Las empresas españolas operan hoy en un escenario donde la incertidumbre es la norma y las crisis ya no son excepciones, sino parte de un entorno permanente de exposición: el “permarriesgo”. Así lo advierte el informe “Antifragilidad: Análisis de riesgos corporativos en España”, elaborado por LLYC, que analiza más de 3,2 millones de publicaciones digitales sobre 2.898 compañías nacionales entre enero de 2024 y mayo de 2025.
El estudio plantea que la resiliencia ya no basta: las organizaciones deben avanzar hacia la antifragilidad, un enfoque que no solo permite resistir la volatilidad, sino aprovechar las crisis como oportunidades de crecimiento e innovación. En un mundo en constante cambio, la gestión del riesgo se convierte en un elemento estratégico para proteger la reputación y fortalecer la legitimidad ante los grupos de interés.
De la resiliencia a la antifragilidad: un cambio de paradigma
Durante años, las compañías han confiado en modelos de resiliencia reactivos, centrados en mitigar daños. Sin embargo, LLYC advierte que ese enfoque ha quedado obsoleto ante un contexto caracterizado por la disrupción tecnológica, las tensiones geopolíticas, la crisis climática y la transformación social. “No se trata solo de anticipar el futuro, sino de diseñar múltiples rutas posibles y prepararse para todas ellas”, apunta el informe.
El análisis identifica tres pilares esenciales para esta nueva mentalidad empresarial: influencia, toma de decisiones y engagement, los cuales deben integrarse en la cultura organizacional. La gestión de riesgos, antes relegada, se convierte en un factor determinante del éxito y la sostenibilidad.
Criminalidad, corrupción y desconfianza: los riesgos más críticos
Entre los 137 asuntos de riesgo detectados, destacan dos como los más críticos y transversales en los tres grandes sectores económicos (primario, secundario y terciario): “criminalidad e inseguridad” y “ética, corrupción y transparencia”. Ambos acumulan los niveles más altos de polaridad negativa y rechazo social, reflejando la creciente exigencia ciudadana hacia la integridad y el cumplimiento normativo.
En el sector primario, estos riesgos se relacionan con actividades ilegales de extracción o comercio irregular de recursos; en el secundario, con la corrupción en procesos industriales y de infraestructura; y en el terciario, con fraudes, abusos laborales y publicidad engañosa. El estudio advierte que la viabilidad de una empresa ya no depende solo del desempeño económico, sino también de sus estándares éticos.
La conversación pública coloca a las empresas en el centro
Las marcas ya no son meras emisoras de mensajes. Según el informe, el 62,3 % de la conversación digital en los sectores analizados tiene a las empresas como protagonistas, lo que las convierte en actores centrales del debate social. Esta posición amplifica su influencia, pero también su exposición. Además, los activistas representan el 14 % de la conversación pública, un indicador del peso creciente de la presión social.
Corrupción y gobernanza: el talón de Aquiles reputacional
El informe subraya que la falta de transparencia y las malas prácticas de gobernanza son los temas más polarizados, con un rechazo casi unánime en la conversación pública. Este fenómeno es especialmente intenso en el sector secundario, donde la corrupción y las prácticas irregulares concentran la mayor parte de las menciones negativas.
El sector terciario, el más expuesto
Con 55 asuntos de riesgo identificados, el sector terciario —que incluye servicios financieros, transporte, telecomunicaciones y entretenimiento— es el más vulnerable. Los riesgos más frecuentes están ligados a la falta de integridad, los fraudes digitales y la precariedad laboral, reflejando una fuerte exigencia ética y social. Casos como los conflictos laborales en el transporte o los ciberataques a empresas financieras evidencian la necesidad de reforzar la transparencia, la diversidad y la seguridad digital.
De la vulnerabilidad a la ventaja competitiva
El documento concluye que el futuro empresarial pasa por reconfigurar el mapa de riesgos con una visión antifrágil, incorporando herramientas de escucha digital, análisis de sentimiento y evaluación del impacto reputacional. LLYC propone tres pasos clave: mapear los riesgos desde la perspectiva de las expectativas sociales, identificar a los actores influyentes de la conversación y personalizar los análisis para cada marca e industria.
En definitiva, el informe sostiene que la antifragilidad no es solo una estrategia de gestión, sino una nueva forma de liderazgo corporativo. Las empresas que integren este enfoque podrán no solo resistir las crisis, sino salir fortalecidas de ellas, consolidándose como actores legítimos en la conversación pública y motores del desarrollo sostenible.