queremos un segundo Vallecas”, explican.
La cacerolada como símbolo
La protesta de anoche fue breve, sin incidentes y bajo la vigilancia discreta de la Policía Municipal. Pero tuvo un fuerte valor simbólico: vecinos mayores, familias y jóvenes golpearon cacerolas y corearon consignas como “Fuera Hostel” y “Cierre total ya”.
En redes sociales, algunos participantes compartieron imágenes de la concentración, subrayando que no se trata de un rechazo a personas concretas, sino a lo que consideran un uso irregular del espacio en plena zona residencial.